MULTITUD: ¡No a la guerra! ¡Alto al terrorismo de Estado!
ANTONIO: Los entiendo, los apoyo, pero la embajada de Estados Unidos está muy lejos de mi casa.
MULTITUD: ¡El apático consciente se une al contingente!
JUDITH: La guerra es para la paz. La tranquilidad vale tanto que justifica el crimen. Que el griterío de muchos no ofusque la racionalidad política.
MULTITUD: ¡Alto al genocidio!
ANTONIO: Momento, a esta mujer tan guapa hay que dejarla hablar, aunque no escuchemos lo que vaya a decir.
JUDITH: Soy hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de José, hija de…
MULTITUD: ¡Hija de la chingada!
ANTONIO: No te enojes, ya ves cómo es la multitud, no lo tomes a mal, pero no nos interesan esos detalles, mejor dinos, ¿eres soltera?
JUDITH: Soy viuda desde hace tres años y cuatro meses.
ANTONIO: Y tan joven y tan bonita, yo pienso que ya es tiempo, tú sabes, no me digas que algunas noches no extrañas, porque yo también sé cómo es la soledad, y me parece que sería muy bueno que tú y yo, ¿verdad? Aprovechando que estamos, como quien dice, pues…
JUDITH: Desde entonces mi vida se la dedico al Señor.
ANTONIO: ¿Cuál señor?
JUDITH: El Señor de los Cielos.
ANTONIO: (aparte) Uy, es narcotraficante, pero es tan hermosa.
JUDITH: El prepara todos los caminos y sus juicios están de antemano previstos.
ANTONIO: Conque dogmático.
JUDITH: Por su espada vengadora y con sus golpes cayeron muertos los esclavos con sus príncipes.
ANTONIO: ¿Y qué le habían hecho los pobres esclavos?
JUDITH: Gracias a Él las hijas de los enemigos sufrieron el pillaje y el cautiverio, y sus despojos fueron repartidos entre su pueblo predilecto,
ANTONIO: O sea que es de armas tomar.
JUDITH: Por eso le pedí que descargara su indignación contra nuestro enemigos, que hiciera perecer tanto al esclavo como al jefe de ellos.
ANTONIO: Eres medio agresiva pero así te quiero, qué tal si te olvidas de la guerra y nos vamos a cenar o al cine o a un…
JUDITH: Tengo que quitarme este vestido de luto.
ANTONIO: Apoyo esa idea.
JUDITH: Me voy a vestir para una fiesta, debo maquillarme, y me voy a depilar las piernas, también a peinar y a perfumar. (Hace todo eso)
ANTONIO: Así te ves encantadora, chiquita.
JUDITH: Vamos ahora a buscar a Holofernes.
ANTONIO: No es que yo sea celoso, pero no le veo el caso, mejor aquí nosotros dos solitos, sobre todo porque es la primera vez, ya después con el tiempo veremos si buscamos a alguien más, que sea de confianza, dime, ¿tienes amigas guapas?
GUARDIA: ¿Quién eres tú?
ANTONIO: Oye, ese tono como que no me gusta.
JUDITH: Soy una hebrea pero huyo de mi pueblo, porque está a punto de convertirse en presa de ustedes. Quiero ver a Holofernes para darle… (suspira seductoramente) informaciones.
ANTONIO: Oye, en eso no habíamos quedado.
HOLOFERNES: A ver, acércate, mira, no tengas miedo, que nosotros queremos entrar en negociaciones de paz, simplemente queremos que se nos reconozca como un Estado, que se respeten nuestras fronteras y que, por lo pronto, haya un cese al fuego.
JUDITH: Mira, todo lo que yo te diga será verdad, lo juro por Dios, eres muy atractivo.
ANTONIO: ¡Oye, delante de mí! ¡Después de haberme jurado tantas cosas!
JUDITH: ¿Cómo te diré? Los hebreos la tienen chiquita. Déjame quedarme contigo, y yo te diré cómo debes atacarlos para que no sufras ninguna baja en tu ejército.
HOLOFERNES: Bueno, de hecho, ahorita íbamos a tener una reunioncita, unos cuates trajeron tequilita, chelas y un vinito chileno muy bueno.
JUDITH: Ay, me encantaría brindar contigo (se amarra al brazo de Holofernes), ay, ¿vas al gimnasio, verdad? Me parece muy bien porque como yo no acostumbro tomar, a lo mejor me caigo con dos o tres caballitos y tú me debes llevar a mi camita, ¿sí? ¿me prometes cuidarme?
ANTONIO: ¡Caraifa! Todas son iguales. Nomás llega un rey extranjero y ahí van de putas. Ora, pa’ que se le quite, me voy a emborrachar. ¡Y me va a extrañar la desdichada!
II
JUDITH: Ah, más Holofernes, más, más.
HOLOFERNES: Ya no puedo más, es que con esta guerra, pero si pronto hay un acuerdo de paz, vas a ver. Pero déjame ir por un cafecito y ahorita vuelvo.
JUDITH: No, nada de café, mejor recuéstate y déjame consentirte, para que después puedas dormir tranquilito.
HOLOFERNES: Ay, Judith, tienes la boca más… ay, Judith, me gustas cuando… ¡Judith! Ah, muchas gracias, eres, qué buena eres…
JUDITH: Ahora descansa, relájate, duérmete, papi, ahora me toca a mí cuidarte.
HOLOFERNES: Sí, ya me dio sueño. (Se duerme enseguida como tronco)
JUDITH: Ahora sí, por cumplirme a medias, vas a ver (toma una espada y lo degolla).
ANTONIO: Ya ni me acuerdo de ti, Judith, pero dime cómo has estado.
JUDITH: Traigo la cabeza de Holofernes.
ANTONIO: Ándale, de la que me salvé. Oye, ¿pues qué te hizo?
JUDITH: Yo no fui, en realidad fue mi Señor.
ANTONIO: ¿Ya andas con otro, desvergonzada?
JUDITH: Todo mi pueblo se alegrará al ver la sangre derramada, se llenarán de júbilo ante la venganza, sin Holofernes podrán ir mis hermanos a matar a placer, niños y ancianas, violarán mujeres y todo será felicidad, ¡Dios está con nosotros!
OTRA MULTITUD: ¡Viva Santa Judit!
ANTONIO: ¡Pero si es una puta! ¿No vieron lo que me hizo?
TINTORETTO: Puta, pero hermosa, por ende, perdonable.
MULTITUD: Tú, Judith engañadora, eres la gloria de Jerusalén, tus mentiras son el orgullo de Israel, bendito sea tu crimen por todos los siglos de los siglos. Amen.