6 oct 2007

Filosofar como hombre

Hay que filosofar como hombres y no como filósofos. Los hombres necesitamos de la filosofía, del pensamiento crítico, para vivir mejor, pero también a los filósofos les hace falta volverse más hombres, más terrenales, requieren bajar de sus olimpos metafísicos y ontológicos.
He estado pensando en esto después de leer a Emmanuel Levinas. Él, de alguna manera, al criticar la metafísica tradicional de Occidente, empezó a filosofar más como un hombre que como un filósofo, aunque ciertamente para mí sigue siendo un filósofo tanto por su rigor lógico como por su estilo. Sin embargo, algunos consideran que no hacía verdadera filosofía, o bien, creen que falló al otorgarle a la ética el sitio preponderante de su pensamiento.
Para mí leerlo ha sido un aliciente porque a mí me importa un bledo saber si el ser es en el tiempo o es la suma de los entes o si depende de la nada o de la conciencia. A mí lo único que me interesa es estar a gusto. Y para estar a gusto tengo que pagar la renta a tiempo, tolerar el hedor de las multitudes en el transporte público, desearles buenas tardes a los vecinos y aceptar su mala música a todo volumen. Sartre jamás habla de sus vecinos en el Ser y la nada y Heidegger en Ser y tiempo no menciona qué hacer cuando el camión se retrasa. Levinas tampoco. Pero al menos él me hace sentir que sí tenía huesos y carne.
Yo divido a los filósofos en dos: los que son hábiles inventadores de palabrejas y los que sí tienen algo importante que decir. Levinas, como todos los que pertenecen al segundo grupo, se basa en la gran literatura. En su caso, en la obra cumbre de Dostoievsky, Los hermanos Karamazov. La cual él leyó en ruso, ya que era su lengua, si no materna, sí territorial, de la Lituania donde nació. Mas como era judío, esto es, un ser desarraigado a la tierra en que nace e incluso desarraigado al idioma con el que se comunica con su prójimo, no creo que lo debamos considerar un lituano, ni mucho menos un ruso. Se dice que los judíos de la Europa del Este se asimilan mucho menos a la sociedad en la cual viven que los judíos de la Europa mediterránea.
A los nueve años, Emmanuel, como su padre era librero, vivía entre libros gustosamente. Mas cayó sobre su infancia la primera gran guerra. El ejército alemán invadió Lituania. Su familia tuvo que huir. La estrategia del repliegue ruso que aprendemos en la escuela, aunque parezca sorprendente, implica el sufrimiento de muchas familias. Sin embargo, él fue más afortunado que otros, ya que obtuvo uno de los pocos lugares que en las escuelas del régimen zarista les asignaban a los judíos.
Posteriormente estudió en Francia, donde moró muchos años. Pero, vamos, yo no quería hacer un recuento biográfico, yo quiero orillar un poco la bruma que observo en esto del filosofar como hombres. Para realizar eso se requiere humildad. No sólo en el sentido usual del término, sino también en el etimológico. Ser humilde es residir en la tierra. Estar sobre el humus, sobre el estiércol habitual, conocer el lodo, el moho de las aventuras y las cimas de la podredumbre. Estar sobre el humus es desconfiar de paraísos. Es rechazar los castillos aéreos de San Agustín, Platón y Lenin o de quien sea.
Ser hombre es estar atrapado en la epidermis, es tener unos padres dadores de vida y traumas, es compartir el espacio con vecinos y extraños y ser un extraño en uno mismo. Ser hombre es tener un estómago que tiende al hambre y unas manos capaces de crímenes contra indefensas palomas. Cuando se es hombre se sufre primero y se reflexiona después. Primero uno se llena las manos de sangre y luego el pensamiento intenta lavativas.
Sin embargo, parece que algunos filósofos no son hombres. Nacieron de la cabeza de otros filósofos. Parece que no tiene madre. Parece que no se les echa a perder la comida, que nunca se les tapa el retrete, que nunca se despertaron de madrugada a matar un ratón. ¿Cómo podemos confiar en ellos?
Para mí los filósofos se dedican a la transformación hermenéutica del mundo, y a mí lo que me inquieta es la interpretación de los hechos cotidianos.
Por eso yo gusto de conocer la historia íntima de las personas. Por eso gusto de las novelas. Y hallo que filosofar como hombre es hacer literatura.

1 comentario:

Lata dijo...

Me gustó, niño. Tardé un poco en volver a la compu. ¿Qué quieres? Veía frívolas series gringas en la tele. A veces hace falta eso. Para dejar de filosofar como mujer. je.