PRIMAVERA: Escribe palabras sobre la alegría
FILÓSOFO: ¿Por qué escribir sobre la alegría en lugar de simplemente
disfrutarla?
BARRENDERO: La alegría me recuerda a esa rola de Juanga.
JUANGA: ¡Buenos días, alegría, buenos días, señor sol!
HOMOFÓBICO MODERADO: Hoy seguiré siendo jotolón, hoy seguiré siendo
jotolón.
POLICÍA LÉXICO: Eso amerita una multa, oríllese a la orilla de lo
políticamente correcto.
ANTONIO: Yo desconfío de la alegría.
FILÓSOFO: Creo con Bergson, que la alegría es el acento triunfal de la
vida. La recompensa que obtiene la creatividad.
ELUARD: Bonjour, tristesse, tu es inscrite dans les lignes du plafond.
BARRENDERO: No te agüites, carnalito, estamos chupando tranquilos.
ANTONIO: Sí, la creatividad y la alegría podrían estar relacionadas, pero
también la alegría y la crueldad, y la destrucción y un montón de cosas
terribles.
FILÓSOFO: Probablemente desconfías de la alegría por influencia del
cristianismo.
KEMPIS: Si hubiera algo más útil que el sufrimiento, Jesucristo nos lo
hubiera enseñado. Serás dichoso cuando ames el sufrimiento.
BARRENDERO: Yo entiendo lo que dice este cuate porque cuando me pongo a
chiflar canciones, limpiando acá, contento, disfruto mi chamba, aunque es
pesada, pero le termino agarrando el gusto.
ANTONIO: No niego ni la posibilidad de alegría, aún entre circunstancias
desfavorables, ni su valor intrínseco como dadora de placer. Lo que digo es que
me parece un bien sospechoso.
TEÓLOGO: Es posible una espiritualidad de la alegría, ya que Dios se ha
fundido con lo humano, debemos superar la visión del valle de lágrimas e
identificar la fe con la experiencia de gozo.
PABLO DE TARSO: Que el Dios de la esperanza colme vuestra fe de alegría.
ANTONIO: Ok, pero a ver, ¿para qué hemos inventado, pues, las cárceles?
¿Por qué ha sido creada la disciplina escolar?
FILÓSOFO: Es cierto que las cárceles no son meras formas de aislar a
ciertos individuos, sino que son instituciones edificadas para la destrucción
de la alegría, sin embargo…
BARRENDERO: Sí, como mi cuate, el Greñas, estuvo un rato allá en el
Reclusorio. Salió peor, más maleado, antes era muy alegre, orita ya está bien
amargado, ni fuma ni chupa, según se metió en un grupo de esos contra las
adicciones, aunque ya no sea alegre pero al menos se reformó siquiera.
ANTONIO: ¿Y qué me dicen de esa pequeña cárcel que es la escuela?
BARRENDERO: De eso yo no sé, porque me salí de la escuela. Ya estaba
cansado de que me estuvieran chingando. No hagas esto, no hagas lo otro; y ni
me pagaban. Luego uno se arrepiente, pero pues ya qué.
FILÓSOFO: ¿Sugieres que la disciplina escolar es un conjunto de normas para
destruir el comportamiento alegre?
ANTONIO: Veamos por una ventanita, en una jornada escolar, ¿cuántas veces
se carcajean los alumnos más aplicados y cuántas quienes sacan las peores
calificaciones? Con esa estadística veríamos que la alegría en la escuela es
inversamente proporcional a las notas.
PROFESTRICTO: Es que así debe de ser. La disciplina es lo que los va a
ayudar en la vida, eso es lo que tienen que aprender. ¿Qué quieres? Que hagan
lo que quieran. Eso no puede ser. Además ¿qué es esto: una obrita de teatro, un
artículo, un ensayo dialogado? No, no es nada, esto no vale, esto no existe.
Disciplínate y escribe algo serio.
PROFEBARCO: Si yo que era disciplinado y cumplía con todas las tareas de la
escuela, fracasé en la vida: le doy clases a una generación limítrofe, si
consiguen escribir su nombre sin faltas de ortografía, les subo dos puntos, si
aprenden a decir “buenos días” otros dos puntos; aun así la mayoría reprueba.
Pero heredan los negocios de sus padres y su alegría les abre puertas; me
parece que su falta de seriedad, de disciplina y de compromiso sólo les cierra
la puerta de los estudios especializados.
BARRENDERO: Bueno, sí, pero quienes no tuvimos padres, o si eso de los
negocios, pues, uy, cuándo, ni un puestecito de chicles, que yo con eso me
conformaba, como doña Meche, la que está aquí afuerita en las escaleras del
Metro, sí está todo el día, ¿verdad?, pero me contó que acaba de ir por una pantalla
de plasma, de las chiquitas, ¿no?, de todos modos le va bien.
FILÓSOFO: No se trata de negar las problemáticas sociales, por el
contrario, para combatirlas también es indispensable una buena dosis de
alegría, por eso me propongo construir una ética de la alegría, no de un
optimismo ramplón, sino de una actitud vital, una vida enamorada de la vida, finalmente
lo peor ya ha pasado…
BARRENDERO: ¿La llegada de Peña Nieto al poder?
ANTONIO: El haber nacido.
BARRENDERO: Ah, pues sí, yo ya pasé lo peor, me tiraron al mundo, a la
calle como si yo apestara, de a gratis no tuve ningún cariño, tuve que
ganármelo todo, ahí poco a poco, hice amigos, luego aprendí a hablarles a las
mujeres, convencí a una de que me ayudara a construir un cuartito. No anda tan
perdido don Filósofo, lo peor ya ha pasado, ora viene lo bueno.
ANTONIO: Todos tenemos que agarrar nuestra escoba alguna vez, darnos la
oportunidad de ver limpio lo que nos rodea aunque sea brevemente. Dirán que soy
necio, pero no me pidan que además de barrer conserve la alegría.
CAMUS: A Sísifo hay que imaginarlo alegre.
ANTONIO: A él, a mí no.
BARRENDERO: ¿Sísifo es el don que metieron al tambo por echarse a unos
malandros que entraron a su cantón, no?
ANTONIO: No, no, es otro.
BARRENDERO: No, sí es él, ¿pus cómo va a estar alegre ahí enjaulado? Nel, a
mí sí me da lástima, si viéndolo bien, yo hubiera hecho lo mismo, pa’mí que no
es un delincuente.
FILÓSOFO: El delito de Sísifo, como el de Segismundo y el de cualquiera es
haber nacido. Lo dichoso es que se puede afrontar el castigo por tal delito sin
que la alegría nos sea vedada.
BARRENDERO: El Segismundo también me suena, pero no me acuerdo ahorita.
FILÓSOFO: Somos capaces de afrontar el absurdo de la vida con el rostro
contento. Podemos experimentar el nihilismo sonriendo.
ANTONIO: Eso me parece que nos convierte en maridos engañados. La trascendencia espiritual es la ingrata Colombina que nos ha traicionado, y ahora nos queda ser payasos metafísicos.
CANIO: Reír, actuar, la gente paga para reír y escuchar a otros reírse. Debo
renunciar a mis sentimientos de hombre porque yo no soy libre delante del
público. Estoy obligado a la risa. He perdido el amor, me han engañado y me he
desengañado, y aunque ahora tenga ganas de matar, debo contenerme y reír.
JUAN CRISÓSTOMO: Jesús jamás reía.
BARRENDERO: Mejor llora, Canio, como dice Chente, como lloran los
hombres, llora hasta que se te caigan las ganas de vengarte; desahógate,
hermano, no hay fijón.
ANTONIO: Sí, llora en serio, sin ninguna vergüenza, experimenta tu
tristeza, que es la de todas las personas conscientes en este mundo azaroso y
lleno de crueldades. Sufre pero no mates arlequines.
(Canio mata a Colombina y al Arlequín)
BARRENDERO: Te digo: ¡su problema es que no se deja guiar!
CANIO: La commedia è finita!