Si al principio no muestras quien eres, después no podrás por más que quisieres. Tal decía un refrán y seguramente decía bien. Digo esto porque de nuevo pienso en Shakespeare, experto en diseñar transformaciones. Sus muertos reviven, sus mujeres son hombres, las cabronas son lindas y las lindas, cabronas.
Lo verdadero es contradictorio, me dijo alguien que no era Heráclito; digna paradoja que merece memoria. Acaso por ello, en el escenario de los días cotidianos, andamos con un rostro que es máscara y más de una clara personalidad suele ser un misterio.
De ese modo, una sonrisa puede significar desprecio, una caricia, una violencia; una despedida, el deseo de permanecer y un beso… ¿los besos también mienten?
¿Pueden ser metafísicos los besos? O en otras palabras, ¿los besos que desatan el erotismo son algo más que labios, que carne dispuesta al contacto, a la unión, al fluir erótico? Ya se sabe qué quiere el cuerpo. Pero ya sabemos que hay un tirano en la conciencia al que le gusta encadenar al cuerpo.
O en otras palabras, imaginemos dos cuerpos en cercanía que se gustan y se tocan: primero una mano sobre el cabello, luego una caricia sobre la mejilla, después los labios y más después los brazos o las piernas o toda la piel.
Reducidas a cuerpo, la cabrona y la linda son indistinguibles. Si la gente prefiere a una o a otra se debe a que nos concentramos en las apariencias. Las apariencias no son físicas, sino metafísicas. El cuerpo no miente, pero sí el súper yo.
Imaginemos el cuerpo de la cabrona o de la linda después de un beso, imaginemos esos labios que querían diciendo que no querían. Los labios entonces están compuestos de dos voluntades. No importa mucho la razón por la cual se arrepienten de haber querido o por la cual, incluso, niegan haber querido. Ya sea que desearan ser fieles, ser santas, ser metafísicas, respetar la amistad, la diferencia de edad o la diferencia de clase, etc. Todas las apariencias que no son cuerpo, mienten; todas las estructuras que someten al súper yo; toda esa bola de tonterías que dicen no, mientras el cuerpo repite otro beso.
En ese mundo de apariencias, toda verdad parece contradicción. La conciencia se hace pasar por verdadera y los besos que van contra las normas se ven como distracciones de Eros. Sin embargo, tales distracciones revelan máscaras. Es muy posible que la cabrona, sedada de amor, se revele linda y viceversa.
Imaginemos, insisto, a una típica chica linda, es decir, a una zorra reprimida (Hago una pausa para decir que no me importa aparentar machismo, una chica linda es una zorra reprimida y punto). La zorra es un animal astuto según las fabulillas y yo así lo tomo, nada más, o sea, inteligencia convenenciera. Y con represión quiero decir represión sexual, algo de lo que ningún ser humano puede librarse y no me jodan con que “yo no”.
Entonces, la linda que ha besado a alguien prohibido, alguien que no es su novio o que es menor o mayor o más pobre o un completo extraño o un familiar, difícilmente aceptará que desea ser de otro modo, que prefiere la irresponsabilidad, la poligamia, el incesto, la levedad, el desmadre. ¿Por qué no lo acepta? No creo que sea por maldad ni por hipocresía, para mí se trata de casos tristes de represión.
En cambio, la cabrona, que teóricamente no pretende ser buena, asume con menos conflictos sus perversiones. ¿Qué caso tiene negar nuestras perversiones? ¿Ser respetables ante los ojos de los demás? Pues sí. Es necesario ante los hipócritas dar una buena cara. Es síntoma de inteligencia la adecuación del lenguaje y del comportamiento frente a distintas clases de interlocutores. Pero es aún más inteligente, saber que en el fondo hay un escenario, que el mundo es teatro, que todos actuamos.
Con el beso de una cabrona puede comenzar o finalizar una comedia: “y los tres fueron felices”, “mamá, soy Edipo y haré travesuras”, “Sara, hermana, amada mía, Yahvé bendice el incesto”, etc. Una comedia, claro está, es una historia alegre con poca represión sexual. La comedia, por lo que a mí respecta, es una vida conyugal idónea. Por otra parte, el preludio de un drama o de una tragedia perfectamente puede ser el beso de una chica linda, dado que allí entran en conflicto la verdad y la mentira, el bien y el mal, el cuerpo y la conciencia represora, etc.
En fin, si no me gustan las chicas lindas es porque son demasiado cabronas y de las cabronas lo que me gusta es la lindura.