Una casa es mi infancia
solitaria entre la blanca
figuración de nieve
y árboles con frío
casi con temblores azules
casi con rejas que se desmayan
con carraspeos de viento
casi y no es sino un cuadro
que imagino cuando miro
el cuadro que en verdad existe
en el departamento despeñado
vacío ya de mi perdida abuela.
Tal pintura conserva
mi mirada aún de infante
la timidez propia del asombro
y el estremecimiento primero del invierno
mas siento
una sensación escarchada
de andar cargando en el aliento
un viejo aliento de vejez
resiento el gris cansancio
de nubarrones contenidos
la opaca desidia
de envejecidas cumbres
y no sé si es cuando miro
esa pintura que pienso mi infancia
o si cuando ella me mira yo soy
de muchos años
una nevada casa.
25 feb 2008
24 feb 2008
La cura
This is a MTV story. Porque un día yo pensé que Saúl Hernández estaba en la televisión y dejé mis audífonos y abandoné mi tarea y quité el mute de la tele para escucharlo, pero escuché a The Cure.
Aquel descubrimiento, nadería dirán algunos, fue significativo en mi vida. Lo juro por Dios, aunque sé muy bien que soy ateo, mi juramento debe ser considerado doblemente comprometido por el hecho mismo del ateísmo. Como esto es un cuento no cuento con tiempo para detenerme en las explicaciones de tan irrefutable verdad.
Mediante Google, excursioné en múltiples sitios dedicados a esta banda británica, hasta toparme con un foro dizque gótico donde decidí registrarme y ser asiduo participante. Uno de los temas periódicos era la no goticidad de Robert Smith y sus muchachos. Las bizantinas disputas estaban por fortuna inoculadas de sarcasmos y alusiones personales que me divertían sobremanera. Parecía que todos se conocían al menos de vista. Ahora sé que los antisociales, quieran o no, frecuentan zonas tribales: El Chopo, el Dada X, el Café Bizarro, etc. Y comprendo que compartir un foro con alguien que tiene tus mismos gustos es una razón más para proferir insultos.
Pero a mí no me conocían, porque yo no vestía de negro ni bailaba rolas de Depeche Mode, ni usaba playeras de Christian Death, tampoco en mi cuarto colgaba pósters de Siouxie ni me enteraba de los conciertos de London Alfter Midnight. Apenas, muy apenas en cuestión de tiempo, me gustaba The Cure.
Tendría que hacer algún apunte acerca de mi personalidad, de mis ocultas fallas psíquicas, que posiblemente coadyuvaron para mi destrucción moral, pero prefiero contarlo sin esas teorías inconfiables.
Resulta que fui conociendo poco a poco en persona a los miembros de aquel foro. Especialmente a las miembras. Pienso que ocurría al hacerlo una decepción interesante. Disfrutaba en cierta medida la rareza de esa gente hasta que descubría que eran muy parecidos a cualquiera. Demasiado humanos, dijera un nietzscheano. Pero en una ocasión, ya se imaginan, sí, en efecto. Pasó eso.
Se llamaba Claudia. Sí, se llamaba, porque estoy seguro que luego de mandarme a la chingada, se evaporó de la tierra.
No era gótica ni dark ni cualquier otra denominación. Sólo era fan de The Cure. Y ellos iban a venir por primera vez a México. Fuimos al Palacio de los Deportes. ¿Por qué no se llama el palacio de los conciertos o, mejor, la bola extraña de los conciertos? Porque ni parece palacio ni creo se practiquen deportes allí. Sé bien que escribí esto para demorar mi confesión.
Fuimos. Vimos a un gordito. Piggy in the concert. Estuvimos eufóricos, cantamos, en realidad ella cantó, yo tararé porque el inglés no me sale. Por cierto no entendíamos nada de lo que decía entre canción y canción. Pinche acento inglés. Al final, era muy tarde para que ella volviera a su casa. Paramos en un hotel. Planeábamos dormir. Encendí el radio y allí estaba The Cure. Una buena señal, pensé yo, una mala, dijo ella, porque es una rola depresiva. Remember the first time when I told you I love you…
Nuestro personal after show fue un before show. Nos veíamos todos los días. Fue la etapa Close to me. La de las mentiras amorosas, ¿piadosas? Acaso la más cruel de todas. Uno no debería nunca confesar su enamoramiento porque no encuentro nada más vergonzoso que eso. Además de ser algo tan encasilladamente romántico.
No sé la frontera ni el trecho de días que separaron esa primera era de la segunda que bauticé como la Just Like Heaven. En ese tiempo se me ocurrieron dos títulos para sendos poemarios: Días de orgasmos y de mieses y La vuelta al mundo en ochenta hoteles. Lástima que no soy poeta y no los pude hacer.
En una de esas fallidas pretensiones poéticas que hacía pasar por versos escribí: nuestro amor no cabe en los hoteles. El mal decasílabo buscaba convencer a Claudia de mi interés de vivir con ella. Sí, lamentablemente, la convencí.
Sin dinero, sin trabajo, sin razón de hecho, calculé que convenía rentar una pequeña habitación antes de continuar gastando en hoteles. Eso calculé, pero yo no decía calculé, sino calculamos, así como decía ‘nuestro’ y no ‘mi amor’.
No sólo por el dinero, vivimos miserablemente. Viví, pues. Supongo que ella también, yo me encargué de eso. Hubiera sido la fase Let’s go to the bed, si no fuera porque fue más rudo y dramático que esos acordes pegajosos. He olvidado un pequeño detalle: los celos.
Ya viviendo juntos, fuimos al UTA underground, a una noche ochentera, encontré a un par de chicas del viejo foro gótico, que ya ni siquiera recordaba, una de ellas subió a cantar con un grupo 10:15 at Saturday Night.
--¿Por qué te le quedas viendo, la conoces?
--Me le quedo viendo porque está cantando, la veo como todos la ven.
--No es cierto, tú te le quedas viendo de otra forma y no me gusta. No me beses.
--…
--Sí la conoces ¿verdad? Por eso no me respondiste.
--La conocí hace tiempo, pero ya, no es importante.
--¿En dónde la conociste?
--En el foro, y luego salimos unas veces.
--Ah, salieron juntos varias veces. Eso no es lo mismo que conocerla. No me abraces. Ya sabes que no me gusta que me mientas.
--No te mentí, ya no sigas.
--¿Cómo se llama?
--Paola.
--Ah, ella es Paola. La que nació el mismo día que tú, con la que tenías un vínculo especial, sólo por eso. No te me acerques. Yo nunca voy a tener eso porque no puedo cambiar mi fecha de nacimiento ni puedo cantar así, aunque ella es pésima cantando y se ve que es una puta.
--No mames, no empieces con tus pendejadas.
--Ay, sí, no quieres que insulte a tus pinches amiguitas, ¿pero tú sí me insultas a mí, verdad?
No me gusta recordar esto. Me sorprende que recuerde tan exactamente esos diálogos. Aunque no muy bien lo siguiente. Estuvimos todavía como una hora discutiendo. Hasta que se salió del lugar y se subió a un taxi. Eso me molestó tremendamente porque teníamos poco dinero y ya habíamos gastado en el cover sin aprovecharlo e iba a pagar un taxi. Luego no sabía qué dirección decirle al taxista; yo le pedí que nos llevara a casa, pero ella pidió que nos llevara a otro lugar. Le dijo que yo era un mentiroso. Él no tenía ni idea, pero alguien inculca a los taxistas el ser metiches. Procuró reconciliarnos y nos condujo a un hotel, lo cual yo consideraba un impresionante desperdicio. Allí volvimos a discutir. Me tenía totalmente fastidiado. Me puse a ver una película porno. Mi gritó muchas groserías y le respondí con otras tantas. Nos separamos después de esa noche.
In Between Days. Es imposible terminar la primera vez que uno quiere terminar con una relación importante. Siempre hay días intermedios en los que uno extraña, en los que no resulta fácil recordar los defectos del otro, en los que uno piensa en lo bueno, en lo gozoso. Pero en esos días intermedios uno hace lo que la pareja dice que no debes hacer. Bueno, ella lo hizo, quizá yo lo hice.
Conoció a una chica que le caía muy bien, según me dijo. Tal chava vivía con su novio y les gustaba hacer fiestas. Claudia empezó a frecuentarlos. Un día no quiso salir conmigo porque quería hablar con su amiga que estaba molesta por alguna causa. Yo intuí el motivo.
Debo decir que olvidé otro pequeño detalle. Un periodo Why Can’t I Be You. Cuando el cinismo se disfrazó de confianza, comenzamos a contarnos anécdotas. Ella me decía que sólo lograba venirse visualizando a una mujer desnuda. Añadió un recuento de los besos que se daba con ciertas compañeras de la secundaria. Así que una noche procuramos un juego. Ella se vistió de mí y yo de ella. Platicamos invertidamente. Me parece ahora que fue claro que no teníamos nada común, excepto The Cure y que si no nos gustábamos invirtiendo roles, tampoco con los usuales. Nuestro lúdico intento de transformarnos fue un fracaso. ¡Y sigo diciendo nuestro!
--¿Solucionaste el problema con tu amiga?
--No, yo no entiendo a esa gente, ya no importa, sólo que tú y yo volvamos a estar juntos.
--¿Por qué se había enojado contigo?
--Por una confusión, luego te cuento.
--¿Te acostaste con ella?
--No…
--¿De verdad?
--No, la verdad sí me ponía nerviosa, pero no pasó nada entre nosotras, sólo que…
--¿Qué?
--Su novio se quiso aprovechar de eso. Me besó a la fuerza en un momento en que entré al baño y ella nos vio y pensó que había algo entre él y yo.
--¿Te acostaste con su novio?
--No…
--Pero hubo algo, ¿o no?
--Con él no, pero sí me acosté con otro.
--¿Por qué?
--Porque tenía mucho enojo. Ya tenía sueño y me fui a acostar a una recámara. Allí estaba. Ni siquiera me gustó. Sólo que él comenzó a manosearme. Y me dio coraje. Por eso me lo cogí. Y me sentí muy mal después.
--¿Y luego qué pasó?
--Él se quedó durmiendo ahí y yo fui a la sala de nuevo, ya estaban durmiendo los otros, me acosté entre dos y ellos empezaron a tocarme.
--¿Y lo hiciste con ellos?
--No. Ya no, porque me cae mal que tengan novia y quieran con otra.
--Está bien, yo también tuve algo con alguien.
Después de ese regreso, hubo otras despedidas y otros retornos. Pero el eterno retorno no existe. El corazón, el espíritu, yo qué sé, algo se va desgastando. Algo se rompe de pronto un día. Ni siquiera por algo grave, por una pinche gota se derrama el vaso. Las tardes siguientes después de cortar con ella definitivamente, estuve viendo sus fotos. El lapso último: Pictures Of You. La había mandado al infierno, le había dicho que ya no quería saber nunca jamás nada de ella. Una semana después, la llamé arrepentido y me respondió la voz de un hombre un tanto somnolienta. Ella luego, casi sonriente me dijo que no la molestara más, y me colgó. Tenía una fotografía suya en mi pared. La golpeé. Me masturbé sobre ella, la rompí. Escuché Disintregretion y me puse a llorar. Durante meses no había vuelto a oír nada de ellos porque me enloquecían los recuerdos.
Aquel descubrimiento, nadería dirán algunos, fue significativo en mi vida. Lo juro por Dios, aunque sé muy bien que soy ateo, mi juramento debe ser considerado doblemente comprometido por el hecho mismo del ateísmo. Como esto es un cuento no cuento con tiempo para detenerme en las explicaciones de tan irrefutable verdad.
Mediante Google, excursioné en múltiples sitios dedicados a esta banda británica, hasta toparme con un foro dizque gótico donde decidí registrarme y ser asiduo participante. Uno de los temas periódicos era la no goticidad de Robert Smith y sus muchachos. Las bizantinas disputas estaban por fortuna inoculadas de sarcasmos y alusiones personales que me divertían sobremanera. Parecía que todos se conocían al menos de vista. Ahora sé que los antisociales, quieran o no, frecuentan zonas tribales: El Chopo, el Dada X, el Café Bizarro, etc. Y comprendo que compartir un foro con alguien que tiene tus mismos gustos es una razón más para proferir insultos.
Pero a mí no me conocían, porque yo no vestía de negro ni bailaba rolas de Depeche Mode, ni usaba playeras de Christian Death, tampoco en mi cuarto colgaba pósters de Siouxie ni me enteraba de los conciertos de London Alfter Midnight. Apenas, muy apenas en cuestión de tiempo, me gustaba The Cure.
Tendría que hacer algún apunte acerca de mi personalidad, de mis ocultas fallas psíquicas, que posiblemente coadyuvaron para mi destrucción moral, pero prefiero contarlo sin esas teorías inconfiables.
Resulta que fui conociendo poco a poco en persona a los miembros de aquel foro. Especialmente a las miembras. Pienso que ocurría al hacerlo una decepción interesante. Disfrutaba en cierta medida la rareza de esa gente hasta que descubría que eran muy parecidos a cualquiera. Demasiado humanos, dijera un nietzscheano. Pero en una ocasión, ya se imaginan, sí, en efecto. Pasó eso.
Se llamaba Claudia. Sí, se llamaba, porque estoy seguro que luego de mandarme a la chingada, se evaporó de la tierra.
No era gótica ni dark ni cualquier otra denominación. Sólo era fan de The Cure. Y ellos iban a venir por primera vez a México. Fuimos al Palacio de los Deportes. ¿Por qué no se llama el palacio de los conciertos o, mejor, la bola extraña de los conciertos? Porque ni parece palacio ni creo se practiquen deportes allí. Sé bien que escribí esto para demorar mi confesión.
Fuimos. Vimos a un gordito. Piggy in the concert. Estuvimos eufóricos, cantamos, en realidad ella cantó, yo tararé porque el inglés no me sale. Por cierto no entendíamos nada de lo que decía entre canción y canción. Pinche acento inglés. Al final, era muy tarde para que ella volviera a su casa. Paramos en un hotel. Planeábamos dormir. Encendí el radio y allí estaba The Cure. Una buena señal, pensé yo, una mala, dijo ella, porque es una rola depresiva. Remember the first time when I told you I love you…
Nuestro personal after show fue un before show. Nos veíamos todos los días. Fue la etapa Close to me. La de las mentiras amorosas, ¿piadosas? Acaso la más cruel de todas. Uno no debería nunca confesar su enamoramiento porque no encuentro nada más vergonzoso que eso. Además de ser algo tan encasilladamente romántico.
No sé la frontera ni el trecho de días que separaron esa primera era de la segunda que bauticé como la Just Like Heaven. En ese tiempo se me ocurrieron dos títulos para sendos poemarios: Días de orgasmos y de mieses y La vuelta al mundo en ochenta hoteles. Lástima que no soy poeta y no los pude hacer.
En una de esas fallidas pretensiones poéticas que hacía pasar por versos escribí: nuestro amor no cabe en los hoteles. El mal decasílabo buscaba convencer a Claudia de mi interés de vivir con ella. Sí, lamentablemente, la convencí.
Sin dinero, sin trabajo, sin razón de hecho, calculé que convenía rentar una pequeña habitación antes de continuar gastando en hoteles. Eso calculé, pero yo no decía calculé, sino calculamos, así como decía ‘nuestro’ y no ‘mi amor’.
No sólo por el dinero, vivimos miserablemente. Viví, pues. Supongo que ella también, yo me encargué de eso. Hubiera sido la fase Let’s go to the bed, si no fuera porque fue más rudo y dramático que esos acordes pegajosos. He olvidado un pequeño detalle: los celos.
Ya viviendo juntos, fuimos al UTA underground, a una noche ochentera, encontré a un par de chicas del viejo foro gótico, que ya ni siquiera recordaba, una de ellas subió a cantar con un grupo 10:15 at Saturday Night.
--¿Por qué te le quedas viendo, la conoces?
--Me le quedo viendo porque está cantando, la veo como todos la ven.
--No es cierto, tú te le quedas viendo de otra forma y no me gusta. No me beses.
--…
--Sí la conoces ¿verdad? Por eso no me respondiste.
--La conocí hace tiempo, pero ya, no es importante.
--¿En dónde la conociste?
--En el foro, y luego salimos unas veces.
--Ah, salieron juntos varias veces. Eso no es lo mismo que conocerla. No me abraces. Ya sabes que no me gusta que me mientas.
--No te mentí, ya no sigas.
--¿Cómo se llama?
--Paola.
--Ah, ella es Paola. La que nació el mismo día que tú, con la que tenías un vínculo especial, sólo por eso. No te me acerques. Yo nunca voy a tener eso porque no puedo cambiar mi fecha de nacimiento ni puedo cantar así, aunque ella es pésima cantando y se ve que es una puta.
--No mames, no empieces con tus pendejadas.
--Ay, sí, no quieres que insulte a tus pinches amiguitas, ¿pero tú sí me insultas a mí, verdad?
No me gusta recordar esto. Me sorprende que recuerde tan exactamente esos diálogos. Aunque no muy bien lo siguiente. Estuvimos todavía como una hora discutiendo. Hasta que se salió del lugar y se subió a un taxi. Eso me molestó tremendamente porque teníamos poco dinero y ya habíamos gastado en el cover sin aprovecharlo e iba a pagar un taxi. Luego no sabía qué dirección decirle al taxista; yo le pedí que nos llevara a casa, pero ella pidió que nos llevara a otro lugar. Le dijo que yo era un mentiroso. Él no tenía ni idea, pero alguien inculca a los taxistas el ser metiches. Procuró reconciliarnos y nos condujo a un hotel, lo cual yo consideraba un impresionante desperdicio. Allí volvimos a discutir. Me tenía totalmente fastidiado. Me puse a ver una película porno. Mi gritó muchas groserías y le respondí con otras tantas. Nos separamos después de esa noche.
In Between Days. Es imposible terminar la primera vez que uno quiere terminar con una relación importante. Siempre hay días intermedios en los que uno extraña, en los que no resulta fácil recordar los defectos del otro, en los que uno piensa en lo bueno, en lo gozoso. Pero en esos días intermedios uno hace lo que la pareja dice que no debes hacer. Bueno, ella lo hizo, quizá yo lo hice.
Conoció a una chica que le caía muy bien, según me dijo. Tal chava vivía con su novio y les gustaba hacer fiestas. Claudia empezó a frecuentarlos. Un día no quiso salir conmigo porque quería hablar con su amiga que estaba molesta por alguna causa. Yo intuí el motivo.
Debo decir que olvidé otro pequeño detalle. Un periodo Why Can’t I Be You. Cuando el cinismo se disfrazó de confianza, comenzamos a contarnos anécdotas. Ella me decía que sólo lograba venirse visualizando a una mujer desnuda. Añadió un recuento de los besos que se daba con ciertas compañeras de la secundaria. Así que una noche procuramos un juego. Ella se vistió de mí y yo de ella. Platicamos invertidamente. Me parece ahora que fue claro que no teníamos nada común, excepto The Cure y que si no nos gustábamos invirtiendo roles, tampoco con los usuales. Nuestro lúdico intento de transformarnos fue un fracaso. ¡Y sigo diciendo nuestro!
--¿Solucionaste el problema con tu amiga?
--No, yo no entiendo a esa gente, ya no importa, sólo que tú y yo volvamos a estar juntos.
--¿Por qué se había enojado contigo?
--Por una confusión, luego te cuento.
--¿Te acostaste con ella?
--No…
--¿De verdad?
--No, la verdad sí me ponía nerviosa, pero no pasó nada entre nosotras, sólo que…
--¿Qué?
--Su novio se quiso aprovechar de eso. Me besó a la fuerza en un momento en que entré al baño y ella nos vio y pensó que había algo entre él y yo.
--¿Te acostaste con su novio?
--No…
--Pero hubo algo, ¿o no?
--Con él no, pero sí me acosté con otro.
--¿Por qué?
--Porque tenía mucho enojo. Ya tenía sueño y me fui a acostar a una recámara. Allí estaba. Ni siquiera me gustó. Sólo que él comenzó a manosearme. Y me dio coraje. Por eso me lo cogí. Y me sentí muy mal después.
--¿Y luego qué pasó?
--Él se quedó durmiendo ahí y yo fui a la sala de nuevo, ya estaban durmiendo los otros, me acosté entre dos y ellos empezaron a tocarme.
--¿Y lo hiciste con ellos?
--No. Ya no, porque me cae mal que tengan novia y quieran con otra.
--Está bien, yo también tuve algo con alguien.
Después de ese regreso, hubo otras despedidas y otros retornos. Pero el eterno retorno no existe. El corazón, el espíritu, yo qué sé, algo se va desgastando. Algo se rompe de pronto un día. Ni siquiera por algo grave, por una pinche gota se derrama el vaso. Las tardes siguientes después de cortar con ella definitivamente, estuve viendo sus fotos. El lapso último: Pictures Of You. La había mandado al infierno, le había dicho que ya no quería saber nunca jamás nada de ella. Una semana después, la llamé arrepentido y me respondió la voz de un hombre un tanto somnolienta. Ella luego, casi sonriente me dijo que no la molestara más, y me colgó. Tenía una fotografía suya en mi pared. La golpeé. Me masturbé sobre ella, la rompí. Escuché Disintregretion y me puse a llorar. Durante meses no había vuelto a oír nada de ellos porque me enloquecían los recuerdos.
Hoy, sin embargo, he oído Bloodflowers mientras escribía. Encontré la cura, yo creo.
11 feb 2008
Por un Aguas Idol 2009
Jorge Esquinca, José Javier Villarreal y José Luis Rivas son los villanos de moda en los suplementos literarios de México. Su pecado ha sido declarar desierto el premio más importante de poesía en nuestro país. ¿Esto acaso significa que la poesía mexicana entró en crisis? No lo creo, es decir, en todo caso, ya estaba así desde hace varios años.
Se les ha recordado a los jurados que ellos recibieron ese mismo premio polémicamente, ya que su calidad no está plenamente probada y que está en entredicho la capacidad de sus respectivas obras para perdurar. Pero que yo sepa nadie les ha espetado con franqueza que son poetas mediocres.
Recuerdo en el 2004 a Shelley, con su gesto de amarga hondura, decirme: Voy a darle 250 mil pesos a un poemario que no me gusta. ¿Por qué no se declaró desierto en ese año? Yo qué sé. Tampoco sé quién ganó en ese año. Así que no es personal.
Se les ha recordado a los jurados que ellos recibieron ese mismo premio polémicamente, ya que su calidad no está plenamente probada y que está en entredicho la capacidad de sus respectivas obras para perdurar. Pero que yo sepa nadie les ha espetado con franqueza que son poetas mediocres.
Recuerdo en el 2004 a Shelley, con su gesto de amarga hondura, decirme: Voy a darle 250 mil pesos a un poemario que no me gusta. ¿Por qué no se declaró desierto en ese año? Yo qué sé. Tampoco sé quién ganó en ese año. Así que no es personal.
Pero para mejorar la poesía mexicana propongo que para el próximo año el Aguascalientes se modernice y se vuelva una especie de American Idol, un Aguas Idol, que se trasmita por Canal 22, en el cual veamos a cada poeta presentarse ante tres jurados, lo clásico: el bueno, el malo y el feo. Christopher Domínguez podría ser el malo, ya que si en algo coincide el medio literario mexicano es que Cristóforo es un mamón. El feo podría ser Huberto Batis, aunque no deben faltar candidatos para el puesto. La buena podría ser Rosa Beltrán, aún cuando no la he leído, me bastó ver su figura para saber que era una buena escritora.
Me imagino a cada poeta diciendo, instantes antes de leer sus textos, su poética y reseñando una anécdota personal acerca del esfuerzo que le costó presentarse al concurso. Sería muy conmovedor. Y así también veríamos uno por uno a los doscientos participantes salir apaleados por los jueces y mentándoles la madre.
Si yo fuera jurado y si me tocara ser el malo, el rol divertido en tales casos, y se presentara, digamos, José Luis Rivas a leerme “Con vuelo ligero…” por ejemplo, que dice:
Con vuelo ligero,
grácil,
va sorteando
espinas de rosal por el codillo
de una rama,
y como prendedor
se posa,
nuncio de mayo
una libélula morada.
Primero, no lucharía por aguantarme la risa, después torcería la boca para inquirirle: ¿así que te gustan las libélulas, eh? Lindo, ¿por qué no intentaste dar un saltitos de bailarina mientras recitabas? ¿O por qué no lanzaste claveles y jazmines? Deberías al menos cambiarle el título, llama a tu texto: Qué bonita es la primavera. Y lo despediría. Incluso en el papel de jurado bueno, me sería difícil decirle algo positivo.
Si después llegara Jorge Esquinca a leer su poema “Abril”, que dice:
Mientras nosotros escribimos
la vida pasa fuera con su lámpara
Mientras nosotros amamos
Todo lo escrito carece de importancia
Mientras bebemos y cantamos
el amor nos traspasa sin herirnos
Mientras estamos aquí
algo sucede
Tal vez abril
Primero, lo miraría directamente a los ojos, ¿te sientes Rey?, le preguntaría. ¿Eres de la nobleza y precisas del plural mayestático? Utilizar el ‘nosotros’ si no eres de sangre azul para referirte a ti mismo es propio de cobardes y de imbéciles. Y si te refieres a la humanidad entera o a todos tus amigos o a tu pareja con ese ‘nosotros’, también es pura imbecilidad. Y si lo escrito carece de importancia, ¿para qué escribes? ¿Para qué leerte? Y eso de que el amor traspasa sin herir, qué horror, ¿eres un poeta que canta al amor que no hiere, que es políticamente correcto? “Mientras estamos aquí / algo sucede” ¿No se te ocurrió nada mejor para debilitar más el final del pseudopoema? No conmueves, no impactas, empleas una formulita vieja. Muy mal, no pasas a la siguiente ronda.
Y si me tocara ser el bueno, tal vez diría que no está del todo mal, pero que es verdad eso de la primera persona, que es algo indispensable para confiar en la voz poética y que sí, en efecto, suena anticuado y no merece ir a Hollywood, digo, al Aguas Idol 2009.
Me imagino a cada poeta diciendo, instantes antes de leer sus textos, su poética y reseñando una anécdota personal acerca del esfuerzo que le costó presentarse al concurso. Sería muy conmovedor. Y así también veríamos uno por uno a los doscientos participantes salir apaleados por los jueces y mentándoles la madre.
Si yo fuera jurado y si me tocara ser el malo, el rol divertido en tales casos, y se presentara, digamos, José Luis Rivas a leerme “Con vuelo ligero…” por ejemplo, que dice:
Con vuelo ligero,
grácil,
va sorteando
espinas de rosal por el codillo
de una rama,
y como prendedor
se posa,
nuncio de mayo
una libélula morada.
Primero, no lucharía por aguantarme la risa, después torcería la boca para inquirirle: ¿así que te gustan las libélulas, eh? Lindo, ¿por qué no intentaste dar un saltitos de bailarina mientras recitabas? ¿O por qué no lanzaste claveles y jazmines? Deberías al menos cambiarle el título, llama a tu texto: Qué bonita es la primavera. Y lo despediría. Incluso en el papel de jurado bueno, me sería difícil decirle algo positivo.
Si después llegara Jorge Esquinca a leer su poema “Abril”, que dice:
Mientras nosotros escribimos
la vida pasa fuera con su lámpara
Mientras nosotros amamos
Todo lo escrito carece de importancia
Mientras bebemos y cantamos
el amor nos traspasa sin herirnos
Mientras estamos aquí
algo sucede
Tal vez abril
Primero, lo miraría directamente a los ojos, ¿te sientes Rey?, le preguntaría. ¿Eres de la nobleza y precisas del plural mayestático? Utilizar el ‘nosotros’ si no eres de sangre azul para referirte a ti mismo es propio de cobardes y de imbéciles. Y si te refieres a la humanidad entera o a todos tus amigos o a tu pareja con ese ‘nosotros’, también es pura imbecilidad. Y si lo escrito carece de importancia, ¿para qué escribes? ¿Para qué leerte? Y eso de que el amor traspasa sin herir, qué horror, ¿eres un poeta que canta al amor que no hiere, que es políticamente correcto? “Mientras estamos aquí / algo sucede” ¿No se te ocurrió nada mejor para debilitar más el final del pseudopoema? No conmueves, no impactas, empleas una formulita vieja. Muy mal, no pasas a la siguiente ronda.
Y si me tocara ser el bueno, tal vez diría que no está del todo mal, pero que es verdad eso de la primera persona, que es algo indispensable para confiar en la voz poética y que sí, en efecto, suena anticuado y no merece ir a Hollywood, digo, al Aguas Idol 2009.
10 feb 2008
La pura vida adánica
ANTONIO: Tengo la llave de un candado que abre un lugar donde dos días a la semana me siento a conversar con quien aparezca o a mirar el pasto bebiendo café, oyendo jazz. La pura vida adánica.
ADÁN: Soy agua que se contamina estérilmente. Un fallido fruto, ya pútrido. ¿Puedo pasar a platicar?
ANTONIO: Claro, pásale. ¿Qué escribes?
ADÁN: Nada. No sé emplear la escritura. No conozco de palabras ni de papeles. Sólo estoy solo. Sólo necesito compañía. Necesito una pareja como el resto de los animales, ¿por qué yo he de ser el animal más solitario?
ANTONIO: No exageres. No me acuerdo cuáles, pero hay unos que creo que ni se reproducen. (Pausa mientras reflexiona en la tontería que acaba de decir) Bueno, no sé. El punto es que así estás bien; Adán, yo que tú me acariciaba las costillas y me ponía a sonreír. Y sobre todo, nada de sueños.
FREUD: Mmm, (apuntando algo en una libreta) conque nada de sueños.
ADÁN: ¿Él quién es? Creí que tú también estabas solo.
ANTONIO: (Minimizando el comentario de Adán) Así es la onda en los teatralismos.
ADÁN: Planeo pedirle un favor a Dios.
ANTONIO: No me digas, ya me imagino. Pero, ¿cómo te explicaré? ¿No te lo quieres pensar otro poquito?
ADÁN: Son largos mis días, es yermo mi edén. Soy un eremita que tristea, mientras las criaturas todas, los árboles y el agua, deleitándose desfilan.
ÁRBOL: Yo no desfilo. Soy un soldado eficaz, pero yo no marcho, simplemente me marchito.
ADÁN: A mí me parece que desfilan de una u otra forma. Acaso hacia el cielo o hacia las profundidades, saben germinar, florecer. Yo soy el único que se pudre sin remedio.
ANTONIO: Pues yo creo que deberías escribir y olvidarte de pedirle frías a Dios.
ADÁN: ¿Frías?
ANTONIO: Un mexicanismo.
ADÁN: ¿Mexicanismo?
ANTONIO: Ahora resulta que tú no sabes nada. Te haces tonto, nada más. Frías, hombre, tortillas frías, cuando vas con tu vecina a rogarle por tortillas frías, así se solía decir aquí porque antes había muy pocas lesbianas, o quizá eran closeteras, ya que hoy dices tortillera y te vienen imágenes de sensuales ninfas besándose, y también antes eran muy baratas, no las levis, sino el kilo de tortillas, y ahora con el PAN, no con el de trigo, sino con el partido político, pues ya ves, ya de nuestra suave patria la superficie no es el maíz, sino que ya es importado de gringolandia y transgénico. Aun así me pareció oportuno usar la palabreja por aquello de las frígidas.
ADÁN: Siento que algo se me escapó de tu discurso. ¿Qué es mexicanismo?
ANTONIO: Pues en qué mundo vives, caray, yo no te voy a estar explicando todo. Ni que yo fuera Lezama Lima, coño. Un mexicanismo es un mexicanismo y punto.
MEXICANISMO: (Vestido de charro, con bigote y pistola) A güevo. Yo hablo como se me hinchan los güevos y nadie me va a decir cómo chingados hablar. ¿Y quién es el cabrón que me lo quiere impedir? (Empieza a echar tiros)
ADÁN: No sé, yo no entiendo de otra cosa que no sea la soledad. Si tan sólo tuviera una compañera.
ANTONIO: ¿Una? He ahí tu error, mi estimado, Adán. Y la primera que pasó enfrente de ti, porque yo no me creo lo de Lilith. (Morboso) ¿O debería? A ver, aquí en confianza, estamos entre cuates, luego yo también te cuento de unas chavas, ¿sí o no con la Lilith?
ADÁN: No sé de qué hablas. Mis manos no saben de otra piel que no sea la mía.
ANTONIO: Entonces ya sé cuál es tu problema.
ADÁN: La soledad.
ANTONIO: No, hombre, no, la falta de experiencia. Estás chavo. Y para mí que Dios se aprovechó de ti. Te debió presentar a varias y que tú escogieras. Lo que hizo no es de cuates.
ADÁN: Me gustaría que te explicaras porque Dios todavía no me ha presentado a nadie. Es justamente lo que yo quiero pedirle.
ANTONIO: Ya sé, ya sé. Hace las cosas al aventón y se le olvidan ciertos detalles, que yo sí que no se los perdonaba, aunque te voy a decir que se me hace sospechoso. ¿No será que Él te anda tirando la onda?
ADÁN: (Extremadamente ingenuo) ¿Cómo?
ANTONIO: O sea, pues sí, hombre, que te hace ojitos, te roza la pierna. Porque eso de hacerte a su imagen y semejanza, pues, se ha de identificar contigo, ¿no? luego si Él es amor, se ama a sí mismo y a ti también, y bueno, tú me entiendes. (Ya enfadado) A su edad y que siga soltero, algo significa.
ADÁN: A veces creo que te expresas de manera enredada.
ANTONIO: Si de un inicio no te dio compañera es porque de seguro Él te quiere por compañero. ¿Me entiendes? Le gustas o está encaprichado contigo, no sé, pero seguro te quiere para Él solito.
ADÁN: (Como comprendiendo por fin) ¡Oh!
ANTONIO: Te desea como hombre. (Se ríe) Creí que nunca iba a decir esa frase.
DIOS: ¿Adán, dónde estás?
ANTONIO: (Susurrando) Escóndete.
ADÁN: Aquí. ¿Y tú?
DIOS: Acá. ¿No tienes sueño?
ADÁN: Poquito.
DIOS: Duérmete. Y te daré una sorpresa.
ANTONIO: No le hagas caso, te va a violar.
ADÁN: (Bostezando) De acuerdo. Dormido soy. (Y duerme)
ANTONIO: Ni modo.
ADÁN: Soy agua que se contamina estérilmente. Un fallido fruto, ya pútrido. ¿Puedo pasar a platicar?
ANTONIO: Claro, pásale. ¿Qué escribes?
ADÁN: Nada. No sé emplear la escritura. No conozco de palabras ni de papeles. Sólo estoy solo. Sólo necesito compañía. Necesito una pareja como el resto de los animales, ¿por qué yo he de ser el animal más solitario?
ANTONIO: No exageres. No me acuerdo cuáles, pero hay unos que creo que ni se reproducen. (Pausa mientras reflexiona en la tontería que acaba de decir) Bueno, no sé. El punto es que así estás bien; Adán, yo que tú me acariciaba las costillas y me ponía a sonreír. Y sobre todo, nada de sueños.
FREUD: Mmm, (apuntando algo en una libreta) conque nada de sueños.
ADÁN: ¿Él quién es? Creí que tú también estabas solo.
ANTONIO: (Minimizando el comentario de Adán) Así es la onda en los teatralismos.
ADÁN: Planeo pedirle un favor a Dios.
ANTONIO: No me digas, ya me imagino. Pero, ¿cómo te explicaré? ¿No te lo quieres pensar otro poquito?
ADÁN: Son largos mis días, es yermo mi edén. Soy un eremita que tristea, mientras las criaturas todas, los árboles y el agua, deleitándose desfilan.
ÁRBOL: Yo no desfilo. Soy un soldado eficaz, pero yo no marcho, simplemente me marchito.
ADÁN: A mí me parece que desfilan de una u otra forma. Acaso hacia el cielo o hacia las profundidades, saben germinar, florecer. Yo soy el único que se pudre sin remedio.
ANTONIO: Pues yo creo que deberías escribir y olvidarte de pedirle frías a Dios.
ADÁN: ¿Frías?
ANTONIO: Un mexicanismo.
ADÁN: ¿Mexicanismo?
ANTONIO: Ahora resulta que tú no sabes nada. Te haces tonto, nada más. Frías, hombre, tortillas frías, cuando vas con tu vecina a rogarle por tortillas frías, así se solía decir aquí porque antes había muy pocas lesbianas, o quizá eran closeteras, ya que hoy dices tortillera y te vienen imágenes de sensuales ninfas besándose, y también antes eran muy baratas, no las levis, sino el kilo de tortillas, y ahora con el PAN, no con el de trigo, sino con el partido político, pues ya ves, ya de nuestra suave patria la superficie no es el maíz, sino que ya es importado de gringolandia y transgénico. Aun así me pareció oportuno usar la palabreja por aquello de las frígidas.
ADÁN: Siento que algo se me escapó de tu discurso. ¿Qué es mexicanismo?
ANTONIO: Pues en qué mundo vives, caray, yo no te voy a estar explicando todo. Ni que yo fuera Lezama Lima, coño. Un mexicanismo es un mexicanismo y punto.
MEXICANISMO: (Vestido de charro, con bigote y pistola) A güevo. Yo hablo como se me hinchan los güevos y nadie me va a decir cómo chingados hablar. ¿Y quién es el cabrón que me lo quiere impedir? (Empieza a echar tiros)
ADÁN: No sé, yo no entiendo de otra cosa que no sea la soledad. Si tan sólo tuviera una compañera.
ANTONIO: ¿Una? He ahí tu error, mi estimado, Adán. Y la primera que pasó enfrente de ti, porque yo no me creo lo de Lilith. (Morboso) ¿O debería? A ver, aquí en confianza, estamos entre cuates, luego yo también te cuento de unas chavas, ¿sí o no con la Lilith?
ADÁN: No sé de qué hablas. Mis manos no saben de otra piel que no sea la mía.
ANTONIO: Entonces ya sé cuál es tu problema.
ADÁN: La soledad.
ANTONIO: No, hombre, no, la falta de experiencia. Estás chavo. Y para mí que Dios se aprovechó de ti. Te debió presentar a varias y que tú escogieras. Lo que hizo no es de cuates.
ADÁN: Me gustaría que te explicaras porque Dios todavía no me ha presentado a nadie. Es justamente lo que yo quiero pedirle.
ANTONIO: Ya sé, ya sé. Hace las cosas al aventón y se le olvidan ciertos detalles, que yo sí que no se los perdonaba, aunque te voy a decir que se me hace sospechoso. ¿No será que Él te anda tirando la onda?
ADÁN: (Extremadamente ingenuo) ¿Cómo?
ANTONIO: O sea, pues sí, hombre, que te hace ojitos, te roza la pierna. Porque eso de hacerte a su imagen y semejanza, pues, se ha de identificar contigo, ¿no? luego si Él es amor, se ama a sí mismo y a ti también, y bueno, tú me entiendes. (Ya enfadado) A su edad y que siga soltero, algo significa.
ADÁN: A veces creo que te expresas de manera enredada.
ANTONIO: Si de un inicio no te dio compañera es porque de seguro Él te quiere por compañero. ¿Me entiendes? Le gustas o está encaprichado contigo, no sé, pero seguro te quiere para Él solito.
ADÁN: (Como comprendiendo por fin) ¡Oh!
ANTONIO: Te desea como hombre. (Se ríe) Creí que nunca iba a decir esa frase.
DIOS: ¿Adán, dónde estás?
ANTONIO: (Susurrando) Escóndete.
ADÁN: Aquí. ¿Y tú?
DIOS: Acá. ¿No tienes sueño?
ADÁN: Poquito.
DIOS: Duérmete. Y te daré una sorpresa.
ANTONIO: No le hagas caso, te va a violar.
ADÁN: (Bostezando) De acuerdo. Dormido soy. (Y duerme)
ANTONIO: Ni modo.
Antiplatónico (¿antipoético?)
Cerca del bosque cierra los ojos
su belleza olisquea, perfúmate
y tu mano en el lago humedece
para que nazca un río salado
en el que apures tu rostro y llenes
tu boca de un agridulce líquido
saboréalo y ama ese aroma
y busca al cisne escondido, hállalo
siente la rigidez de su cuello
con tu lengua hazle tantas caricias
como gotas de agua en los mares
doma su salvaje resistencia
ámalo con tus cinco sentidos
y goza el jardín de la entrepierna
Cógete al cisne salvaje...
su belleza olisquea, perfúmate
y tu mano en el lago humedece
para que nazca un río salado
en el que apures tu rostro y llenes
tu boca de un agridulce líquido
saboréalo y ama ese aroma
y busca al cisne escondido, hállalo
siente la rigidez de su cuello
con tu lengua hazle tantas caricias
como gotas de agua en los mares
doma su salvaje resistencia
ámalo con tus cinco sentidos
y goza el jardín de la entrepierna
Cógete al cisne salvaje...
8 feb 2008
Un néctar del ruido de las ideologías
Llegó a mis manos Política (Manual del usuario), una compilación de Eduardo Olivares que me hizo imaginar una fiesta de políticos y politólogos de todas las ideologías posibles; imaginé que si tal fiesta pudiera existir habría al menos un asesinato.
Me figuro a los políticos incapaces de llegar a un mínimo acuerdo, por ejemplo, el de cooperarse con equidad para ir a comprar cervezas. Platón empezaría a preguntarse si el que bebe poco debe sufragar la misma cantidad que un gran borracho. Proudhon diría que a él nadie le dice cuánto desembolsar, quizás gritaría que están atentando contra la libertad, que son unos tiranos; al oírlo, Marat pediría que lo expulsaran junto con todos los anarquistas, que sin ellos la reunión será mejor. Lenin, en secreto, ya hubiera organizado la exclusión de Proudhon. Stalin y Napoleón estarían pidiendo dinero cada uno por su cuenta. Gandhi se echaría en el piso para anunciar que no beberá. Jefferson y Roosvelt pasarían para que todos firmaran una hojita en la cual se consignaba el compromiso de realizar la elección de una comitiva que pudiera debatir el procedimiento para elegir el número preciso de cervezas a comprar y el monto que cada individuo está obligado a costear. Mientras unos se asociarían con perfidia a otros, más de alguno se mantendría apartado, ora apático, ora amargado, colérico por la inmoralidad, o resignado ante el desorden de las ideas humanas.
Total que las cervezas jamás llegarían.
En Política (Manual del usuario), hice conciencia de la faena utópica que ejerce el político, me refiero a la intención de bien comunicarse con el prójimo, que para unos debe ser siervo, para otros simple subordinado, o un semejante lleno de indolencia para los más progresistas. El Ethos del político, a qué dudarlo, es una búsqueda por sobresalir, por diferenciarse de la masa y, luego de ello, por establecer un orden adecuado para conservar su estatus de superioridad. A esto se le conoce, entre otras formas, como orden y progreso.
Ni los anarquistas difieren en esa característica ególatra del político. Pero siquiera los anarquistas me hacen reír con gusto y sin amargura, tal como a veces río cuando un criminal defiende al pueblo. ¿Quién diablos es el pueblo? Para mí ya es automático asociar los encomios al pueblo con las mayores atrocidades. Sabines tiene unos buenos versos acerca de esto, sin embargo, entre los más nefastos poemas del chiapaneco están sus loas a la revolución cubana. Escribió como una quinceañera enamorada de Fidel. ¿Luego de esos ripios qué autoridad poética tenía para criticar a la poesía política latinoamericana? Por otra parte, es verdad que era insufrible aquella retórica revolucionaria y es cierto en verdad que las únicas armas cargadas de futuro son las tarjetas de crédito.
Lo que ha hecho Eduardo Olivares en este libro, con su Política, me parece, ha sido extraer un néctar del ruido de las ideologías. Ha compilado una cantidad extraordinaria de sentencias que mezclan la alta y baja cultura. Así encontramos filósofos de la antigüedad, a clásicos de la filosofía política y a pensadores contemporáneos, pero también poetas, músicos, cineastas, dramaturgos e intelectuales que yacen fuera del canon como Emma Goldman, Jaucourt, Cándido Nocedal, y también personajes geniales como Nikito Nipongo, El Turista de la Corrupción y un tal Anónimo, que en ocasiones es verdaderamente genial.
Por ello, me pareció que Política es una invitación, o mejor, un reto, un modo de iniciar “el debate público y político que México debería tener”, como dice Alejandro Cienfuegos, porque ¿acaso uno debe quedarse callado luego de oír los disparates de los políticos? ¿Nos conviene enmudecer ante los sistemas de pensamiento rigurosamente dispuestos para encubrir sus contradicciones internas? ¿Ser indiferentes ante el pasmoso estruendo de la politiquería? No, si bien hace falta el silencio de la reflexión, también hace falta la cortesía de las primeras palabras para abrir un debate. Y el debate es a la democracia, si se me permite esta modesta analogía, como la cerveza es a una fiesta, entre más debates haya, mejor; y hasta que no se abra y se agote la última cerveza, la democracia no habrá terminado.
Me figuro a los políticos incapaces de llegar a un mínimo acuerdo, por ejemplo, el de cooperarse con equidad para ir a comprar cervezas. Platón empezaría a preguntarse si el que bebe poco debe sufragar la misma cantidad que un gran borracho. Proudhon diría que a él nadie le dice cuánto desembolsar, quizás gritaría que están atentando contra la libertad, que son unos tiranos; al oírlo, Marat pediría que lo expulsaran junto con todos los anarquistas, que sin ellos la reunión será mejor. Lenin, en secreto, ya hubiera organizado la exclusión de Proudhon. Stalin y Napoleón estarían pidiendo dinero cada uno por su cuenta. Gandhi se echaría en el piso para anunciar que no beberá. Jefferson y Roosvelt pasarían para que todos firmaran una hojita en la cual se consignaba el compromiso de realizar la elección de una comitiva que pudiera debatir el procedimiento para elegir el número preciso de cervezas a comprar y el monto que cada individuo está obligado a costear. Mientras unos se asociarían con perfidia a otros, más de alguno se mantendría apartado, ora apático, ora amargado, colérico por la inmoralidad, o resignado ante el desorden de las ideas humanas.
Total que las cervezas jamás llegarían.
En Política (Manual del usuario), hice conciencia de la faena utópica que ejerce el político, me refiero a la intención de bien comunicarse con el prójimo, que para unos debe ser siervo, para otros simple subordinado, o un semejante lleno de indolencia para los más progresistas. El Ethos del político, a qué dudarlo, es una búsqueda por sobresalir, por diferenciarse de la masa y, luego de ello, por establecer un orden adecuado para conservar su estatus de superioridad. A esto se le conoce, entre otras formas, como orden y progreso.
Ni los anarquistas difieren en esa característica ególatra del político. Pero siquiera los anarquistas me hacen reír con gusto y sin amargura, tal como a veces río cuando un criminal defiende al pueblo. ¿Quién diablos es el pueblo? Para mí ya es automático asociar los encomios al pueblo con las mayores atrocidades. Sabines tiene unos buenos versos acerca de esto, sin embargo, entre los más nefastos poemas del chiapaneco están sus loas a la revolución cubana. Escribió como una quinceañera enamorada de Fidel. ¿Luego de esos ripios qué autoridad poética tenía para criticar a la poesía política latinoamericana? Por otra parte, es verdad que era insufrible aquella retórica revolucionaria y es cierto en verdad que las únicas armas cargadas de futuro son las tarjetas de crédito.
Lo que ha hecho Eduardo Olivares en este libro, con su Política, me parece, ha sido extraer un néctar del ruido de las ideologías. Ha compilado una cantidad extraordinaria de sentencias que mezclan la alta y baja cultura. Así encontramos filósofos de la antigüedad, a clásicos de la filosofía política y a pensadores contemporáneos, pero también poetas, músicos, cineastas, dramaturgos e intelectuales que yacen fuera del canon como Emma Goldman, Jaucourt, Cándido Nocedal, y también personajes geniales como Nikito Nipongo, El Turista de la Corrupción y un tal Anónimo, que en ocasiones es verdaderamente genial.
Por ello, me pareció que Política es una invitación, o mejor, un reto, un modo de iniciar “el debate público y político que México debería tener”, como dice Alejandro Cienfuegos, porque ¿acaso uno debe quedarse callado luego de oír los disparates de los políticos? ¿Nos conviene enmudecer ante los sistemas de pensamiento rigurosamente dispuestos para encubrir sus contradicciones internas? ¿Ser indiferentes ante el pasmoso estruendo de la politiquería? No, si bien hace falta el silencio de la reflexión, también hace falta la cortesía de las primeras palabras para abrir un debate. Y el debate es a la democracia, si se me permite esta modesta analogía, como la cerveza es a una fiesta, entre más debates haya, mejor; y hasta que no se abra y se agote la última cerveza, la democracia no habrá terminado.
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