Me ha causado una verdadera tristeza el decreto de Felipe Calderón para liquidar a los trabajadores de la compañía de Luz y Fuerza. Además de esa tristeza, por mis mudanzas y malandanzas, he podido leer muy poco acerca del conflicto generado después de tal decisión, sin duda, autoritaria; pero no creo que leyendo periódicos o viendo el noticiero de las diez pudiera saber mucho más acerca de este problema, por eso me atrevo a escribir las cosas que sobre este tema dan vueltas en mi cabeza mientras me distraigo de la vida diaria.
En un país de pobres, como es México, frenar la injusticia social debería ser la principal meta del gobierno. Y es evidente que la injusticia social no se combate a través de limosnas, como han intentado los gobernantes mexicanos desde hace ya varios sexenios. La manera de revertir esta miserable sociedad es dándole a los trabajadores mejores condiciones laborales.
Lamentablemente el poder político, el poder real, fáctico como dicen algunos, no puede estar en manos de todos ni de la mayoría, sino de un puñado. Entonces ese puñado, siguiendo los instintos naturales del ser humano, actúa con egoísmo, voracidad y hasta crueldad. Sé que soy pesimista. No veo modo de librarse de este terrible destino de ser señor o siervo, látigo o espalda martirizada. Pero creo que es posible forjar una sociedad menos injusta, para que cuando menos la gente no se muera de hambre. Y repito, tal cosa sólo puede ser respetando las conquistas laborales, a las cuales es muy injusto, infame incluso, llamar privilegios.
Los derechos de los trabajadores son pisoteados todos los días. Desde empresas fantasma, fraudulentas, a grandes compañías que explotan a placer, con sadismo, a sus empleados bajo el amparo del dinero. Si se quisiera ser consciente del tamaño de la injusticia social en México habría que recurrir a la estadística en cuanto a los conflictos laborales, cuántas veces ganan los pobres empleados y cuántas las empresas.
Pero si todo esto es triste, digamos, el salario mínimo que es en realidad una humillación, los contratos de un mes, los despidos injustificados, las renuncias forzadas, etc. Ese gran y terrible etcétera que padecen los trabajadores; pero decía, es más terrible cuando quien recurre a esos trucos sucios, a esas acciones antihumanistas, no es el sector privado sino el mismísimo Estado.
Esto fue lo que sucedió el Estado ha decido actuar como actuaría una desalmada empresa. Si hay problema se liquida y se acabó. El problema resuelto significa 60 mil familias jodidas de una día para otro. ¿Pero qué importa? No son personas, son recursos humanos. Recursos. RECURSOS. Esto significa que para Calderón los trabajadores son cosas.
No me cabe duda de que esto es lo peor que ha hecho un gobierno panista. Porque es una traición al PAN mismo. El antiguo humanismo del PAN se ha trocado por un empresarismo, que sin duda es antihumanista.
Esta acción es infamante, además, por otras causas. No quisiera entrar en detalles para no desviarme del asunto que me causa más tristeza, sin embargo, tengo para mí que la liquidación de Luz y Fuerza es una prueba de que Acción Nacional apoyará (indirecta e hipócritamente por supuesto) al PRI en el 2012. Se irán de los Pinos y se irán vergonzosamente.
¿Cuál fue, entonces, el mensaje enviado por la presidencia? Señores empresarios tienen carta blanca para explotar a sus recursos humanos. El gobierno que también desprecia a los trabajadores no moverá ni un dedo para defenderlos si sus derechos son pisoteados. Este gobierno está para defender a las élites, a los grandes empresarios, no a los trabajadores. Este gobierno existe, sépanlo bien, para defender la injusticia social.