El enfermo precisa
abundantes líquidos
que beba el rocío
en la hoja tremente del día
que beba la azul luz
que es la risa del mar
un litro de Bach
un refresco de jazz
un vaso del buen vino
que nace en viñedos de fraternidad
precisa además el lago
estremecido de un beso
el lago quieto de la caricia
le vendría bien la fuente
de un comprendedor oído
la fontana de un aedo
que de la épica cotidiana le contara
y unas chispas de lluvia para animarlo
porque se requiere un cuerpo
para gozar este río saludable
que habrá de conducirnos
al añejo desierto ambarino
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