24 jul 2008

Yo digo que sí

Yo opino que el amor a la opinión es una forma de insensatez, a diferencia del amor por el saber. Sin embargo, el saber no es fácilmente alcanzable ¿y cómo amar algo perpetuamente en fuga, nebuloso y de difícil acceso? Me parece que hay que dudar del saber. El saber, después de todo, gusta de ser impositivo, se nombra a sí mismo autoridad y tiende a ser imperialista.
Amar la opinión, en mi opinión, deviene en actitud democrática. La cual, sin duda, mucho tiene de insensatez. Pero no es malo ser insensato, yo me siento bien entre insensatos y no le pongo peros a la democracia. Una persona, un voto, es decir, una persona: una opinión. Todos opinamos porque ninguno sabe. El saber es para las monarquías, la opinión es para la democracia.
Escribo esto a propósito de La Consulta Ciudadana sobre la Reforma Energética. ¿Qué porcentaje de la ciudadanía sabe a cabalidad de qué trata la susodicha Reforma? Dudo que sea más de un puñado. Aunque la mayoría no sepa, podrá opinar.
Yo no veo mal que uno opine sobre lo que no sabe. ¿Por qué tendremos el complejo de niños a los que sus padres los mandaban a callar en una discusión adulta? Por cada cosa que sabemos desconocemos un millón. ¿El director de Pemex cuánto sabe de la política exterior de EUA? ¿El Secretario de Energía cuánto sabe de los planes del EPR para atacar nuevamente instalaciones de Pemex? ¿Cuánto sabe la oposición de la caída de la producción petrolera? Algo sabrán y muchas otras cosas no. No hay una sola persona que sepa todo lo que hay que saber sobre el petróleo en México y esto significa que debemos opinar sin saber.
Un buen ciudadano no tiene por qué estar informado de la política exterior de los países productores de petróleo, cuyas acciones influyen en el precio internacional del crudo que exporta México. Y más aún, un buen ciudadano, no puede estar informado. Los noticieros son poco más que programas de chismes. Sin embargo, nuestra opinión debe contar, valer; una persona, una opinión.
La cosa pública nos afecta. Comprendo, pero desestimo la postura del PAN ante la mentada consulta del próximo domingo. Por supuesto que abunda la desinformación y nadie sabe. Aun así, la opinión intuitiva tiene que contar. Están más que justificadas todas las sospechas sobre las iniciativas gubernamentales, incluida la misma consulta que organizó el Gobierno del Distrito Federal. Pese a todo, yo digo que sí, que hay que participar.
Y adelanto mi opinión: ¿estoy de acuerdo en que puedan participar empresas privadas en transporte, almacenamiento y refinación de hidrocarburos?
Sí.
¿De acuerdo a que se apruebe la Reforma?
Sí.
Yo digo que sí, porque las empresas privadas puede ser de mayor utilidad a los ciudadanos que las empresas del Estado. Y yo digo que sí porque el punto de la Reforma que más me convence (y que no se menciona en la consulta) es aquel que le permitirá paulatinamente a Pemex disponer de sus excedentes de ingresos. Yo digo que sí porque la Reforma no será ninguna solución mágica ni acabará con el declive de la explotación, pero sí puede mejorar un poco la situación general de esta empresa.
¿Mejorar un poco o que todo continúe igual? Ésa, a mi gusto, es la pregunta. Y la respuesta, mi respuesta, es sí.

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