Por la fiereza de estos días, he
tomado tranquilizantes para dormir. Salí de la golpeada plaza pública hacia el
cuarto sin ventanas de los sueños. Allí donde las arbitrariedades del
inconsciente reflejan las injusticias que prevalecen en nuestro país como
arenas que permanentemente se tragan a valiosas vidas, buenas personas y muchos
propósitos de establecer por fin la justicia.
Sé que será para la nación fatal barrer
este momento de crisis. En este otoño lluvioso en el que las balas del gobierno
han sido disparadas contra los más jóvenes hijos de nuestra tierra, los vigorosos
maestros rurales. Esto ha oscurecido el otoño y si simplemente lo dejamos
pasar, vendrá un invierno más oscuro. Las luces navideñas serán incapaces de alumbrar
las calles de los crímenes y las fosas clandestinas, los campos envenenados de
drogas y armas, las celdas de los inocentes y el lugar donde se deciden las
tácticas de guerra del Estado.
Pero yo quiero contar lo que he
visto con el cuerpo inmóvil, con los párpados abajo y la mente rendida.
Vi que caminaba solo.
Caminaba en espiral, a ratos
retrocediendo y el resto de las personas también como perros tras su cola.
Todos daban vueltas.
¿Cuántas vueltas le daremos a
esto? Nunca podremos estar satisfechos en un país en el que se asesina a
quienes enseñan a leer y a escribir. No podemos estar satisfechos jamás si son
tratados como criminales quienes siembran la tierra. Nunca podremos estar
seguros si continúan los policías, el ejército y los políticos hermanados a la
delincuencia. No vivimos ni viviremos en paz simplemente porque nuestro cadáver
pueda desaparecer bajo una fosa ilegal. No es justo, no es fácil y no tendremos
dignidad hasta que en la voz de un campesino se reconozca mayor dignidad que en
quienes administran indignamente la soberanía mexicana.
No olvido que está escrito que el
sufrimiento no merecido es redentor, pero tampoco olvido que en el infierno
todavía se conserva la esperanza, que quienes desertan han atisbado la gran
ilusión de los que marchan. No puedo olvidar el espíritu de los espejismos.
Estoy sumido en el valle de
México, el valle de la desesperación, arraigado a la pesadilla mexicana.
Tengo una pesadilla, que un día
no muy lejano, un solo partido político gobernará todos los estados y todos los
municipios.
En mi pesadilla, el cerro de
Chapultepec será ocupado exclusivamente por el séquito de la pareja
presidencial, sin que tengan que tolerar la presencia de los pobres que hoy suelen
pasear cerca del Castillo que aún es público.
Yo tuve una pesadilla en la que
el estado de Guerrero, sofocado por el caliente aire de la injusticia, será
totalitariamente oprimido por un ejército de armas, por un retorno a la
esclavitud, por la muerte y sus fosas.
Yo tuve una pesadilla en la que
me alegraba de no tener hijos, pues tendría que educarlos en el conformismo, en
la miseria del egoísmo y la enajenación para no verlos sufrir humillaciones por
ser pobres.
Yo tuve esa pesadilla al
despertar esta mañana.
Yo tengo la pesadilla de que las
montañas del valle de México se caerán de vergüenza. Y toda la Sierra Madre del
Sur y la Sierra de Chiapas van a ser aplanadas por la ignominia de los
priistas. La Sierra Madre Oriental y la Sierra Madre Occidental habrán de
derrumbarse para que los señores del gobierno y de las drogas tengan caminos
más sencillos para desangrar al país.
Tengo fe en la esclavitud futura,
trabajaremos doce horas al día y perderemos tres horas más en el tráfico
bombardeados por anuncios y productos estafas. Jamás tendremos libertad:
Tú hueles a tragedia, tierra mía…
Si conozco el dolor es por tus
lágrimas
que están en mí aprendiendo a ser
lloradas…
Porque escribes tu nombre con la
X
que algo tiene de cruz y de
calvario
México, creo en ti
como creo en los clavos que te
sangran
en las espinas que hay en tu
corona.
Tengo esa pesadilla y esa fe.
Llegará el día en que México sea cementerio, cuernos de chivo y parejas
presidenciales haciendo fiestas y viajes.
¡La televisión gobernará! ¡El PRI
no tendrá opositores!
¡La esclavitud será una constante
por todo el Golfo de México! ¡Resonarán los látigos por los caminos del Sur! ¡Crujirán
las celdas por toda la costa del Pacífico!
Y cuando esto suceda, cuando
prevalezca la esclavitud en cada municipio y en cada pueblo, podremos acelerar
el sueño de los acaparadores de dinero y de los manipuladores de la
comunicación, la paz de las fosas clandestinas, la estabilidad, eso dice mi
pesadilla:
¡Tendremos un país estable!