29 dic 2012

Nuestro árbol


No se está muriendo nuestro árbol
su color frío
verde como el asombro
verde como el instante
en el umbral del amarillo.
Nuestro árbol a vivir
ha empezado y ha echado
sus dedos torcidos
a los días anteriores
al primer encuentro.
Sus manos ya han tocado
la puerta de tierra que un día
nos bloqueará el paso.
Nuestro árbol
no se teñirá de muerte
de esta vida no son sus raíces.

11 nov 2012

Una pequeña que no llora

Sobre los campos como semillas

como el vuelo lento de la luna
ha sido esparcida en el silencio
el ritmo de su brillo de maga.

Corre entre las venas de las manos
de quienes resisten bajo el sol
y de quienes aman bajo el sol
porque ella tiembla ante los amores
y frente al sol de las injusticias
lucha con mejillas desoladas.

Y sobre la tumba de los muertos
es una pequeña que no llora
una pequeña palabra verde
hebra de cabello de la vida
hierba sencilla de todas partes
eso es la poesía.

Otra poética

Trato de llenar de palabras el mundo
de contar los presentes del presente
los sucesivos dones del abrazo
de los sonidos y las visiones.

Los llantos, las nostalgias, las ausencias
son también fragmentos
de la danza de la belleza
cuya sonora sombra
canta y traza
el perfil de las palabras
que con delicado júbilo
mantienen viva
a la piedra
                  al agua
                                y al ritmo
          de esta fuente
que es
               el camino de nuestra vida.

10 nov 2012

La metafísica que inventaron los campesinos


Siento que hay dentro de mí un campesino. Quiero decir que para comprender lo que me ocurre uso una buena cantidad de conceptos, cuyo origen se remonta a los tiempos en los que la mayoría de las personas sobre la tierra se dedicaban a sembrar y a recolectar los frutos de su labor. Durante diez mil años los trabajos humanos estuvieron enraizados a la tierra. En las dos centurias recientes nos mudamos a la ciudad para trabajar sin aire libre, cada vez más ligados a la tecnología, a tal grado que no me parece mucha exageración escribir que vivimos en simbiosis con máquinas e instrumentos.

Sin embargo, diez mil años de historia dejan huella. Esos rastros están debajo del actuar cotidiano, en el sustrato de la mente, en los racimos de metáforas que florecen en cualquier plática. La forma en la que vemos al mundo está llena de tierra.

Un poco en broma y un poco en serio, dije en cierta ocasión que la metafísica la inventaron los campesinos. No sé si una afirmación así de contundente y así de ambigua sea comprensible. Pero ciertos fenómenos que son muy palpables para el campesino han marcado a todas las culturas. Evidentemente “cultura” proviene de cultivo. Uno lee libros, viaja o va a la escuela, entre otras cosas, para cultivarse: recibir cierta información y después producir. Si la tierra produce, entonces, a imagen y semejanza de ella, la gente produce. Por otra parte, si con los mismos elementos: sol, agua, tierra y aire, se engendra toda la vegetación, es porque hay algo que unifica lo diverso. Es al menos lo que piensa el campesino-metafísico que llevo dentro.

¿Apartarnos del campo ha sido un acto de madurez humana, una especie de desprendimiento de la protectora madre-tierra para probar por nosotros mismos nuevos rumbos? No lo sé, pero tal palabra, “madurez”, sin duda, pende de la rama de las palabras agrarias.

Espero no estar muy verde para tratar el tema de la madurez. Yo distingo cuando una fruta está madura porque las frutas para mí solamente sirven para ser comidas. En cambio, no siempre acierto con las personas, probablemente porque las personas no nacieron para ser comidas, sino para comer. En otras palabras, la madurez humana no tiene un propósito fijo o un sentido único, sino que cada quien deberá saber en qué sentido quiere crecer o qué nuevas semillas quiere sembrar.

Madurar, aun así, es un acto de desprendimiento. Las ramas que nos sujetan durante toda la infancia suelen ser los padres; los troncos son las tradiciones, y más abajo, esos mágicos fractales que llamamos raíces o cadenas de ADN.

Desde un punto de vista capitalista, madurar sería un desprendimiento económico de los padres: independizarse de ellos y, como fruto rodante, rodar y rodar con dinero y sin dinero. Pero está claro que el derrochar billetes más que un indicio de madurez, indica lo contrario. Es propio de la gente madura cuidar sus finanzas, moderarse en los gastos: atender y regar a tiempo sus cuentas bancarias.

Nos diferenciamos del resto de los animales porque aproximadamente una tercera parte de nuestra vida somos mantenidos. En la siguiente estación de la vida, nos toca producir, cambiar esos aires en los que crece la infancia, para caer en tierra y hacer un nuevo árbol familiar. Madurar es producir hijos o dinero, o ambos, al menos desde el punto de vista de la sociedad que vive en el fervor de la producción.

Hay otros puntos de vista, por supuesto. Hay quienes pueden entender la madurez como una autonomía más bien espiritual, en lugar de verla como un desenvolvimiento económico o una capacidad reproductiva.

Yo creo que la madurez exclusivamente humana es una habilidad para regular la propia conducta, para reconocer las prioridades y tener la entereza de conseguirlas, para no entusiasmarse demasiado con los caprichos y para no decepcionarse hasta el suelo con los problemas ineludibles.

Definiría la madurez como la estabilidad. Y tal estabilidad no es otra cosa que ser uno mismo. Esto también es la autonomía. En lugar de los padres, la propia conciencia y el propio esfuerzo; en vez de las tradiciones, las convicciones; y en lugar de las máscaras, el rostro real.

Cuesta trabajo, aunque parezca lo contrario, llegar a ser uno mismo. El camino más simple es ser como todos, seguir al rebaño, caer en el mismo sitio que todas las hojas de la generación. Sobra decir que es imposible desprenderse radicalmente de las tradiciones o del resto de la sociedad. Pero es posible ser auténtico, distinguirse entre la masa. Siento que la madurez es conseguir eso, una distinción aunque sea pequeña, un ego humilde.

Yo, que he dejado testimonios escritos de mis ideas pasadas y de algunas anécdotas, en ocasiones me avergüenzo de la inmadurez con la que lanzaba ciertas sentencias. Ahora trato de ser más cauto y quién sabe si en el futuro me ruborizaré de mis actuales juicios. Por ahora estoy contento con mi cuerpo y con mi mente. En medio del camino de mi vida me he topado con una selva oscura: mi propio yo. A pesar de que por debajo me sigan las raíces de un campesino metafísico.

La otra América

Me resulta muy agradable caminar por las calles del centro de Coyoacán cuando se quedan limpias de automóviles y a oscuras. Al salir del teatro el otro día experimenté la dicha de ignorar la prisa y de dar pasos sin rumbo. Aun sin pensar en direcciones encontré una silla y un café para permanecer un rato.

En unos pocos minutos había cruzado por Madrid y Viena, por Berlín, Londres y Bruselas. Ciertamente no me sentía entonces muy lejos de Europa. Para George Steiner dos elementos muy distintivos del Viejo Continente son la posibilidad de dar paseos y la de sentarse en un café. En ese sentido, a pesar de su indudable mexicanidad, Coyoacán es una zona un tanto europea. Lo cual no puede generalizarse con respecto al resto de la Ciudad de México porque… ¡es tan grande! Su enormidad tiende a dejar un regusto de irracionalidad. Así como hay números enteros y racionales, que son los que le dan prestigio de precisión a las matemáticas; hay números de otras clases, algunos muy extraños, sin ser tan raros los irracionales aturden un poco, incluso causan espantos a algunas buenas personas; del mismo modo existen ciudades enteras y racionales, y otras, como la mía, que está en constante crecimiento y reconstrucción, por lo cual hace falta clasificarla en el conjunto de las ciudades irracionales. No por esto deja de tener sus encantos: ciertas colonias, ciertos rincones y quizá la misma efervescencia de lo incesante es una de sus gracias, porque finalmente eso modela a quien aquí vive.

Cuando leí La idea de Europa me entraron deseos de invitarle a Steiner un Jarocho para preguntarle si consideraba la existencia de Coyoacán en su concepción de mundo --su Weltanschauung--. Porque por principio no sé si en la llamada Europa del Este, las ciudades y las personas encajan en esa idea de los cafecitos y los paseos; sí es posible que compartan la extensa herencia histórica de la cultura helenística y del cristianismo con su sustrato hebreo; pero yo no sé si esos pueblos eslavos que han creado canciones tan festivas compartirán el fatalismo y el decadentismo que llega a caracterizar al arte centroeuropeo. En otras palabras, me dio la impresión de que para Steiner, quizá el gran humanista del siglo XX, ni la otra Europa ni nuestra América vibran culturalmente en el mundo.

El humanismo del siglo XXI no debe olvidarse de los otros mundos que hay en el mundo. Algo de vergüenza debería darnos el poco caso que le prestamos a la literatura, a la historia y a la cultura en general de los asiáticos, de los africanos y de esos desconocidos países de Oceanía. Pero si este es un reto para los nuevos humanistas, la valoración del peso cultural que ha tenido América Latina en los dos últimos siglos no es desdeñable en lo absoluto.

Ya Hegel nos había jalado la cobija del Espíritu de la Historia, y Marx por más que puso de cabeza a Hegel no consiguió enderezar la historia de América. Hay una especie de obstrucción en la mirada, sea idealista o materialista, de la filosofía europea que no le permite apreciar nuestra América, cuya identidad es probablemente más ajena a los EUA que a la Europa mediterránea o a la Mitteleuropa.

Los hispanoamericanos podemos pasear por ciudades y pueblos, echarnos un cafecito, o más al sur un mate (el Sur también existe), conservamos la herencia de Atenas y Jerusalén en nuestras iglesias barrocas y nuestras facultades de filosofía y letras; también tenemos un lado fatalista, ahí está el tango y la música ranchera. Incluso podemos dar cuenta, como propusiera Goethe, de tres mil años de historia. Dentro de los cuales, además de Atenas y Jerusalén, heredamos algo de Machu Pichu y de Tenochtitlán. Es insoslayable que además de español y portugués, varios millones de americanos hablan alguna lengua amerindia.

Podría parecer que exagero al considerar que no se toma en cuenta el pensamiento latinoamericano en el resto del mundo. ¿No comenzó Foucault citando a Borges en uno de sus libros capitales? ¿No han sido reconocidos con el Nobel varios escritores latinoamericanos y no es verdad que otros tantos han sido ampliamente leídos? ¿No hay embajadores de la cultura iberoamericana por todas partes? Sin duda. Pero… ¿Qué hay de la gente que un lunes cualquiera platica a media calle con un capuccino en la mano como asumiendo que la vida es un ritmo pausado que no vale la pena acelerar? Quiero decir que aquí estamos con un pensamiento propio, herederos también de la cristiandad y de la Ilustración.

Hace poco, cuando murió Carlos Fuentes, sentí que México había perdido a su principal embajador cultural. A mi juicio él no era el mejor escritor mexicano, pero era, por mucho, el más conocido. Viven aún valiosísimos escritores: Fernando del Paso, Sergio Pitol, Eduardo Lizalde, y otro puñado de muy buenos literatos, pero que no han conseguido un renombre internacional, aunque sus virtudes literarias sean más notables que las de Fuentes y aunque reflejan la verdadera vida de México en sus textos.

Sabemos que el turista prefiere un recuerdito folklórico que un producto cotidiano, por ejemplo: un sombrero de charro en vez de una playera estampada con un diseño original, sobre todo si ese diseño es universalista, digamos una imagen que pudiera ser creada sin una huella geográfica específica. Si los seres humanos de verdad lográramos algún día ser ciudadanos del mundo, el turismo dejaría de ser un buen negocio.

Hay particularidades entre la gente de cada región, entre una colonia y otra hay diferencias dignas de ser comentadas, a veces basta cruzar una acera para observar un mundo distinto. Por eso viajamos. Nuestra América, es la otra América, ciertamente muy diversa, pero al mismo tiempo aquí participamos del espíritu universal. Los monstruos y los héroes de las mil caras también han atravesado nuestras calles.

2 oct 2012

Satisfacción

Se alimentaba de naranjas como había aprendido en Pregúntale al polvo de John Fante, por diez pesos veinte naranjas le entretenían las tripas unos días; otras veces comía solamente cacahuates, a imitación de Andrea, la protagonista de Nada; incluso mordía pan seco tal como describe Knut Hamsun en sus obras; también otros muchos ejemplos extraídos de las novelas realistas le servían para buscar comida, por eso a diario, en algún momento, le colmaba una íntima satisfacción: ¡cuánto se habían equivocado quienes le pronosticaron que moriría de hambre si estudiaba literatura!

25 sept 2012

Atrévete a dudar (Dubitare aude)


El hombre que se monta en un solo libro mira un muro; el hombre que, en cambio, se encarama sobre varios libros alcanza a ver, por encima del muro, un horizonte abierto. ¿Qué significa esta imagen? ¿Simplemente es una crítica religiosa? Es posible, ya que se aprecia la cruz cristiana en el lomo del libro solitario. Pero hay rutas de significación que pueden cuestionarse en tal imagen.

¿Qué significa realmente ese muro? ¿Es la ignorancia? Si lo fuera me parecería un engaño concebir que apilando libros llegue a ser posible sobrepasarla. Basta asomarse a la más pequeña biblioteca de la universidad más diminuta para sentir el peso de la gran ignorancia a la que estamos condenados: nuestro tiempo de vida es insuficiente para transformar el cuerpo en una biblioteca viviente y, además, tiende a infinito el contenido de las enciclopedias. Aun los más eruditos no podrían decir con honestidad que saben más de lo que ignoran. Nadie llega a la cima del conocimiento porque tal cima no existe.

Pero el muro podría ser otra cosa, una variante de la ignorancia, digamos la mentira o la cerrazón mental. Justamente, el hombre de un solo libro (hominem unius libri) tiene una visión dogmática porque no se permite conceder valor a lo qué dicen otros libros, aun cuando tenga noticias de ellos, por eso sería más preciso llamarlo: persona de una sola idea. Porque, por ejemplo, alguien podría leer muchos libros con la misma idea para reafirmar una única postura. Esto es lo que hacen los Testigos de Jehová y los practicantes de otras sectas religiosas: los mormones, los musulmanes, los marxistas, los psiquiatras, etc. Leen en distintos libros, una y otra vez, la misma idea.

Así que si la imagen es sólo una crítica religiosa no da en el blanco porque en Occidente, la Biblia, el libro emblemático de las personas de una sola idea, es una colección de libros de diferentes épocas, plumas e influencias, algo así como un mole religioso del Medio Oriente, con suficientes contradicciones como para que cualquier idea sacada de ahí sea confusa. Con esto, quiero decir que en esa serie de libros hay ideas contrapuestas y, por ende, el estudio bíblico riguroso se topa con muchas lagunas de sentido, por otra parte, la lectura superficial ha dejado un inmenso reguero de creyentes y fanáticos, de guerras y genocidios, de prisiones metafóricas y reales, y otros tantos dispositivos de control.

El panorama no me parece más alentador en el ámbito universitario, la especialización del conocimiento ha conducido a que los expertos se enfrasquen en torres de libros que suelen presentar, apenas modificada, la misma idea. Es suficiente hojear en las tesis los feamente llamados “estados de la cuestión” para admirar cómo se repiten los mismos juicios, las mismas sentencias, y si acaso cambia la tendencia canónica es por un efecto de teléfono descompuesto, más que por una verdadera renovación intelectual. El mundo académico es prácticamente otra cara de la religiosidad.

Las personas de un solo libro y las personas de muchos libros con una sola idea, acaso difieren únicamente en la amplitud de vocabulario y en el nivel de obsesión. Por otra parte, las personas con muchas ideas, interesadas en diferentes áreas de estudio, especialistas en nada y más bien vagabundas en la república de los pensamientos, no ven desde un sitio más alto, sino con una perspectiva errante, su visión de mundo tiende a ser elíptica, incluso veleidosa, o en resumen, relativista. Esto significa que avizorar distintos horizontes no conduce a saber más, sino a desconfiar del conocimiento. La presunción de sabiduría es por lo regular prueba irrefutable de ignorancia. Y curiosamente, reconocer la propia ignorancia es dar el paso más firme para vislumbrar el conocimiento. ¿Pero después de Sócrates quién se ha atrevido a permanecer ignorante?

La tradición iluminista ha producido a lo bestia incontables estanterías de libros que no nos han impedido andar entre tinieblas. Por supuesto que yo no considero que sea una pasión inútil ir a la escuela ni un ejercicio infecundo la búsqueda obsesiva de información, en otras palabras, considero agradable, incluso bueno, palpar la corriente ilustrada, pasear por ese río de investigaciones y estudios, donde no hay ira contra la realidad. Pero tengo claro que una cosa es pasear y palpar y otra muy distinta dejarse llevar por esa corriente, o bien, querer encauzarla, a fuerza, hacia un único dominio, porque tal cosa sería nuevamente cerrazón mental. En lugar del "atrévete a saber", yo diría: atrévete a dudar.

Quizá de todo lo que he escrito no se pueda obtener algo claro, pero acaso mi punto sea justamente señalar que andar entre tinieblas no es malo. Si compartimos la oscuridad, la oscuridad puede ser deliciosa. ¿Para qué buscar el interruptor de la luz si, mejor, podemos hallar a una persona que haga más cálida nuestra caverna?

¿Y si estamos solos? Bueno, he ahí un problema, hay que buscar compañía, buena compañía. En lugar de apilar libros, hacer reuniones, verdaderas re-uniones, y practicar la con-vivencia, con toda la carga etimológica que poseen estas palabras. En el rostro del otro puede aparecer un horizonte más amplio que en la mayor biblioteca del mundo. Tal asunto, por supuesto, es materia para otro discurso.

14 sept 2012

Patria dura


De pies desnudos en caminos largos
y de los nudillos que aprietan leños,
tienes, mi recia patria, la dureza
de quienes resisten bajo los soles
el tiempo de la fe en las sementeras.
Más que música eres, patria, silencio,
mandíbula que muerde una amargura,
sin quejas, costras de los golpes quiebras,
y como niña de muy blancos dientes
que desde la mañana trabajara
cuando tu risa estalla hace milagros.
Dura cual blanda gota de rocío
sobre el ceño firme del campesino.
Patria, extraña como padre ausente,
yo oigo en el ruido urbano tu silencio
que es más bien murmullo, más bien latido
o negrura que desmentir desea
todos los artificios de septiembre.

3 sept 2012

Para un jardín secreto


Rota la fragancia del jardín, dos impresiones:
El canto de los colores y el crepitar negro,
Bríos de vida que resisten a las toxinas,
En el aire y en la tierra hay una guerra oculta,
Casi muerto el ánimo de los florecimientos,
Alguien ve que a escondidas respira la belleza.

Retornan pese a los abandonos los jardines
Con caricias humanas y solares, resurgen.

31 ago 2012

Solar (De motu cordis)


Tengo un sol en mi cuerpo
que se cansa y declina
me deja a ratos ciego o nublado
inesperadamente, ¿pues quién lo esperaría?
su brillo hace acequias para mi risa
y por ahí corre como caricias
pero el sol en mi cuerpo no sabe
de constancia ni de ritmo
atardece a capricho
de golpe anochece
y cualquier brizna de vida
de un momento a otro
la vuelve tan cálida
que le perdono todo
todo le agradezco.

Dios: comentario al V poema del Guardador de Rebaños



“E chamo lhe luar e sol e flores e árvores e montes”
F. Pessoa

Quizá no todos vemos, o quizá todos vemos, con mucho asombro, en ciertos momentos, la vida, aun más que la vida, todo lo que existe: materia, espacio y tiempo.

Ante ese asombro pueden dar ganas de dar gracias, pero también deseos de saber algo, o de saber por completo qué son las cosas, qué es la existencia y cuál es su reverso: la nada. Frente a ella, el deseo de agradecer y el afán de preguntar quedan aturdidos por la falta de respuesta, por una herida que llamamos ignorancia: la muralla de lo inconcebible.

El crecimiento dancístico de las flores, la curvatura de los colmillos y la misma simpleza de la hierba son agradables, es decir, tienen sentido, crecen con una tendencia, se derrumban también con cierto estilo, que aun cuando nos aflija, atrapa nuestra atención. Yo pienso que al rumbo que toma todo lo que existe, desde las circunferencias que provoca al caer una gota en un charco, hasta las espirales que perfilan las galaxias, pasando por los ojos de las mujeres y el ritmo de los grillos; todo ese caudal de sentido, todo ese rumbo ha sido comprendido en una palabra: Dios. Pero también su reverso angustiante: lo inexplicable, la sombra sin lugar y silenciosa de la nada ha sido adherida al concepto “Dios”.

La nada no es una experiencia sino una sospecha, la cual, para un ser hambriento de sentido, resulta venenosa. Dios es ese mismo veneno, solo que en una dosis que no mata.

¿De dónde provendrá esa sospecha de que puede existir lo inexistente? ¿Cómo podemos llegar a plantearnos que lo que es pudo no ser? A pesar de que yo acaso fui un niño más calmado que otros, no podría decir que entonces concebía la nada o a algún dios, pues como todos los niños era ateo y como todos los niños iba de un lado a otro corriendo, captando a través de los sentidos y gozando la respiración.
Llevo actualmente la certeza de que un dios único no podría caber en ningún templo y en ningún libro. 

También la certeza de que una multitud de dioses no valdría más que una aburrida conferencia en la ONU. Lo único que me parece divino es la vida, no precisamente la mía o la de alguien en específico, la vida solamente, este accidente extrañísimo de la materia. También considero sagrado todo lo que produce asombro: la atracción lunar, la presencia de los caracoles en un jardín y, especialmente, el júbilo de las neuronas al entrechocar.

En un poema hermoso, Alberto Caeiro dice: “Mas si Dios es las flores y los árboles / y los montes y el sol y la luz lunar”, creo que es hermoso porque hace ver en las flores y en los árboles, en los montes, en el sol y en la luz lunar: el rostro de dios. Porque dios no tiene cuerpo ni imagen precisa, solo un rostro, lo cual ya indica que es humano. Por esa misma razón no hay que matarlo, o hay que resucitarlo, o ver en el rostro de todo cuanto existe el rostro de dios.

Sin embargo, aunque todo sea sagrado, la civilización en su crecimiento explota a las vacas y golpea más de lo debido a la tierra y a los mares, como si Dios nos hubiera escriturado el mundo y nada fuera sagrado, salvo un templo o un libro. Ese dios que allí anida, sobra decirlo, nunca ha existido. El único dios es el asombro que causa lo que sí existe.


E a minha vida é toda uma oração e uma missa,
E uma comunhão com os olhos e pelos ouvidos.

9 ago 2012

Autoentrevista: un charco nada más



Gracias por aceptar esta autoentrevista. Comencemos, ¿qué es lo que más recuerdas de tu infancia?
En principio yo nunca acepté ninguna autoentrevista. Todo lo que diga va a ser apócrifo. Eso de hacerse preguntas a uno mismo me parece una soberana estupidez y un ejercicio sumamente engañoso y no muy divertido.
¿Qué tiene de estúpido?
No es que yo esté en contra de la estupidez. Ésta a mí me parece una cualidad indispensable para sobrevivir. Aquella persona que no sea estúpida debe ser inmensamente infeliz. Imagínate esas mentes brillantes incapaces de reír con los programas de televisión, ¿cómo van a disfrutar la vida hogareña? Y si salen a la calle es peor, estamos rodeados de absurdos, injusticias y convenciones sin sentido. Además, ¿qué hay de los amigos?, me parece que fue Nietzsche quien dijo que toda conversación que se prolongue más de media hora por lo menos contendrá tres tonterías. Y eso que no vivió el siglo XXI, es decir en esta época de aumento progresivo e irrefrenable de la estupidez. Entonces, yo digo que no se puede disfrutar de los placeres de la amistad si no aprendemos a disfrutar las estupideces de nuestros amigos.
¿Tú tienes muchos amigos?
Para mí la calidez es una de las virtudes que en más alta estima tengo. Y me imagino a la calidez como árbol, una de sus ramas es la conversación. Sin embargo, yo no sé claramente cuál es el arte de conversar. La gente que habla mucho y de muy variados temas a mi gusto no sabe conversar. Creo que una plática, así sea sobre un tópico en apariencia frívolo, debe encaminarse a la profundidad. Como esto no suele ocurrir en la entrevista, la considero una antípoda de la conversación. He leído montones de ellas que aun cuando los entrevistadores intentan hacer preguntas interesantes, por el ritmo veloz, debido la necesidad de aprovechar los breves minutos de contacto con el entrevistado, su encuentro se vuelve un banal río de palabras desperdigadas, y a veces no un río, un charco nada más.
¿Cómo te interesaste en la literatura?
Otra de las ramas de la calidez para mí es la apertura, la transparencia, aquello que fue llamado no sé si literaria o cursimente: alma cristalina. Esa capacidad de mostrarse tal cual uno es, con actitud sencilla, sin poses. Tal condición debe ser el ethos del buen conversador. Y uno lee en los suplementos culturales a un ejército de jóvenes comunicólogos que se presentan ante artistas, literatos o políticos para pedirles prácticamente que asuman su pose social de personajes públicos. Sobre todo cuando les preguntan acerca de su vida privada: A ver tú, Fulanito, escritor premiado, cuéntanos cómo es la infancia de un poeta. Y la respuesta por más ingeniosa que sea no deja de ser un chispazo de talento intrascendente y henchido de gesticulación.
¿Anhelas la trascendencia?
La ética es la disciplina filosófica que más me interesa. Soy profano en la filosofía. Pero creo entender algunas cosas. Y siento que no soy malo para las intuiciones. Yo intuía antes de leer a Lévinas que la ética era más ontológica que la ontología. Él lo expresó con una claridad e inteligencia notables. Y como digo, yo carezco de formación filosófica, mas sí disfruto la influencia de algunos materialistas, Epicuro, Hobbes, Marx. Juzgo que la cosa más real, verdadera y socrática del mundo es la existencia de los vecinos. Entonces me preocupa que mis vecinos no me molesten, en cambio, ganarme el cielo o una mejor reencarnación o un ventilador en el infierno, me tiene sin cuidado. La trascendencia que me importa ocurre en el presente, en la cancha de la ética. Esa es también la que me gustaría en las entrevistas, que hubiera una relación cálida, trascendental, entre entrevistado y entrevistador. Pero no la trascendencia de otro mundo ni de que me lean en el siglo XXII.
No tuviste una formación filosófica pero sí una literaria, ya que estudiaste Lengua y Literatura hispánicas, ¿eso cómo ayudó o perjudicó tu capacidad de creación literaria?
Yo crecí en la Obrera, una colonia muy viva, proletaria, llena de negocios y talleres y calles con nombres de escritores, yo asocio irremediablemente Gutiérrez Nájera, Othon, Juan de Dios Peza, con banditas, mota y chupe, cascaritas y chavos mostrando sus panzas desnudas los domingos, cheleando luego de un partido. Para mí eso es el futbol. A mí me cae mal quien desprecia el futbol porque yo crecí con eso, es parte de mi idiosincrasia. A pesar de que mi papá me cuidaba mucho, porque yo era su hijo único, razón por la cual yo casi no salía a la calle como otros niños, más bien me pasaba muchas horas en la ventana contemplando la calle y a la gente; transcurrió un buen tiempo para darme cuenta de que ésa era una actitud literaria. Viví en Boturini, luego en Lucas Alamán, en Manuel Payno y en Torquemada. E insisto, para mí son calles, yo he leído las calles, no a los escritores. Tuve por vecinas a cabareteras que fichaban en el Barba Azul, el Moro, el Molino Rojo, el Balalaika, etc, y con sus hijos yo jugaba canicas y años después me querían talonear, me decían: ese barrio, qué transa, un varo pa’una cañita, ¿no?
Cuando descubrí a Fadanelli, quien tiene dos o tres novelas con la Obrera como escenario, lo propuse como lectura en una clase del primer semestre de mi carrera, ya que una profesora nos había pedido sugerencias de autores para leer durante el curso, ella no conocía a Fadanelli y no aceptó mi propuesta, nos quedamos con Rulfo y Cortázar. Para mí, París y Comala son igual de ficticias e igual de lejanas.
Recapitulando, yo no veo desligada la formación literaria de la realidad ética, o sea, de los vecinos. La literatura se genera del ambiente en el que uno crece, en el que uno se desenvuelve. La escuela no te forma tanto como la vecindad, como la calle. Yo me acuerdo que acompañaba a mis hermanas al pan o a las tortillas y algunos tipos me gritaban: adiós, cuñado. Eso ha influido más en lo que escribo que todas mis clases en la Facultad de Filosofía y Letras.
¿Cuáles son tus proyectos literarios o profesionales?
Ganar dinero. O volverme espíritu puro. Lo que suceda primero.
¿Te consideras un escritor de izquierda, preocupado por las causas sociales?
Yo soy de derecha, probablemente de ultraderecha o de megaultrísimaderechísima. Y no creo que pueda haber nada peor que eso. Pero como muchos mexicanos confundo la derecha con la izquierda y más de un taxista se ha enfadado conmigo por darle malas indicaciones. En la política me pasa lo mismo. Yo tengo alma de empresario, podría suscribir e incluso exagerar aquello que señaló Ignacio Ramírez sobre que la pobreza es un problema meramente humanitario, no político ni económico, o sea, que los pobres se chinguen. Eso es lo que honestamente creo. Sin embargo, por causas coyunturales, y que quede muy claro que no es por ideología ni convicción, me veo forzado a interesarme en los problemas sociales. En otras palabras, por mi circunstancia de jodido me angustio por el bajo salario mínimo, el desempleo, las violaciones al derecho laboral, que son constantes y cotidianas, así como por la frecuente corrupción de los gobernantes, las cuales son banderas propias de la izquierda. Así como por mi peculiar modo de vida y por los amigos que tengo, también me preocupan los derechos de las minorías, la discriminación, quisiera las fronteras de México mucho más abiertas y que hubiera mayor apoyo a la cultura, etc. Causas que se han visto perjudicadas por el neoliberalismo. Asimismo, el énfasis en la seguridad, la lucha contra el terrorismo o contra el narcotráfico, me parecen un desperdicio de dinero, de esfuerzo y de vidas. Sin embargo, sé bien que en cuanto pase esta coyuntura ya no me acordaré de ninguna de esas injusticias. En el fondo de mi corazón, soy un despiadado empresario.
¿Quisieras agregar algo?
Sí, que autoentrevistarse es un imposible. Aunque Rimbaud diga que es otro, uno es uno. Y un yo a solas no es un yo. Se necesitan dos para que uno exista, por lo menos. Además no sé qué escalofrío me deja esto de la autoentrevista. Es como un regodeo masturbatorio. Como ser para uno mismo y no un ser para el Otro. Aunque en efecto, uno esconda en sí un doble, y hasta un triple. A mí me gusta la división clásica del ser en tres: cuerpo, alma y mente. He hecho teatralismos inspirado en ello.
¿Teatra… qué?
No te hagas, bien que los conoces. El teatralismo es género nuevo porque ya se ha olvidado la época medieval. Hace unos años el arcángel Gabriel se nos reveló a mí y a unos amigos y nos dijo que hiciéramos teatralismos, que son cosas parecidas a la prosa teatral, con un descaro propio de la ingenuidad del medievo, pero conscientes de la caída de las Torres Gemelas y de lo ineludible que es el terrorismo en nuestros días.
¿Qué clase de locura estás diciendo?
Hasta hicimos un manifiesto. Sin conocernos personalmente, amigos de oídas, gracias a Internet, nos empezamos a vincular, Anthony Gómez, Hugo Morales, Christopher Nole, Héctor Vargas, con el ánimo de contar la realidad de otro modo. Y he hallado, en lo personal, que el teatralismo funciona para el autoconocimiento. Como en aquella vieja literatura de debate, puede haber discusiones entre el cuerpo, el alma y la mente pero en un ámbito posmoderno. Y creo que ésa es una técnica y un estilo que puede dar algunos buenos frutos. Es, quizá, un género adecuado a la velocidad de la época, a la suma de voces, al collage, a la informalidad. Y si no, al menos, lo que he escrito me ha servido para saber más de mí mismo, ya que por lo general no me inmiscuyo en mi vida privada. La autoentrevista también ayuda para tal fin, por eso yo valoro mucho este género, como declaré al principio.
¿Es todo?
Es todo y es nada. Un instante, o la eternidad. Da igual. Equis. Mientras no muera podré seguir declarando tonterías. Pero prefiero el pudor, si no del silencio, de la brevedad. Agradezco la oportunidad y el espacio, como dicen los actorcillos, y punto.

23 jul 2012

Encuentro y desencuentro


MUJER: Hola.

CUERPO: Qué gran riqueza es abrazarla.

CORAZÓN: Me quiere, sin duda me quiere y yo la quiero, somos felices.

MENTE: Tranquilos, es solo un abrazo, es solo una persona cariñosa, de hecho esto es una situación incómoda, ¿no les parece incómodo un abrazo durante dos minutos a la entrada de un café?

MUJER: Te extrañé mucho.

CUERPO: Y yo a ti, vámonos a un hotel, nos conocemos y nos dejamos de extrañar.

CORAZÓN: Te sentía presente, como si tu ausencia no fuera un viaje alejándote de la ciudad, sino acercándote a mí.

MENTE: ¿Sí? ¿De verdad me extrañaste? Bueno, yo tengo interés en proseguir nuestra plática.

MUJER: ¿Por qué me ves así?

CUERPO: Porque te quiero arrancar la ropa y besarte mil veces.

CORAZÓN: Porque te anhelo y busco diluirme en tu esencia.

MENTE: No sé cómo te veo, yo solo te veo viéndome, ¿qué piensas?

MUJER: Te veo con avidez.

CUERPO: Podemos desnudarnos aquí mismo.

CORAZÓN: La avidez es amor y yo con avaricia te correspondo.

MENTE: No entiendo eso, pero cambiemos de tema, ¿te fue bien en el viaje?

MUJER: Sí, me enamoré de cierto pueblo, pero me gusta la libertad, caminar sin rumbo y no pude sentirme así de libre porque iba con la familia de mi amiga. Me gustaría viajar contigo.

CUERPO: Sería como la vuelta al día en 80 posiciones.

CORAZÓN: Más allá de una carretera, deberíamos viajar uno hacia el otro y hacia nuestras intimidades.

MENTE: Sí, podría ser bueno, pero eres la hija de mi jefe, tarde o temprano tendría una consecuencia laboral.

MUJER: ¿Te leo la mano?

CUERPO: Sí, claro, siente la piel de mi mano en la tuya y después el resto de mi piel.

CORAZÓN: Sí, por supuesto, apuesto que nuestros destinos se unirán.

MENTE: No le veo el caso, salvo que sea una especie de flirteo.

MUJER: Las líneas de tu mente y de tu corazón no se tocan, eso es bueno, yo las tengo unidas.

CUERPO: A ver, déjame tocar tu manita y comprobarlo.

CORAZÓN: No necesito la mente para amarte.

MENTE: Yo supongo que todo el mundo vive en cierto sentido escindido. La cohesión absoluta del yo es un embuste, hay sustratos en la personalidad, particiones en la conciencia, además nos sometemos constantemente a las circunstancias.

MUJER: Eres muy suave, tu mano es muy suave, toca mi mejilla quiero sentir tu caricia.

MUJER: No quiero que me uses, busco un amor total, un amor sin fin, un cómplice de intensidad.

MUJER: Yo creo que es posible la unidad, aunque considero que tal unidad es un problema volitivo, para mis padres, por ejemplo, la cultura es un accesorio, aprecian el arte y sienten admiración por la historia de las ideas, pero no las asumen como parte de su vida cotidiana, en cambio yo las vivo en carne propia, vivifico la experiencia artística en mi ser, por mi voluntad he conformado en mi existencia una unidad… aunque no sé si a esto te refieras con la escisión de la personalidad.

CUERPO: No sé qué dices, pero qué hermoso es sentir tus manos, son hermosas, toda tú eres hermosa.

CORAZÓN: No sé qué dices, pero ya no digas ni pienses, amémonos solamente.

MENTE: Eso que dices se me hace muy interesante, sin embargo, no creo que pueda llevarse a cabo una unificación de las diversas naciones que conforman el mundo de una persona, porque hay instintos, pulsiones y contradicciones insalvables, etc. Por eso te escribí ese mensaje: “cuando la conciencia despertó, el inconsciente todavía estaba allí”.

MUJER: Sí, me divirtió mucho, estaba por entrar a la terapia, me ayudó a relajarme porque en ocasiones me tensa mucho esto de enfrentarme a mi psicóloga. Sé que tiene el inconsciente una raíz profunda en el comportamiento, sin embargo, mi propósito es quedarme sin inconsciente.

CUERPO: Qué olores cautivantes tiene tu cuello, qué sabor único el de tu lengua, vamos ahora mismo a trenzarnos.

MUJER: Estoy húmeda, ¿por qué no me invitas a tu casa?

MENTE: No creo que sea buena idea que vayas a mi casa. Mi cama no está tendida, mañana debo trabajar temprano, además es imposible quedarse sin inconsciente, no puedes flotar por el mundo como mente pura, uno está ligado a un conjunto de necesidades y deseos corporales, además estamos atados a un fondo de irracionalidad afectiva, que yo diría, es de una brutalidad inagotable, pero tienen buena prensa esas tonterías de los sentimientos.

MUJER: Estoy desprotegida, siento que soy tu presa y que eres un lobo cazándome dulcemente.

CORAZÓN: No voy a cazarte, yo soy tu presa, soy tuyo, soy entrega, van a confluir nuestras almas.

METRO: Apúrenle porque ya quedan pocos trenes.

MUJER: Creo que yo traigo boletos, sí, mira, pasa.

MUJER: No quiero que me protejas, no soy una niña, puedo ser más joven que tú pero he vivido muchas experiencias. Ya no quiero que me sigas besando.

MUJER: Me gusta el olor de tu casa. Hay mucha tranquilidad. Es interesante cómo vives.

CUERPO: ¿Por qué ya no quieres más besos? ¡No entiendo! ¡Argh!

CORAZÓN: No importa el sexo, pero no estés triste, siento tu miedo, olvídalo, yo te amo.

MENTE: ¿Quieres checar tu correo, oír música, dormir? ¿Por qué no me respondes? No sé qué hacer, así que no haré nada.

MUJER: Ya sé lo que va a pasar: nos vamos a encuerar, cogeremos y luego me sentiré vacía.

MENTE: No estamos obligados a hacer eso.

MUJER: Quiero escapar de mí misma.

CORAZÓN: Si tú escapas, yo me escaparía contigo.

MUJER: En fin, vamos a acostarnos.

CUERPO: Nada de vacía, te voy a llenar.

MADRUGADA: ¿Por qué tan agitado, reloj?

RELOJ: Porque vas muy rápido, debo correr mucho para alcanzarte.

SOL: Buenos días.

CUERPO: Qué hermosa eres.

MUJER: No te me acerques.

CORAZÓN: Estaré por siempre atado a ti.

MUJER: ¿Qué hago aquí, desnuda, en esta habitación extraña?

MENTE: Realmente no sé cómo fue que llegamos hasta este punto.

MUJER: Voy a hacer pipí.

HOMBRE: Yo me voy a poner a escribir.

18 jul 2012

Minera metafísica


Y así, la filosofía se inicia del modo más antipoético por una pregunta.
M. Zambrano

I

Y así, del modo más antipoético,
Pregunto: ¿quién es ella?, la minera
que me hizo ductos de dudas sin luz.

Esa obrera metafísica ha entrado,
sin llaves, a mi aire a descifrarme
y con sus finos filos me ha rasgado.

II

Dentro de la minera metafísica
hay una mina de emociones ásperas,
firmes pieles minerales que abrazan
unos milagros que son piedras, y ojos
que son palabras, o bien, amaneceres,
dos resinas redondas que miran
con avaricia mi avidez de verla.

III

Cuando la minera se duerme, tiembla,
cuando la minera despierta, yo tiemblo.

IV

He visto viéndome a su ámbar cómplice.
Un idioma muerto ha cobrado vida
por el tamiz de su voz y he escuchado
en su risa el devenir de la dicha
es toda una campanada de caos
es una niña que corre al baño
es un sexo fluente que sin fin muerde
es minera que no quiere ser musa.

3 jul 2012

La normalidad atroz


La jornada electoral que vivimos el pasado 1 de julio fue descrita como parte de la normalidad democrática, a pesar de que resultó el equivalente a la cereza de un pastel hecho de injusticia, por decir lo menos, ya que, aunado a los dados mediáticos cargados a favor del candidato del PRI, hubo de parte de ese partido un gasto que sobrepasó el límite legal y, peor aún, se registraron más de tres mil quinientas irregularidades oficialmente. Estos fueron “incidentes menores” para quienes celebraron el resultado, pero para los familiares de las personas asesinadas, sin duda, ese día fue trágico.

Para mí no hay nada más sagrado que la vida humana, por lo tanto no me permito llamar incidente menor al crimen. Tampoco me parece justo echar en saco roto los robos de urnas, la compra de votos, las intimidaciones y otra serie de violaciones al código electoral.

Comprendo que estas prácticas son, en un triste sentido, normales, pues son añejas y suelen quedar impunes. Pero sé que al mencionar el concepto de “normalidad democrática” quieren decir los analistas que todo quedó en tal jornada listo para ser aceptado sin reproches. Estoy en total desacuerdo. Me parece, inclusive, un atentado contra el derecho a la información, una manipulación injustificable del verdadero significado de las palabras y, en el fondo, la aceptación del cáncer de la impunidad.

Por todo ello, no se puede reconvenir la decisión de AMLO a impugnar los resultados. La supuesta normalidad democrática es atroz. Por otra parte, la democracia, en esencia, es promotora del cambio, de la revisión y de la corrección de errores. En ese sentido, unas elecciones democráticas, con base en la legalidad, pueden ser impugnadas. AMLO está, por ende, como un demócrata pidiendo la revisión y la corrección de los errores; que no se olvide que las llamadas irregularidades son muchas veces violaciones graves de la ley.

Considero, además, que López Obrador ha actuado consciente de su liderazgo, tranquilo pero firme, con respeto y con una visión que abarca más allá de lo inmediato. Un buen número de analistas, por sus palabras, se diría que no saben encaramarse al árbol del largo-plazo, con miopía y astigmatismo no ven las minucias del presente ni el panorama extenso que podría desarrollarse en los próximos años y aún décadas.
¿Qué hacer con la rabia de cientos de miles de mexicanos indignados y decepcionados de la vía electoral? Responder a esta pregunta es la misión del líder. Es fácil criticar al dirigente, pero no lo es tanto imaginarse en sus zapatos cuando toca caminar por una bifurcación. ¿En su lugar los críticos estarían dispuestos a que millones de personas preocupadas por el futuro de México se desolaran y se volvieran apáticas? ¿Renunciarían a dirigir la protesta social cuando, de no asumir su liderazgo, otros grupos, en verdad violentos, lo asumirían?

Si a pesar de las tantas evidencias de suciedad en las pasadas elecciones, en el lugar de AMLO preferirían retirarse a su casa y dejar en el abandono a una sociedad dispuesta a la participación política, es porque les gusta el indignante transar. Por fortuna, el tabasqueño no es un improvisado, conoce sus responsabilidades, no en vano ha conseguido un apoyo multitudinario, más que cualquier otra figura de la política mexicana en el último medio siglo.

Cuando alcancemos la verdadera normalidad democrática, lucha que sigue en pie, tendrá que reconocerse a López Obrador como el hombre que despertó de la pesadilla del pesimismo al honesto y luchón pueblo de México.

28 jun 2012

El pulso íntimo


Ayer, 27 de junio de 2012 pude llegar al zócalo y concluir una marcha que había comenzado, sin yo pedirlo, hace 22 años, cuando mi madre me llevó a una manifestación para reconocer al presidente Cárdenas. Aquella vez no pudimos llegar hasta la Plaza de la Constitución. Pero el tramo que caminamos fue suficiente para que se despertara en mí la curiosidad y el asombro ante dos países: el México de la televisión y el México de las calles, el México superficial y el México profundo, el México de la simulación y el México que necesita el grito para romper la bolsa de silencio con la que es escondida su voz.

No puedo hacer una crónica de la marcha de ayer porque no sé hacer crónicas. No voy a criticar a los asistentes ni a los que no asistieron. Hay muchas razones para votar por AMLO, y también las hay para no votar, incluso las hay para votar por los otros candidatos. Para lo que no hay razones es para ocultar la verdad: existe un pueblo de humillados y ofendidos, persisten los olvidados de las políticas públicas y del gasto social, sin embargo abundan los mexicanos honestos y trabajadores, que no merecen ser gobernados por una clase política corrupta que mantenga la injusticia y que impida la participación en los asuntos que a todos nos competen.

No es un secreto que la mayoría ha encontrado por fin el líder que buscaban para animarse a mostrar su voz. Hace seis años no quise ver a ese líder por las mismas razones que hoy otros no votarán por él. Es lógico desconfiar, es entendible ser exigente, pero un voto no es una carta blanca. Hay que respetar a ese líder sobre todo por los que lo apoyan. Ayer oí una muestra de respeto muy bonita, a las seis de la tarde --el zócalo ya tenía dos horas de estar lleno--, nos fue anunciado que López Obrador venía por el Hemiciclo a Juárez; alguien dijo: “si así como habla, camina, ya estuvo que nos quedamos aquí hasta las doce de la noche”. Sí. Eso es respeto. Porque el respeto no está peleado ni con las bromas ni con las críticas. El respeto tiene una sonrisa en la boca. Lo que no se vale es la paranoia ni la calumnia desmedida.

Confío en el triunfo de López Obrador, en ese triunfo que está más allá de las urnas, independientemente de lo que ocurra con su figura pública, su figura simbólica ha conseguido que lata más fuerte el pulso íntimo de México. Si ese pulso se mantiene, tendremos un mejor sexenio, un país más justo y un gobierno que esté a la altura de los millones de mexicanos honestos y trabajadores.

15 jun 2012

Tantita vergüenza


Sucede con algunas palabras lo que sucede con el agua al tocarla: se nos van sus significados por las distintas comisuras de los dedos. Así siento la palabra “vergüenza” ahora que la quiero sujetar. Se me escurre en diversos sentidos. Hasta me avergüenzo un poco de no poder encerrarla en una definición que sea como un tubito de laboratorio.

Sabemos que a una persona sin-vergüenza no la debemos invitar a hacer negocios porque esa clase de gente ya ha derribado el muro de contención que en muchas ocasiones evita que realicemos fregaderas. Una fregadera es perjuicio alevoso, es empujar una piedra en el camino de alguien nada más por gusto de ver un tropezón o para sacar provecho; tal es lo que el sinvergüenza suele hacer.

Sin embargo, la vergüenza por sí misma no es una virtud y habría que llamarla lastre en muchos momentos. Los tímidos somos los que mejor sabemos del estorbo que representa cargar con ese bulto a todas partes. De niño a mí me daba vergüenza hablar con extraños, hacerme oír cuando alguien se me metía en la fila injustamente, incluso pedirle a las maestras que me dejaran ir al baño. No era miedo, era una culpabilidad existencial. Me avergonzaba el hecho de estar ahí, de tener la necesidad de interrumpir, de forzar a los otros a verme. Sé que la gente tímida compartirá conmigo esta desgracia y sé que no lo dirán por vergüenza.

¿De dónde viene este absurdo sentimiento de culpa? Sin duda, de la forma en la que nuestros padres nos empujan a la sociedad, de la falta de ilustración y del pecado original. ¿Por qué tenían que andar tapando sus vergüenzas Eva y Adán? ¿Por qué no continuaron con las vergüenzas al aire como los taínos que halló Colón? ¿Si no es de la mirada de Dios, de qué mirada queremos cubrirnos?

Nuestro cuerpo es la fuente de muchas de nuestras vergüenzas. Que el cuerpo actúe y reaccione sin órdenes expresas de nuestra conciencia nos avergüenza. Tampoco es fácil ver un cuerpo desnudo, pues inclusive los amantes se cubren de la mirada que los ama. Y esa mirada también se desvía del aroma que le habla desde el cuerpo amado que camina por ahí cerca. La vergüenza divide el territorio de la intimidad. Es una frontera de sucesivas murallas. Dejamos entrar a los amigos hasta cierta zona, a los familiares a otra, a los amores a una más cercana y aún así conservamos una pared de vergüenza que solo la muerte avasalla.

Pero se me ocurre que la vergüenza es una falla en el sentido geológico: una línea en la que se quiebra la personalidad. Si el superyó, el ello y el yo fueran placas tectónicas, los deseos del ello al separarse del yo crean un borde de sismicidad: la vergüenza, también entre las normas morales y el yo hay una colisión: se levanta una cordillera de vergüenza. Hay quien tiene un picacho o una lomita de moral, otros tienen el Himalaya, es decir, pueden padecer vergüenza incluso de hacer el bien.

En mi opinión, la vergüenza no es garantía de bondad ni de maldad, me parece un sentimiento amoral, contrario a lo que indica la Real Academia Española. Una falla entre el sí y el no de los deseos y el deber.

La vergüenza es la caída de la máscara. Porque normalmente usamos una con todos los gestos que quisiéramos demostrar, con las cualidades que hemos escogido, pero debajo de ella está nuestro verdadero rostro, no necesariamente más feo que la máscara, sin embargo, siempre que una mirada nos ve de verdad sentimos esa ráfaga de miedo, culpa y fragilidad, el sismo de la vergüenza.

¿Por qué no estoy a la altura de mi máscara? ¿Por qué mi limitado yo no es tan poderoso como mi superyó? ¿Por qué ahora mismo que escribo trastabillo y me regreso a rearmar frases? ¿Por qué me avergonzaría si este texto quedara con algún errorcillo? ¿Por qué me siento rodeado de montañas de pautas y de reglas que debo cumplir para no ser la vergüenza del valle en el que vivo?

Casi nunca sé la respuesta de las múltiples preguntas que de pronto se vuelven volcanes en mi mente. Aún así tengo la certeza de que si en mi casa hay otra persona, sea quien fuere, por más borracho que yo esté, voy a cerrar la puerta del baño antes de orinar, en ocasiones estando a solas la cierro para que el Dios en el que no creo, no me veaTal es, me parece, la moraleja de este ensayo: hay que tener tantita vergüenza.

11 jun 2012

¿El fin del neoliberalismo en México?


O me estoy volviendo optimista o el segundo debate entre los candidatos a la presidencia de México mostró, junto con las encuestas recientes, algo que yo considero una muestra palpable de que estamos viviendo en nuestro país los últimos días del neoliberalismo.

En un artículo reciente de Letras Libres, Alberto Fernández sostiene que el PRI de vuelta en la presidencia podría girar hacia la izquierda. Dice: “Existe una enorme reserva de legitimidad para quien pueda plantear la ruptura abierta con el modelo económico de las últimas tres décadas.” Agrega: “Es fácil ser de centro-izquierda en el mundo actual, los predicadores del neoliberalismo llevan algunos años en franca retirada.”

Está claro que en México el partido que más ha impulsado el neoliberalismo, desde la oposición y desde el gobierno, ha sido el PAN. También a la luz de las encuestas presidenciales se nota que este partido se convertirá en la tercera fuerza, que no obtendrá ni la cuarta parte de los votos, es decir, que sus propuestas de gobierno han sido derrotadas, que los mexicanos ya se cansaron de este sistema y que se desea un Estado que vuelva a asumir su responsabilidad en el desarrollo social.

Tal vez la izquierda en estas elecciones no obtenga un mayor porcentaje que en las de 2006, sin embargo, ha hecho una buena campaña, ha impuesto su agenda y ha logrado que la mayor parte de los mexicanos acepte, de una u otra manera, que es necesaria una más justa redistribución de la riqueza. El próximo sexenio ya no habrá neoliberalismo: la derecha ha perdido.

Me he expresado en términos un tanto enigmáticos para el común de los ciudadanos. Para la mayoría la economía y la geografía política son tan crípticas como los jeroglíficos egipcios o la física cuántica o los misterios teologales. Lo que normalmente se escucha como un argumento para el retorno del PRI es: “ellos robaban pero dejaban robar”. Cabría decir que esta frase debe ser analizada con cuidado. ¿Qué significa en el fondo ese aparente cinismo?

“Ellos” son los priistas, y más aún, todo el aparato burocrático y sindical asociado al régimen del partido hegemónico. El “robaban” es una forma contundente de nombrar a la corrupción. Lo más interesante, el “pero-dejaban-robar”, implica lo que algunos dirían “placer culposo”, ya que hay una culpa implícita, y al mismo tiempo, un contrato social que legitima la ilegalidad. Ahora bien, en concreto, ¿qué cosas dejaban robar? El obeso aparato estatal del PRI anterior al neoliberalismo, ofrecía trabajo, buenas condiciones laborales a quienes tenían la fortuna de vivir dentro del presupuesto. O bien, a través del el comercio informal y otras prácticas clientelares. El “robaban pero dejaban robar” es quizá un sui generis: laissez faire, laissez passer. Un liberalismo por debajo del agua. Un gobierno que tolera la corrupción en pro de la paz.

Pero frente a la percepción de que el PRI tradicional era un partido corrompido y corruptor, que por la socialización de la ilegalidad se legitimaba, los gobiernos panistas parecen inoperantes o ineptos: roban sin dejar robar, lo cual al traducirse significa que favorecen descaradamente a una clase social y se olvidan de la gran mayoría. Los gobiernos neoliberales en este sentido han sido oligárquicos. Son corruptos, roban, pero no distribuyen la riqueza, no dejan robar. En otras palabras, muchos de los votantes mexicanos prefieren el crecimiento económico, aún con corrupción generalizada, que un gobierno de corrupción parcial. Y tienen toda la razón: la corrupción parcial es muchísimo más injusta que la corrupción generalizada.

El PAN ha resultado el gobierno más injusto posible. Es un partido sin arraigo popular, producto de su desdén por el verdadero pulso de México. La derecha en un país pobre está condenada a ser minoritaria. Si llegó al poder se debió en gran medida al hartazgo de la sociedad ante el autoritarismo del PRI, pero también, y esto es muy importante, porque el PRI se había cargado a la derecha.

¿Pero por qué no ha ganado la izquierda en México? Habría que decir la izquierda se bifurca en lo económico-social y en lo social-político. La erradicación de la pobreza, la búsqueda de una mayor igualdad económica y la ampliación de los derechos laborales son temas fundamentales y perfectamente claros para las izquierdas mexicanas, incluyendo en éstas a un sector del PRI. Sin embargo, la democracia, los derechos civiles y las libertades políticas, no generan consenso en la izquierda partidista ni en el resto de distintos grupos izquierdistas. Más allá del combate a la pobreza hay una zona de turbulencia por la que la izquierda avanza sin claridad. ¿Y quién puede confiar en la turbulencia?

Los próximos 6 años la izquierda urgentemente debe tener claridad en sus propuestas más allá del combate a la pobreza porque el PRI, muy probablemente, acabará con el neoliberalismo, lo cual dejaría a la izquierda sin banderas; pero también es lógico suponer que el PRI no democratizará los medios de comunicación ni hará reformas importantes para incentivar la participación ciudadana en la toma de decisiones ni tampoco será capaz de crear instituciones o respetar las existentes en cuanto a la rendición de cuentas.

López Obrador y el PRD podrían estar orgullosos, pues gracias a sus críticas, a su énfasis en lo perjudicial que es el sistema neoliberal, en el debate del 10 de junio, Peña Nieto en sus propuestas económicas fue un eco de las propuestas de López Obrador. Los medios masivos no se interesan en esta información, tergiversan la realidad a su antojo y burdamente, por eso en el siguiente sexenio el mejoramiento de nuestra democracia y de las condiciones de vida de la mayoría tiene que pasar por la democratización de los medios de comunicación: en este país no son los partidos políticos, sino los comunicadores al servicio de la mentira y de la frivolidad quienes más dañan a la democracia.

3 jun 2012

¡Salud, por el nomeacuerdo!


--El olvido es un rayo de Dios, aquí vengo a pararme bajo la lluvia, capaz que me cae encima el dichoso rayo.

Acababa de contarme una de las primeras desgracias de su historia, aunque sí le presté atención lo que a mí me había pasado ocupaba mucho sitio, con sus vueltas, en las punzadas de mi cabeza. No me parecía un asunto digno de ser contado en una pulquería, pero ahí estaba un miércoles por la noche, dispuesto al desahogo, frente a una cubeta en dudosas condiciones higiénicas y con un vaso de plástico por el que chorreaban venas del pulque.

--¿Y tú, carnalito, qué rayos andas buscando en esta pulcata?

--Pues, creo que mi coraje es contra el olvido.

--¿Te olvidaron, carnal?

Me olvidaron, por supuesto, un montón de personas, pero me olvidó una, y no por voluntad, sino por quién sabe qué diablos. En cuanto a Dios estoy seguro de mi ateísmo, en cuanto a los diablos reservo mi derecho al agnosticismo. Sin embargo a aquel hombre de dedos callosos y gordos no iba a confesar mis creencias tan fácilmente, a pesar de que ya sentía las olas del alcohol columpiando mis ojos.

--Más o menos.

--Las viejas a todos nos olvidan y nosotros nos olvidamos de todas, así es esto de los recuerdos.

Sumergió de nuevo su vaso en la cubeta y lo vi a punto de sumergirse a él mismo en una cubeta de silencio. Pensé que era una piedra humana que se hinchaba y se desinflaba cada vez más despacio.

--Es chistoso lo que me pasó, le dije para animarlo a oírme y de paso animarme a hablar. Pero yo no lo sentía nada chistoso.

Había conocido a una mujer, casi de mi edad, de esas de ojos risueños. ¿Pero cómo hablar de lo risueño en el rincón de una casa descarapelada, donde la peste a pulque y a sudores desangraba cualquier romanticismo?

--Tenía un hijo y quería terminar la prepa y me contrató para que le diera clases de matemáticas.

--Y en lugar de mate, le diste otras cosas.

Me dieron ganas de decirle: “le di mi corazón, cabrón, no te burles”. Solamente me reí. Después de todo, ya no tengo modo de demostrar lo que en verdad ocurrió. Durante cuatro meses la dejé de ver y la semana pasada, cuando la volví a ver, ya no tenían chispas de flirteo sus ojos, a pesar de que me miraba como intentando ver otra dimensión de mi cara: me escudriñaba en el rostro el pasado, se diría.

--Bueno, sí, el amor une cuerpos, como dijo el poeta; dije.

--No es el amor, valedor, son las ganas de estar pegado a otro cuerpo para hacer como que nos hacemos ilusiones.

Volví a sonreír porque me sorprendió que me saliera filósofo ese hombre, cuya piel parecía recién extraída de una mina de cobre. Quizá tenía razón o quizá la razón es un estado de agregación de ideas que están más a gusto cuando se vuelven humo.

Yo me había pegado al cuerpo de Laura haciéndome ilusiones un tanto difusas. Pensé en la vida marital, en pasear los domingos, en hacer poco ruido en las noches para que su hijo no nos oyera; imaginé que caminaríamos juntos haciendo bromas en los supermercados, que aprendería a bailar con sus pasos, que la vería caer dormida sin miedo en mi cama.

--Sí, me ilusioné un poco.

--Tráete otra cubeta, yo orita te copero.

Mientras iba, ya no muy derecho, a que alguien metiera la cubeta en un tambo de pulque a cambio de unos cuantos pesos, dudé si Laura habría combatido contra las ilusiones que se hubiera hecho. Mejor búscate otra sin hijos, me pidió una vez. Te van a gustar otras más jóvenes que yo. No voy a poder competir con tus amigas de la universidad. ¿Por qué nunca negué enfáticamente esas ideas? Negaba con la cabeza, la tocaba, nada más.

--¡Salud, por el nomeacuerdo!

Sólo discutimos una vez porque le cancelé una cita, ya que había preferido salir con una amiga a tomar café. No fue una pelea fuerte, fue de esas anécdotas que suelen extraviarse en la memoria de las parejas, pero no hablamos más durante dos días. Después, le marqué a su trabajo, más o menos quedamos reconciliados. Íbamos a vernos al día siguiente, cuando saliera y nunca salió.

--A veces toca insistir, a veces toca darse la vuelta, uno nunca sabe: ahora toca chupar. Dijo con una voz más lenta y más raspada.

Por alguna razón me dieron ganas de insultarlo. ¿Él qué carajos sabía? Ni siquiera sabía cuál era mi problema, no sabía cómo me sentía atrapado en el cuerpo de Laura cuando la abrazaba. ¿Qué necesidad tenía yo de invitarle una borrachera a un briago cualquiera?

--Sígueme contando, carnalito, se me hace que te falta más desahogo.

--Yo no supe por qué llegó, le marqué a su celular y me contestó su hijo, un chavito como de 11 o 12 años. No sabía nada, solo que su mamá le había cambiado el celular. ¿Qué le podía decir? No sé, no se me ocurrió nada. Luego, pasaron los días, las semanas, ya no iba a trabajar y no encontré modo de hallarla.

--¿Dices que pasaron cuatro meses?

--Sí, ¿ya te había dicho? Creo que ya se me subió.

--Si vas a chillar, chilla. Me dijo porque cerré un poco los ojos y moví mi frente por la palma de mi mano tratando de que las cosas y las ideas dejaran de moverse a lo pendejo.

Un día que estábamos en la cama me dijo que de niña fue violada. Me llamó a mi celular, soy Laura, tenía que avisarte que tuve un accidente. Me abrazó muy fuertemente cuando nos vimos. Me preguntó con cara de desconcierto si yo le di muchas clases. No recordaba nada de mi casa y en sus ojos ya no había esos brillos que el deseo hace entrechocar.

--¿Le debía contar todo detalle a detalle para ver si recuperaba el recuerdo?

--¿Ya no se acuerda de nada?

--De nada. Sólo del papá de su hijo.

Recordaba mi nombre y que por alguna razón me estimaba. Quise besarla y ella ya no quiso. ¿Éramos novios? Me preguntó cuando le empecé a contar lo nuestro. También otro amigo me dijo que yo andaba con él, aunque no me dio detalles como tú.

--Y dijo que no le veía el caso a tener mas relaciones conmigo.

--Ahora yo voy por la siguiente cubeta. Dijo el hombre del overol y yo comencé a ver ráfagas de oscuridad.

--Algún día, te hubiera olvidado de todos modos. Alcancé a escuchar su voz, ya casi no oía nada, ya no supe más.

23 may 2012

¿Ya tienes sueño?


Hay un alivio en el cansancio
al recibir las alas de niebla de las aves
que cierran tus ojos.
Es el triunfo del no poder más
tu mirada sin heridas ni filos
envuelve el borde de los bordes,
la paz.

14 may 2012

Más allá de la tolerancia e intolerancia

Me he cansado de leer y de escuchar un trapeador que se hace pasar por idea: hay que ser tolerantes.

¿Por qué carajos tiene que considerarse valiosa y siempre positiva a la tolerancia? Por razones políticamente correctas, que son, como sabemos, por lo general sinrazones. Sin embargo, algún valor debe impulsar el dogma de la tolerancia: ese valor es el de la paz. Muchas veces es preferible aguantar un daño que luchar inútilmente por repararlo. Ante las injusticias celestiales, claramente, no conviene escupir al cielo. Pero ante las injusticias humanas, claramente, no conviene quedarse con los brazos tolerantemente cruzados. La tolerancia es, pues, una flor en la rama de la indiferencia, la cual a su vez brota en el tronco del odio. Los antiguos griegos y romanos comprendieron el linaje de la tolerancia y la tenían por defecto, juzgándola de esa manera, unos fundaron la ética, los otros las leyes, que son, en esencia, intolerantes. Ya ha pasado mi adolescencia anarquista, he llegado a comprender el valor fundamental de la intolerancia, en otras palabras, creo en el cumplimiento de las reglas y en la legalidad.

Los ultras de la Ilustración son intolerantes porque fueron racionales. El dios cristiano, en cambio, es tolerante porque es irracional. Del lado de la fe, en el terreno del capricho, crece la hierba de la tolerancia. Esto parecerá una locura para los que han cultivado alguna fobia hacia el cristianismo. Si no renuncian a leerme, tal vez puedan comprender la dirección de mis ideas. Perdonar a un criminal por el simple hecho de arrepentirse de corazón mientras está clavado a una cruz, ¿no es un acto de asombrosa tolerancia? El cristianismo predica el perdón, la redención de los pecados a condición de un acto subjetivo, no cuantificable: la fe.

¡Pero también son intolerantes! Gritarán algunos, porque no permiten la poligamia, la vida libertina, etc. No estoy de acuerdo, por el contrario, el catolicismo tolera, incluso la pederastia. El rezo a Dios, la intercesión de los santos, la confesión de los pecados y otros rituales caprichosos redimen. Con una incuantificable dosis de arrepentimiento, no hay mal que no sea tolerado. Una vez que el ser humano se deja gobernar por lo irracional, la intolerancia se diluye y todo se vuelve veleidad.

No estaría de más recordar que Caín, luego de haber asesinado a su hermano, creó a Dios para deshacerse de su responsabilidad, con ello, también inventó la tolerancia. Los griegos, por otra parte, siempre más racionales y más cercanos al derecho, concibieron la tragedia, forjaron personajes que tienen que pagar el lastre de su ignorancia, que no serán absueltos aunque recen ni serán plenamente libres, ya que son plenamente responsables.

Tampoco está de más recordar que el cristianismo y la tolerancia anidan en el principio del placer, pero la intolerancia en el principio de realidad. Y realmente, no hay paraísos ni infiernos, hay gustos y géneros, hay sensibilidades y perspectivas, hay filias y fobias. El arte de convivir y de congeniar tantos distintos gustos es la ética, pero ésta no se basa en la tolerancia, sino en el encuentro.

Encontrarse con el otro es algo más que tolerancia, dado que quien tolera ya previamente ha juzgado a lo que tolera o a quien tolera como perjudicial. El encuentro, por el contrario, lo que implica es una buena disposición, un ánimo de búsqueda, un espíritu de curiosidad ante lo real desconocido, y por tanto, lo real maravilloso. El encuentro entre seres humanos es el principio de la ética. Si yo tuviera que hacer un imperativo categórico me limitaría a éste: encuéntrate contigo y con los demás.

¿Y qué es tolerable y qué es intolerable? Ningún bien es tolerado. Una idea tan simple me parece convincente. Se puede ir un paso adelante: lo que no hace daño no es tolerado. Cuando alguien dice: “no tolero el humo del cigarro”, significa que o se aleja de los fumadores o les exige que dejen de fumar, en cualquier caso considera que hay un daño. Si alguien dijera: “tolero el humo del cigarro”, significaría que a pesar del daño, sabe aguantarse, o bien, encuentra cierto placer en ese olor, pero se deja entrever que comprende que hay un mal. En cambio, ¿quién diría que no tolera sentirse bien? ¿O quién diría que tolera el placer? Bien mirado, entonces, en el discurso a favor de la tolerancia se nos inserta la idea de que hay ciertas vainas malas que deben soportarse y, en no pocas ocasiones, cuando se exige tolerancia tales cosas nada tienen de malo. ¿Cómo reaccionaríamos ante imperativos como: “tienes que tolerar la belleza”, o “tienes que tolerar las virtudes”? Claramente son absurdos.

De lo cual se desprende la cuestión: ¿por qué tenemos que tolerar el mal? La respuesta es prácticamente de sentido común: es positiva la resignación ante lo que no podemos mejorar. Pero ante todo aquello que podamos corregir, ¿qué ganamos con tolerarlo? Ahora bien, no significa esto que la medida de todas las cosas sean nuestros prejuicios y que vivamos en permanente pedantería corrigiendo a diestra y siniestra.

Estoy a favor del encuentro, que en mi opinión está más allá de la tolerancia y la intolerancia. Sin embargo, ante Caín, es decir, frente al criminal se debe aplicar un castigo. Una ética que prefiriera tolerarlo, me parece injusta. Ya Popper planteó en su momento la paradoja de la tolerancia con los intolerantes. Actualmente, en México, pretender que la intolerancia hacia un candidato acusado de ser criminal es una inmoralidad o una falta de ética, me parece una trivialización, peor aún, una maldad.

Hay que tener mucho cuidado de quienes predican tolerancia, detrás de ellos puede estar la ilegalidad, la vacilación y la irresponsabilidad. No llamemos intolerante al represor, cuyo su verdadero nombre es represor. No llamemos intolerante al que protesta porque su verdadero nombre es indignado. No llamemos tolerante a quien destila veneno con una sonrisa en los labios, su verdadero nombre es hipócrita. No llamemos tolerante a quien se resigna ante la injusticia, su verdadero nombre es injusto.