No es porque me guste llevar la contraria, pero yo no comparto el optimismo de diversos columnistas entorno a la Ley de Fomento para la Lectura y el Libro. De hecho, yo me tomo en serio las siguientes preguntas: ¿es bueno leer? ¿Leer nos hace mejores personas?
Por supuesto, que yo no podría dejar de leer. Pero no me considero mejor persona por esa razón y tampoco estoy seguro de cómo uno sabría determinar con precisión en qué consiste ser “mejor persona”.
Ciertamente, opino que todo ciudadano que elija a sus representantes, también tiene que ejercitar su capacidad de juicio, y para ello es muy conveniente la lectura tanto de obras literarias, como de textos informativos. Sin embargo, existen textos dogmáticos, estúpidos y charlatanes, aparte, quizá ningún libro está completo por sí mismo, sino hasta que el lector lo concluye, lo cual implica que las interpretaciones de una lectura son mitad responsabilidad del receptor.
Me gustaría más una ley para fomentar los buenos libros. Pero estaríamos también en otro problema. Sería inaceptable un censor que dijera cuáles son buenos y cuales malos. Pese a ello, considero que uno de los métodos más eficaces históricamente para la promoción de la lectura es la censura y la persecución de intelectuales.
Los países de Europa del Este leían mucho más bajo el yugo comunista que con la libertad democrática. Me impresiona el tiraje que alcanzaron en la desaparecida Checoslovaquia las novelas de Kundera, y también de otros autores que se editaban clandestinamente, creo que nunca antes hubo tantos escritores en Praga. Para crear más lectores no hay que regalar libros, sino prohibir la lectura. Sólo lo prohibido es valorado con facilidad.
Piénsese también en el blog Generación Y, que fue bloqueado para los internautas de Cuba, casi al mismo tiempo que se legalizaba la compra de computadoras. Quizá sea el blog más visitado en español. La revista Time no en vano colocó a Yoani Sánchez como una de las 100 personas más influyentes. ¿Acaso será una exageración propia de los imperialistas? Como sea, yo creo que si hubiera libertades políticas en Cuba, tendría menos lectores.
Por supuesto, que yo no podría dejar de leer. Pero no me considero mejor persona por esa razón y tampoco estoy seguro de cómo uno sabría determinar con precisión en qué consiste ser “mejor persona”.
Ciertamente, opino que todo ciudadano que elija a sus representantes, también tiene que ejercitar su capacidad de juicio, y para ello es muy conveniente la lectura tanto de obras literarias, como de textos informativos. Sin embargo, existen textos dogmáticos, estúpidos y charlatanes, aparte, quizá ningún libro está completo por sí mismo, sino hasta que el lector lo concluye, lo cual implica que las interpretaciones de una lectura son mitad responsabilidad del receptor.
Me gustaría más una ley para fomentar los buenos libros. Pero estaríamos también en otro problema. Sería inaceptable un censor que dijera cuáles son buenos y cuales malos. Pese a ello, considero que uno de los métodos más eficaces históricamente para la promoción de la lectura es la censura y la persecución de intelectuales.
Los países de Europa del Este leían mucho más bajo el yugo comunista que con la libertad democrática. Me impresiona el tiraje que alcanzaron en la desaparecida Checoslovaquia las novelas de Kundera, y también de otros autores que se editaban clandestinamente, creo que nunca antes hubo tantos escritores en Praga. Para crear más lectores no hay que regalar libros, sino prohibir la lectura. Sólo lo prohibido es valorado con facilidad.
Piénsese también en el blog Generación Y, que fue bloqueado para los internautas de Cuba, casi al mismo tiempo que se legalizaba la compra de computadoras. Quizá sea el blog más visitado en español. La revista Time no en vano colocó a Yoani Sánchez como una de las 100 personas más influyentes. ¿Acaso será una exageración propia de los imperialistas? Como sea, yo creo que si hubiera libertades políticas en Cuba, tendría menos lectores.
Mi teoría es que las dictaduras, y no las democracias, favorecen y fomentan la lectura. En México, hubo dos momentos históricos que resultan buenos ejemplos: el porfiriato y el maximato. Bajo la dictadura (acaso también dictablanda) de Porfirio Díaz se consolidó la generación positivista, se publicó El Renacimiento, la extraordinaria pionera de las revistas literarias en nuestro país, la cual venía ha demostrar el auge cultural de los años porfiristas.
Y bajo la sombra autoritaria de Plutarco Elías Calles, el gran muralismo de Orozco, Siqueiros y Rivera se dio a conocer, y en el campo de las letras la generación del Ateneo brilló como ninguna otra generación de intelectuales mexicanos: Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Antonio y Alfonso Caso, y otros. Si esto ocurrió en una dictadura de 7 años, imaginemos lo que habría sido en una de siete décadas.
Sin dictadores latinoamericanos, nos habríamos perdido el setenta por ciento de las grandes novelas latinoamericanas, si no es que más.
¿Y aún así se pretende fomentar la lectura mediante leyes democráticas? No, señores, para convertirnos en un país de lectores requerimos con urgencia una tiranía militar que persiga incansablemente a todo aquel que se atreva a tener ideas.
Y bajo la sombra autoritaria de Plutarco Elías Calles, el gran muralismo de Orozco, Siqueiros y Rivera se dio a conocer, y en el campo de las letras la generación del Ateneo brilló como ninguna otra generación de intelectuales mexicanos: Alfonso Reyes, José Vasconcelos, Antonio y Alfonso Caso, y otros. Si esto ocurrió en una dictadura de 7 años, imaginemos lo que habría sido en una de siete décadas.
Sin dictadores latinoamericanos, nos habríamos perdido el setenta por ciento de las grandes novelas latinoamericanas, si no es que más.
¿Y aún así se pretende fomentar la lectura mediante leyes democráticas? No, señores, para convertirnos en un país de lectores requerimos con urgencia una tiranía militar que persiga incansablemente a todo aquel que se atreva a tener ideas.
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