7 dic 2011

El ridículo de Peña Nieto


Estoy convencido de que el ridículo que hizo Peña Nieto en la Feria del libro de Guadalajara, merece ser comentado por varias razones. La principal de ellas es para no pertenecer al grupo de los cínicos.

Los cínicos son aquellos que aseveran que no les importa si un político carece de cultura. Uno de los cínicos, Fernando Escalante, columnista de un periódico de derecha, escribió: “Es claro que Enrique Peña Nieto no es un gran lector. No tiene nada de particular. En México apenas un cinco por ciento de la población son lectores habituales. Y a los políticos se les pide, básicamente, que hagan política. Si les gusta leer o no, es asunto suyo, como si les gusta el futbol.”

Hay mucha infamia en esas palabras. Si Peña Nieto no tuviera nada de particular, no me burlaría de él, pero resulta que sí tiene mucho de particular porque es del 0.00000001 % de los mexicanos que aspira a ser presidente. Y, peor aún, es quien tiene el mayor apoyo de parte de los medios masivos para su campaña.
Por otra parte, ¿quién pide a los políticos que solo hagan política? Yo no. Yo quiero políticos que sepan de ciencia y de religión, de filosofía y de historia, de economía y de literatura, de política y de música. ¿Es mucho pedir? Pues pido mucho: ¡que los mediocres pidan poco!

Basta de cinismos, para hacer política se requieren conocimientos y para adquirir conocimientos hacen falta libros. ¿O me dirán que no hace falta conocer algo de la historia de Estados Unidos para tener una idea de cómo mantener relaciones con nuestros vecinos? ¿Me dirán que no hace falta saber la historia del catolicismo para manejar las relaciones con la Iglesia? ¿O no es importante, si no comprender, al menos saber valorar el legado de los avances científicos a partir de la Ilustración? ¿No es de verdad importante saber leer para dictaminar leyes, censurarlas o promoverlas? ¿De verdad un político solo debe especializarse en chismes, en intrigas y en maquillaje?

La idea de que los especialistas no sepan nada más que de lo suyo es una perversidad. Por fortuna si existe el bachillerato es para que los conocimientos básicos lleguen a todos. ¿O acaso ya no importa la educación? Lo que parece decir Fernando Escalante es “si vas a ser político para qué estudias, para qué lees: aprovecha tu tiempo formando intrigas y conjuras”.

Pero la lectura no es un gustito. Aunque parezca inverosímil leer un libro no es lo mismo que ver un partido de futbol. ¿Se desarrolla la capacidad de análisis viendo futbol? ¿Uno aprende conocerse más a sí mismo viendo a veinte personas pateando un balón? ¿Uno comprende mejor a la sociedad presente y pasada gracias a contemplar un tiro de esquina? ¿Son equiparables los grandes filósofos y literatos a los mejores centrocampistas? ¿Por qué entonces en las escuelas hay libros de texto y les dejan lecturas a los niños? Si como dice Fernando Escalante, la lectura es un gusto como otro cualquiera, entonces el sistema educativo, en México y en el mundo, es absurdo porque promueve la lectura como un vehículo privilegiado para la transmisión del conocimiento, al grado de que los profesores les recomiendan libros a sus alumnos. ¿Para qué si la lectura no sirve?

Hace falta mucho cinismo para decir como Fernando Escalante: “No me preocupa, ni mucho ni poco ni nada, que los candidatos a la presidencia no sean grandes lectores”. Cabe mencionar que Peña Nieto, no solo no es un gran lector, no es un lector mediano ni pequeño, seguramente no ha leído más de diez libros en toda su vida. Y para mí alguien que por lo menos ha cursado la preparatoria ya debería haber leído más de diez libros.

Conviene puntualizar que el problema de Peña Nieto no fue confundir autores, sino mostrar una gran miseria verbal, una ausencia de cultura libresca, ya que no le preguntaron por libros de literatura, sino por libros en general, entonces no vale disculparlo como si no hubiera libros de política indispensables para el quehacer político. Pero la ignorancia de Peña Nieto fue brutal. Seguramente no tiene idea de quién es Hobbes, ni sabe nada de Monstesquieu o Rousseau. ¿Pero por qué no le preguntamos si conoce a algún futbolista? Fernando Escalante nos dirá que un político no tiene que saber de política, sino hacerla, en otras palabras, intrigar, simular, gesticular, mentir con cara dura, derrochar el dinero en asesores de imagen, contratar a una hetaira popular de la televisión. Yo no quiero a esa clase de políticos.

Lo que Fernando Escalante y otros como él buscan ocultar es que la incultura de Peña Nieto es razón suficiente para no votar por él. Y también desean ocultar que el ridículo por el que ha pasado lo ha cimbrado, ya que además de evidenciar su estupidez, su hija pocas horas más tarde llamó “bola de pendejos, envidiosos que son parte de la prole” a quienes habían criticado a su padre. Con lo cual se demuestra, una vez más, por qué es importante leer; la educación, la sensibilidad y la inteligencia no se desarrollan fácilmente, los libros son la gran herramienta para la humanización. Y para vivir y gobernar deshumanizadamente como los Peña Nieto conviene no leer.

Algo más, Peña Nieto mencionó a un escritor de literatura barata, Jeffrey Archer, político conservador, que pasó un tiempo en la cárcel. Lo cual apunta que este candidato está en la derecha. El PRI ya no es un partido de centroizquierda ni de centro, sino plenamente de derecha. Así que solo hay dos opciones ideológicas en la próxima elección.

En resumen, el ridículo que hizo Peña Nieto cuando mostró su gran ignorancia fue que es un candidato que se va a desinflar en la lucha electoral porque en cualquier debate seguramente saldrá derrotado. Además, no debemos olvidar la fuerza negativa que tiene hacer el ridículo en un asunto como el de las elecciones. ¿Quién votará por alguien que es el gran hazmerreír? Su ridículo ocurrió en un espacio internacional, no hay que desdeñar ese dato; el diario más importante en español, casi de inmediato colocó la nota, y poco después apareció tal noticia en inglés y en otros idiomas. Peña Nieto ahora es mundialmente famoso por ser un iletrado.

Sin embargo, lo que más molesta y preocupa, es la recua de dizque intelectuales y de periodistas de tercera categoría, que, en su afán de defender a su candidato, se atreven a despreciar la lectura, y a criticar a quienes todavía manifestamos nuestra indignación ante los políticos de la derecha. Para mí está claro que no se indignan los que ya han perdido su dignidad. Pero yo no la he perdido, y espero de Héctor Aguilar Camín, de Jaime Sánchez Susarrey y otros, un pedacito de vergüenza, para que al menos sus labios no visiten con tanta frecuencia las partes pudendas de los políticos conservadores.

5 dic 2011

El rostro de Dios



He sentido mucho frío los últimos días. ¿Por qué hace más frío? Esto que llamamos invierno, este alejamiento del sol, y la inclinación de la tierra en el hemisferio norte, son asuntos que me ponen nervioso, porque no alcanzo a entenderlos.

También en Palestina, en el Cairo y en Roma, hace más de dos mil años, el 22 de diciembre ocurría el solsticio de invierno. La noche más larga del año, y un día después comenzaba el proceso contrario: se iban acortando poco a poco las noches. El secreto de la trayectoria elíptica de nuestro planeta y de su respectiva inclinación fue comprensiblemente sacralizado. Para que un secreto se vuelva sagrado basta un pequeño cambio fonético. La observación de los cielos permitió a los pueblos del hemisferio norte creer en un orden cósmico, en una perfección universal, en una pléyade de dioses que vencían al caos, y generaban y regeneraban la vida. A partir del 23 o 24 de diciembre --no andaban muy finos en sus cálculos--, notaban el nuevo acercamiento al sol, lo que implicaba un nuevo año, la renovación de la vida. Algo sin duda digno de festejar. Yo también quisiera celebrar con un tequilita porque ya no aguanto el frío.

Lo que me limita, sin embargo, en mis ganas de fiesta es el bebé desvalido, frágil y pobre, que obligó a desviar la vista de los cielos para dirigirla hacia la debilidad y el sufrimiento humanos. Ese niño sigue naciendo, sigue siendo un exiliado, pide albergue, comida, ropa. Se le siguen cerrando las puertas y las fronteras. Se sigue desconfiando de quienes se embarazan sin explicación, incluso si eran vírgenes y fueron violadas.

Me maravilla que Jesús, el nazareno, haya desplazado a los soberbios dioses romanos, a los fríos dioses griegos y al despiadado, inhumano y vengativo dios del Antiguo Testamento. Para sus treinta y tres años, edad todavía insensata, hizo bastante. Estoy convencido de que fue una buena persona. Me da pesar que Santa Claus, ahora, lo haya desbancado. Hay un abismo entre ese barbón de rojo y Jesucristo, hecho todo de símbolos, de ideas que transformaron el mundo y, sobre todo, el discernimiento metafísico de colocar en el centro de la ética al frágil recién nacido.

El afecto no puede ser visitar el Palacio de Hierro y salir cargando una pila de regalos. Por eso Santa Claus me parece un ser vil. ¿En principio, por qué carajos no se pone a adelgazar? En cambio ese niño que aun no puede hablar, ni sostener la cabeza en su sitio, que tiembla de frío, que necesita ser alimentado y protegido y que es prácticamente pura necesidad, tiene que ser divino, no puede ser de otra forma. Me lo imagino diferente a las representaciones que de él hacen. Debió ser un chilpayate muy flaco, enfermizo y bien chillón. María también debió quedar casi muerta después del parto: agotada, sin fuerzas y ya con la pesada carga de la angustia por su hijo. Y al pobre José, también hay que mencionarlo, apenado por sus tristes condiciones, preocupado por el futuro inmediato y sin saber a ciencia cierta si el niño era suyo. En resumen, una familia muy jodida, y por eso mismo, sagrada. Lo más sagrado es lo más humano: la piedad.

En una navidad y un fin de año materialistas, solo los chicos materiales celebran. Sería posible un mundo más cristiano, más humano, si enfrentaran los gobernantes con seriedad el problema de la pobreza. Sin embargo, los gobernantes están muy preocupados viéndose al espejo, maquillándose y siendo acariciados por sus asesores de imagen. Por eso, yo no me preparo para un mundo mejor, sino para uno gobernado por idiotas superficiales. Pero si alguien quiere todavía en esta navidad ver el rostro de Dios, que vuelva la vista a los niños de la calle. Allí está la desolación y las penas profundas, la miseria y el hambre, la cruz y el cáliz más amargo, los torsos desnudos y las espaldas flageladas, las coronas de espinas de la burla, las que más hieren y, para colmo, la indiferencia, pero allí, sólo allí, está el rostro de Dios. 

30 nov 2011

Contra la fotosíntesis


Una gran injusticia, una terrible calamidad, una infamia sistemática, todo ello, ocurre a diario en contra de nuestros hijos, aun cuando no tengamos hijos, y debemos actuar de inmediato para acabar con tal desgracia, pues a los inocentes niños no se les debe enseñar ese absurdo, esa cosa diabólica, que es la teoría de la fotosíntesis.

A mí me ofende de un modo dolorosísimo que los científicos, los profesores y muchas personas que gustan de enterarse de los asuntos de la naturaleza, pongan en duda y, peor aún, ignoren y nieguen la palabra de Dios. Por lo tanto, me parece que deberían ser castigados por tal atrevimiento. ¿Por qué me ofenden? ¿Y por qué ofenden a Dios? El Innombrable está detrás de esto sin duda.

Ya sabemos que durante muchos años, a la par que la sociedad se ha degenerado, en la escuela pervierten a los niñitos enseñándoles la teoría de la evolución. Pero poco se ha dicho acerca de esta otra maledicencia que es la fotosíntesis. Sabemos que quien crea en la locura darwinista debe ser poco más que un simio, pero hoy, por falta de información, incluso buenas personas, gente devota, lectora de la Biblia, toleran a esa bola de ateos que influyen para mal en nuestros hijos a través de esa tontería de la fotosíntesis.

¿Por qué digo que es una tontería? Porque contradice lo que Dios mismo quiso decirnos en las Santas Escrituras. ¿Acaso Dios miente? No, de ningún modo. Pensemos lógicamente, ¿Si Dios mintiera habría ordenado que no mintamos? Entonces, si Dios no miente, la fotosíntesis no existe. Y quiero insistir mucho en esto para que ninguna persona decente continúe tolerando a los emisarios del mal que se disfrazan de científicos. Digo que se disfrazan porque los verdaderos científicos creen en Dios. La prueba irrefutable es que Louis Pasteur creía en Dios. Así que si alguien que estudie física, química, biología o cualquier otra ciencia natural y no cree en Dios, entonces, no es un verdadero científico, sino un infatuado, pedante e ignaro, en suma, un falso científico, al que no debemos tolerar.

Toda persona bien nacida, ha leído la Biblia, por eso sé que cualquiera sabe que en el Génesis podemos leer que Dios creó la vegetación de la tierra el tercer día, y un día después el sol, por lo tanto, ninguna flor, ningún árbol, ni la más pequeña planta, necesitaron la luz del sol para existir. Con esto se demuestra que la fotosíntesis es una más de las tretas del Maligno. Y todos los científicos que tengan mucha ciencia y no poca, estarán de acuerdo conmigo.

Cabe añadir, que el sol no emite ninguna luz, porque Dios creó la luz que ilumina la tierra antes de crear el sol. Dios mismo es la luz, y el sol, realmente, es un adorno. Sólo quien sepa muy poco de ciencia negará esto. Si el cielo es azul es porque ese es el color natural del agua y el cielo está hecho de las aguas que antes estaban en la tierra y que Dios separó cuando mandó unas aguas para arriba y a las otras las dejó donde estaban porque Él es muy sabio e inescrutable. Además, aquel día tercero cada árbol dio fruto fuera o no temporada, aun sin haber sol ni luna, aunque ya había día y noche. Lo cual demuestra que las malvadas escuelas pervierten a nuestros hijos enseñándoles cosas absurdas como la evolución, el big bang y la fotosíntesis. Aún añadiré que el sol y la luna son las lumbreras mayores que hizo Dios. Esto significa que son demoniacos los astrónomos que nos han querido convencer de que nuestros sentidos nos engañan y que la luna no es más grande que las estrellas, sino que está más cerca de nuestro planeta. ¡Vaya tontería! ¡Es como si no hubieran leído la Biblia! La Biblia jamás podrá equivocarse porque fue Dios quien la inspiró. Y, por supuesto, la prueba de que Dios lo puede todo está en la Biblia. Para que se note su capacidad: Dios certifica a la Biblia y la Biblia certifica a Dios: círculo perfecto.

En fin, propongo que organicemos muchas protestas contra las clases de biología y física y demás locuras, que estudian nuestros hijos, para que no se les perturbe más en esta etapa de su vida, que es la etapa en la que más curiosidad sienten por el conocimiento. Asimismo, debemos prever la incapacidad de las autoridades educativas, por ende, comenzar nosotros mismos a quemar cualesquier libro que consideremos inadecuado. Debe quedar muy claro que ningún ateo tiene derecho a escribir esos libros insensatos que me ofenden, deshonran mis creencias y denigran mis valores. Por lo menos, los profesores les deberían explicar a los niños, cuando den clases de fotosíntesis, que también existe otra teoría casi igual de válida (en realidad muchísimo más válida, pues es la verdad revelada), y es que las plantas crecen porque Dios lo quiere así y no necesitan nada ni oxígeno, ni insectos polinizadores, ni luz solar ni nada, porque Dios es omnipotente. Todo niño tiene la obligación de saberlo y si en un examen le preguntan ¿qué es la fotosíntesis? Pueda responder sin miedo que es una tontería, ya que Dios creó las plantas sin luz solar; tal respuesta debe ser premiada, porque quien la diga, como dijo Pasteur, no sabrá poco de ciencia, sino mucho.

20 nov 2011

Anti-reseña


Los niños bien es un producto de la locura, dice la contraportada de esa novela, que es  una de las más originales obras de la literatura mexicana. Pero no considero que sea una locura ni una serie de absurdos, sino un acercamiento apasionado a los vicios de la sociedad actual.

El más grande de nuestros vicios es la estupidez. Mover las piezas del ajedrez de nuestra vida sin considerar las consecuencias es el fruto de la estupidez. La levedad o el relajo nos han trastornado. Peor aún, hemos llegado a una situación carente de sentido, ya que si entregamos nuestros días a los placeres, en medio de esa nube de embriaguez, nos avergonzaríamos de regresar a la sobriedad, a ese mundo con careta de decencia, de buenos modales y, en el fondo, aún más absurdo que las alucinaciones que provoca la más adulterada de las bebidas alcohólicas.

¿Pero qué es Los niños bien, además de un espejo de la sociedad posmoderna? ¿Acaso ser un espejo no es suficiente? Dice Nachón que usó un doble absurdo como forma de estilo. Un doble absurdo es prácticamente una sensatez. ¿Y cómo es su estilo? Bueno, un montón de palabras, unas tras otras, dando vueltas a lo pendejo y, de repente, en varios derrepentes, aparece lo poético como un temblor que abriera zanjas bajo los pies de la novela. Y luego, pareciera, que un gran miedo al sentimentalismo lo cubriera todo de nuevo de cinismo, sexo, alcohol.

Algunas letras se escapan de las palabras; los gritos se transcriben; el lenguaje no verbal se aferra a un cachito de palabra escrita. En resumen, Nachón vivifica a personajes absurdamente literarios. Se burla de los lugares comunes de la literatura. Se nota que sabe a la perfección los trucos de los novelistas y los muestra: es como un ilusionista que traicionara al gremio de la magia mostrando la fullería de cada acto mágico.

El autor no estaba muerto, andaba de parranda. Esto es lo que nos dice Nachón. Si los críticos literarios enterraron al autor, Nachón lo hace un personaje, que es realmente dos personajes: un niño bien y el autor de la novela, por ende, la narración está en cuarta persona. ¿O sea, cómo? Pues así. Resulta que la tercera persona tiene dos personalidades. Y claramente uno más tres da cuatro.

La verdad es que yo no sé describir una antinovela de-generada como Los niños bien, sin embargo, me dije a mí mismo que es posible que esté haciendo una antirreseña. Así que mejor transcribo la parte climática la obra (si puede haber clímax en un círculo que no va a ningún lugar), que es el diálogo entre Zadig, aquel personaje voltaireano, y nuestro autor, ahí va:

-¿Qué? Dame un remedio para la cruda.
-Si te lo digo quizá no lo hagas.
-¿Cuál es?
-No volver a beber.
-Tienes razón, aunque ahora ya me dieron más ganas de seguir.
-Sí, pero ya te echaste a dos Niños Bien, estás quebrando a tus tíos, tu vieja anda con Kundera. En total, que la estás cagando requetebién gacho.
-Tienes razón, dejaré de chupar; pero mientras ¿qué me tomo para la cruda?

Por último, y sin duda, Los niños bien merecería un lugar destacado en la literatura nacional. Por alguna razón que no comprendo en las librerías la tienen como una novela erótica. Tampoco es erótica Cachetadas en las nalgas, novela que pronto también antirreseñaré con la esperanza de que Fernando Nachón, aún si está en el purgatorio, reciba un elogio.