ANTONIO: Tengo la llave de un candado que abre un lugar donde dos días a la semana me siento a conversar con quien aparezca o a mirar el pasto bebiendo café, oyendo jazz. La pura vida adánica.
ADÁN: Soy agua que se contamina estérilmente. Un fallido fruto, ya pútrido. ¿Puedo pasar a platicar?
ANTONIO: Claro, pásale. ¿Qué escribes?
ADÁN: Nada. No sé emplear la escritura. No conozco de palabras ni de papeles. Sólo estoy solo. Sólo necesito compañía. Necesito una pareja como el resto de los animales, ¿por qué yo he de ser el animal más solitario?
ANTONIO: No exageres. No me acuerdo cuáles, pero hay unos que creo que ni se reproducen. (Pausa mientras reflexiona en la tontería que acaba de decir) Bueno, no sé. El punto es que así estás bien; Adán, yo que tú me acariciaba las costillas y me ponía a sonreír. Y sobre todo, nada de sueños.
FREUD: Mmm, (apuntando algo en una libreta) conque nada de sueños.
ADÁN: ¿Él quién es? Creí que tú también estabas solo.
ANTONIO: (Minimizando el comentario de Adán) Así es la onda en los teatralismos.
ADÁN: Planeo pedirle un favor a Dios.
ANTONIO: No me digas, ya me imagino. Pero, ¿cómo te explicaré? ¿No te lo quieres pensar otro poquito?
ADÁN: Son largos mis días, es yermo mi edén. Soy un eremita que tristea, mientras las criaturas todas, los árboles y el agua, deleitándose desfilan.
ÁRBOL: Yo no desfilo. Soy un soldado eficaz, pero yo no marcho, simplemente me marchito.
ADÁN: A mí me parece que desfilan de una u otra forma. Acaso hacia el cielo o hacia las profundidades, saben germinar, florecer. Yo soy el único que se pudre sin remedio.
ANTONIO: Pues yo creo que deberías escribir y olvidarte de pedirle frías a Dios.
ADÁN: ¿Frías?
ANTONIO: Un mexicanismo.
ADÁN: ¿Mexicanismo?
ANTONIO: Ahora resulta que tú no sabes nada. Te haces tonto, nada más. Frías, hombre, tortillas frías, cuando vas con tu vecina a rogarle por tortillas frías, así se solía decir aquí porque antes había muy pocas lesbianas, o quizá eran closeteras, ya que hoy dices tortillera y te vienen imágenes de sensuales ninfas besándose, y también antes eran muy baratas, no las levis, sino el kilo de tortillas, y ahora con el PAN, no con el de trigo, sino con el partido político, pues ya ves, ya de nuestra suave patria la superficie no es el maíz, sino que ya es importado de gringolandia y transgénico. Aun así me pareció oportuno usar la palabreja por aquello de las frígidas.
ADÁN: Siento que algo se me escapó de tu discurso. ¿Qué es mexicanismo?
ANTONIO: Pues en qué mundo vives, caray, yo no te voy a estar explicando todo. Ni que yo fuera Lezama Lima, coño. Un mexicanismo es un mexicanismo y punto.
MEXICANISMO: (Vestido de charro, con bigote y pistola) A güevo. Yo hablo como se me hinchan los güevos y nadie me va a decir cómo chingados hablar. ¿Y quién es el cabrón que me lo quiere impedir? (Empieza a echar tiros)
ADÁN: No sé, yo no entiendo de otra cosa que no sea la soledad. Si tan sólo tuviera una compañera.
ANTONIO: ¿Una? He ahí tu error, mi estimado, Adán. Y la primera que pasó enfrente de ti, porque yo no me creo lo de Lilith. (Morboso) ¿O debería? A ver, aquí en confianza, estamos entre cuates, luego yo también te cuento de unas chavas, ¿sí o no con la Lilith?
ADÁN: No sé de qué hablas. Mis manos no saben de otra piel que no sea la mía.
ANTONIO: Entonces ya sé cuál es tu problema.
ADÁN: La soledad.
ANTONIO: No, hombre, no, la falta de experiencia. Estás chavo. Y para mí que Dios se aprovechó de ti. Te debió presentar a varias y que tú escogieras. Lo que hizo no es de cuates.
ADÁN: Me gustaría que te explicaras porque Dios todavía no me ha presentado a nadie. Es justamente lo que yo quiero pedirle.
ANTONIO: Ya sé, ya sé. Hace las cosas al aventón y se le olvidan ciertos detalles, que yo sí que no se los perdonaba, aunque te voy a decir que se me hace sospechoso. ¿No será que Él te anda tirando la onda?
ADÁN: (Extremadamente ingenuo) ¿Cómo?
ANTONIO: O sea, pues sí, hombre, que te hace ojitos, te roza la pierna. Porque eso de hacerte a su imagen y semejanza, pues, se ha de identificar contigo, ¿no? luego si Él es amor, se ama a sí mismo y a ti también, y bueno, tú me entiendes. (Ya enfadado) A su edad y que siga soltero, algo significa.
ADÁN: A veces creo que te expresas de manera enredada.
ANTONIO: Si de un inicio no te dio compañera es porque de seguro Él te quiere por compañero. ¿Me entiendes? Le gustas o está encaprichado contigo, no sé, pero seguro te quiere para Él solito.
ADÁN: (Como comprendiendo por fin) ¡Oh!
ANTONIO: Te desea como hombre. (Se ríe) Creí que nunca iba a decir esa frase.
DIOS: ¿Adán, dónde estás?
ANTONIO: (Susurrando) Escóndete.
ADÁN: Aquí. ¿Y tú?
DIOS: Acá. ¿No tienes sueño?
ADÁN: Poquito.
DIOS: Duérmete. Y te daré una sorpresa.
ANTONIO: No le hagas caso, te va a violar.
ADÁN: (Bostezando) De acuerdo. Dormido soy. (Y duerme)
ANTONIO: Ni modo.
ADÁN: Soy agua que se contamina estérilmente. Un fallido fruto, ya pútrido. ¿Puedo pasar a platicar?
ANTONIO: Claro, pásale. ¿Qué escribes?
ADÁN: Nada. No sé emplear la escritura. No conozco de palabras ni de papeles. Sólo estoy solo. Sólo necesito compañía. Necesito una pareja como el resto de los animales, ¿por qué yo he de ser el animal más solitario?
ANTONIO: No exageres. No me acuerdo cuáles, pero hay unos que creo que ni se reproducen. (Pausa mientras reflexiona en la tontería que acaba de decir) Bueno, no sé. El punto es que así estás bien; Adán, yo que tú me acariciaba las costillas y me ponía a sonreír. Y sobre todo, nada de sueños.
FREUD: Mmm, (apuntando algo en una libreta) conque nada de sueños.
ADÁN: ¿Él quién es? Creí que tú también estabas solo.
ANTONIO: (Minimizando el comentario de Adán) Así es la onda en los teatralismos.
ADÁN: Planeo pedirle un favor a Dios.
ANTONIO: No me digas, ya me imagino. Pero, ¿cómo te explicaré? ¿No te lo quieres pensar otro poquito?
ADÁN: Son largos mis días, es yermo mi edén. Soy un eremita que tristea, mientras las criaturas todas, los árboles y el agua, deleitándose desfilan.
ÁRBOL: Yo no desfilo. Soy un soldado eficaz, pero yo no marcho, simplemente me marchito.
ADÁN: A mí me parece que desfilan de una u otra forma. Acaso hacia el cielo o hacia las profundidades, saben germinar, florecer. Yo soy el único que se pudre sin remedio.
ANTONIO: Pues yo creo que deberías escribir y olvidarte de pedirle frías a Dios.
ADÁN: ¿Frías?
ANTONIO: Un mexicanismo.
ADÁN: ¿Mexicanismo?
ANTONIO: Ahora resulta que tú no sabes nada. Te haces tonto, nada más. Frías, hombre, tortillas frías, cuando vas con tu vecina a rogarle por tortillas frías, así se solía decir aquí porque antes había muy pocas lesbianas, o quizá eran closeteras, ya que hoy dices tortillera y te vienen imágenes de sensuales ninfas besándose, y también antes eran muy baratas, no las levis, sino el kilo de tortillas, y ahora con el PAN, no con el de trigo, sino con el partido político, pues ya ves, ya de nuestra suave patria la superficie no es el maíz, sino que ya es importado de gringolandia y transgénico. Aun así me pareció oportuno usar la palabreja por aquello de las frígidas.
ADÁN: Siento que algo se me escapó de tu discurso. ¿Qué es mexicanismo?
ANTONIO: Pues en qué mundo vives, caray, yo no te voy a estar explicando todo. Ni que yo fuera Lezama Lima, coño. Un mexicanismo es un mexicanismo y punto.
MEXICANISMO: (Vestido de charro, con bigote y pistola) A güevo. Yo hablo como se me hinchan los güevos y nadie me va a decir cómo chingados hablar. ¿Y quién es el cabrón que me lo quiere impedir? (Empieza a echar tiros)
ADÁN: No sé, yo no entiendo de otra cosa que no sea la soledad. Si tan sólo tuviera una compañera.
ANTONIO: ¿Una? He ahí tu error, mi estimado, Adán. Y la primera que pasó enfrente de ti, porque yo no me creo lo de Lilith. (Morboso) ¿O debería? A ver, aquí en confianza, estamos entre cuates, luego yo también te cuento de unas chavas, ¿sí o no con la Lilith?
ADÁN: No sé de qué hablas. Mis manos no saben de otra piel que no sea la mía.
ANTONIO: Entonces ya sé cuál es tu problema.
ADÁN: La soledad.
ANTONIO: No, hombre, no, la falta de experiencia. Estás chavo. Y para mí que Dios se aprovechó de ti. Te debió presentar a varias y que tú escogieras. Lo que hizo no es de cuates.
ADÁN: Me gustaría que te explicaras porque Dios todavía no me ha presentado a nadie. Es justamente lo que yo quiero pedirle.
ANTONIO: Ya sé, ya sé. Hace las cosas al aventón y se le olvidan ciertos detalles, que yo sí que no se los perdonaba, aunque te voy a decir que se me hace sospechoso. ¿No será que Él te anda tirando la onda?
ADÁN: (Extremadamente ingenuo) ¿Cómo?
ANTONIO: O sea, pues sí, hombre, que te hace ojitos, te roza la pierna. Porque eso de hacerte a su imagen y semejanza, pues, se ha de identificar contigo, ¿no? luego si Él es amor, se ama a sí mismo y a ti también, y bueno, tú me entiendes. (Ya enfadado) A su edad y que siga soltero, algo significa.
ADÁN: A veces creo que te expresas de manera enredada.
ANTONIO: Si de un inicio no te dio compañera es porque de seguro Él te quiere por compañero. ¿Me entiendes? Le gustas o está encaprichado contigo, no sé, pero seguro te quiere para Él solito.
ADÁN: (Como comprendiendo por fin) ¡Oh!
ANTONIO: Te desea como hombre. (Se ríe) Creí que nunca iba a decir esa frase.
DIOS: ¿Adán, dónde estás?
ANTONIO: (Susurrando) Escóndete.
ADÁN: Aquí. ¿Y tú?
DIOS: Acá. ¿No tienes sueño?
ADÁN: Poquito.
DIOS: Duérmete. Y te daré una sorpresa.
ANTONIO: No le hagas caso, te va a violar.
ADÁN: (Bostezando) De acuerdo. Dormido soy. (Y duerme)
ANTONIO: Ni modo.
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