El hombre que se monta en un solo libro mira un muro; el hombre que, en
cambio, se encarama sobre varios libros alcanza a ver, por encima del muro, un
horizonte abierto. ¿Qué significa esta imagen? ¿Simplemente es una crítica
religiosa? Es posible, ya que se aprecia la cruz cristiana en el lomo del libro
solitario. Pero hay rutas de significación que pueden cuestionarse en tal
imagen.
¿Qué significa realmente ese muro? ¿Es la ignorancia? Si lo fuera me
parecería un engaño concebir que apilando libros llegue a ser posible
sobrepasarla. Basta asomarse a la más pequeña biblioteca de la
universidad más diminuta para sentir el peso de la gran ignorancia a la que
estamos condenados: nuestro tiempo de vida es insuficiente para
transformar el cuerpo en una biblioteca viviente y, además, tiende a infinito el
contenido de las enciclopedias. Aun los más eruditos no podrían decir con
honestidad que saben más de lo que ignoran. Nadie llega a la cima del
conocimiento porque tal cima no existe.
Pero el muro podría ser otra cosa, una variante de la ignorancia, digamos
la mentira o la cerrazón mental. Justamente, el hombre de un solo libro
(hominem unius libri) tiene una visión dogmática porque no se permite conceder
valor a lo qué dicen otros libros, aun cuando tenga noticias de ellos, por eso sería más preciso llamarlo: persona
de una sola idea. Porque, por ejemplo, alguien podría leer muchos libros con la
misma idea para reafirmar una única postura. Esto es lo que hacen los Testigos
de Jehová y los practicantes de otras sectas religiosas: los mormones, los
musulmanes, los marxistas, los psiquiatras, etc. Leen en distintos libros, una
y otra vez, la misma idea.
Así que si la imagen es sólo una crítica religiosa no da en el blanco
porque en Occidente, la Biblia, el libro emblemático de las personas de una sola
idea, es una colección de libros de diferentes épocas, plumas e influencias,
algo así como un mole religioso del Medio Oriente, con suficientes
contradicciones como para que cualquier idea sacada de ahí sea confusa. Con
esto, quiero decir que en esa serie de libros hay ideas contrapuestas y, por
ende, el estudio bíblico riguroso se topa con muchas lagunas de sentido, por
otra parte, la lectura superficial ha dejado un inmenso reguero de creyentes y
fanáticos, de guerras y genocidios, de prisiones metafóricas y reales, y otros tantos
dispositivos de control.
El panorama no me parece más alentador en el ámbito universitario, la
especialización del conocimiento ha conducido a que los expertos se enfrasquen
en torres de libros que suelen presentar, apenas modificada, la misma idea. Es suficiente hojear en las tesis los feamente llamados “estados
de la cuestión” para admirar cómo se repiten los mismos juicios, las mismas
sentencias, y si acaso cambia la tendencia canónica es por un efecto de
teléfono descompuesto, más que por una verdadera renovación intelectual. El
mundo académico es prácticamente otra cara de la religiosidad.
Las personas de un solo libro y las personas de muchos libros con una sola
idea, acaso difieren únicamente en la amplitud de vocabulario y en el nivel de
obsesión. Por otra parte, las personas con muchas ideas, interesadas en
diferentes áreas de estudio, especialistas en nada y más bien vagabundas en la
república de los pensamientos, no ven desde un sitio más alto, sino con una
perspectiva errante, su visión de mundo tiende a ser elíptica, incluso veleidosa,
o en resumen, relativista. Esto significa que avizorar distintos horizontes no
conduce a saber más, sino a desconfiar del conocimiento. La presunción de
sabiduría es por lo regular prueba irrefutable de ignorancia. Y
curiosamente, reconocer la propia ignorancia es dar el paso más firme para
vislumbrar el conocimiento. ¿Pero después de Sócrates quién se ha atrevido a
permanecer ignorante?
La tradición iluminista ha producido a lo bestia incontables estanterías de
libros que no nos han impedido andar entre tinieblas. Por supuesto que yo no
considero que sea una pasión inútil ir a la escuela ni un ejercicio infecundo
la búsqueda obsesiva de información, en otras palabras, considero agradable,
incluso bueno, palpar la corriente ilustrada, pasear por ese río de
investigaciones y estudios, donde no hay ira contra la realidad. Pero tengo
claro que una cosa es pasear y palpar y otra muy distinta dejarse llevar por
esa corriente, o bien, querer encauzarla, a fuerza, hacia un único dominio,
porque tal cosa sería nuevamente cerrazón mental. En lugar del "atrévete a saber", yo diría: atrévete a dudar.
Quizá de todo lo que he escrito no se pueda obtener algo claro, pero acaso
mi punto sea justamente señalar que andar entre tinieblas no es malo. Si
compartimos la oscuridad, la oscuridad puede ser deliciosa. ¿Para qué buscar el
interruptor de la luz si, mejor, podemos hallar a una persona que haga más
cálida nuestra caverna?
¿Y si estamos solos? Bueno, he ahí un problema, hay que buscar compañía,
buena compañía. En lugar de apilar libros, hacer reuniones, verdaderas re-uniones, y practicar la con-vivencia, con toda la carga
etimológica que poseen estas palabras. En el rostro del otro puede aparecer un
horizonte más amplio que en la mayor biblioteca del mundo. Tal asunto, por
supuesto, es materia para otro discurso.