16 jul 2013

Gateando

Con empujones blandos
sobre mi pecho avanzaban en busca
del ausente calostro
el calor-madre que los cuidaría.
Llegaban sus pasitos
desesperadamente hasta la cueva
que formaban mis manos
y allí temblando todos se quedaban.
Sus maullidos eran pequeñas aves
y mi cuerpo, nido a medias
donde se apaciguaban los tigrillos
nada más un momento
nada más fue su vida
un quebrarse de abandono incesante
un instante de frío
hacia la muerte gateando.

7 jun 2013

De qué hablamos cuando hablamos de futbol (B)

Estuve a punto de matarla cuando con su despiadada desgana dijo: «prefiero no ir». Ese “prefiero”  quiso remarcar su actitud independiente. Llevamos tres años juntos y ella toma decisiones en singular. Yo llevaba más de 22 horas sin dormir, había gastado más de 1500 pesos en comprar nuestros boletos y ella que no había tendido la cama al verme me salió con esas palabras.

Ella ya tenía preparada la artillería de argumentos, yo preferí dirigirme al refrigerador. Nos hace falta el dinero, soltó. Cierto, me  he quedado sin empleo y su beca estirada al máximo se revienta un poco antes de que caiga el fin de mes. Pero todos sabemos que el dinero no es problema: nunca falta alguien que te preste un poco. «Además el Cruz Azul va a perder».

Antes de que yo llegara, Gretel había fumado sin abrir la ventana, encendió otro cigarro mientras proseguía su embate: vas a celebrar, te vas a burlar y yo no voy a estar de humor para aguantarte. Le respondí abriendo nuestra única ventana. Sentí una bocanada de ruido fresco: camiones, gente y quizá el aire que hacía gemir a los fresnos, a los álamos y a los pirules de nuestra calle. «Sé que te fuiste muy temprano, que pusiste la mitad del dinero y tienes muchas ganas de ir...» -Yo sabía muy bien por dónde iba Gretel. «Vende mi boleto y vé tú».

No sabía qué responder, más bien, no sabía cómo, en parte estuve a punto de decirle que desapareciera, pero no, deseaba que se entusiasmara, que supiera que ella me importaba más que cualquier campeonato, que en el fondo el futbol me gustaba solo por ella. Lo que dije fue otra cosa: ¿quieres jamón con huevos?

Tenía los ingredientes a un lado de la estufa a la espera de que pudiera moderar la flama, ésta crecía demasiado o se apagaba, tuve que reencender la hornilla dos veces. Si son campeones y te lo pierdes, vas a arrepentirte, probé a decirle. Tal vez, sin embargo, estaré contenta, con saber que son campeones, con eso me consolaría, en cambio si pierde y yo estoy allí, sería otra losa para mí.

Nos sentamos alrededor de nuestra pequeña mesa, había libros, revistas, fotocopias de artículos académicos, además de colillas, moronas y una taza con un poso de café de no sé cuántos días. Qué te parece esto, si hoy gana el Cruz Azul, sí vamos el domingo, si empatan o gana el América, revendemos los boletos. Le propuse fingiendo cierto entusiasmo, no me parecía un mal trato. «Tendría que ganar por tres goles de ventaja», me respondió como reaccionando, quizá yo alucinaba pero sentí que el brillo de sus ojos regresaba de ese paseo que da por quién sabe dónde.

-¡Eso no va a ocurrir!
-Es que un solo gol no es nada.
-La mínima diferencia es suficiente para vencer.
-Incluso el 2-0 es el marcador más engañoso.
-Bueno, venderé los boletos, no quiero ir solo... algo me dice que será un buen partido.
-Sé que es injusto para ti, me gustaría que tú fueras, yo prefiero hacerme a la idea desde ahora de la derrota, sé que no va a campeonar el Cruz Azul.
-Voy a ir a una entrevista. -Mentí pensando en salirme lo más pronto posible de la casa y tener otro aire en la cabeza.
-Bueno. ¿Por qué no le pusiste sal a los huevos?

Esa noche fuimos a cenar a una taquería; Gretel alzó ambos brazos y estuvo a punto de derramar una salsa cuando anotó el Cruz Azul, yo fingí molestia, pero quería que ganaran para ir el domingo a ver el partido de vuelta. El dinero que hubiéramos ganado revendiendo los boletos lo gastaríamos en cualquier capricho. Cuando regresábamos a casa me dijo: «de acuerdo si prometes no burlarte pase lo que pase, te acompaño el domingo.» Todavía sentí miedo de que entre el viernes y el sábado se arrepintiera. Pero no, esos días no tuvimos problemas, hicimos un poco de quehacer, cogimos bien, nos reímos mucho viendo una comedia.

La mañana del domingo nos tensamos un poco mientras hacíamos su tarea, pero luego nos relajamos con un partido de FIFA 2010. Desde las tres de la tarde nos fuimos al estadio, allá comimos.

-Si fueras un verdadero fan, traerías tu playera como yo traigo la mía.
-Tengo una credencial de Socio Águila, me formé tres horas y media para comprar un boleto, ¿eso no cuenta?
-Ya no me recuerdes, si no supiera eso, no estaría aquí.

Debo admitir que el primer gol de Cruz Azul me cayó mal. Le di un gran trago a mi cerveza mientras Gretel saltaba y gritaba. Me sorprendió sentir ese coraje, había pensado un poco antes que prefería verla contenta a cualquier otra cosa, ¿por qué entonces en ese momento deseaba ser yo el que gritara y saltara celebrando un gol del América? También me había molestado porque cuando unos minutos antes el arbitró expulsó a un jugador del América, yo no sabía el nombre de ese muchacho: reconocía más a los jugadores azules que a los de mi equipo.

Gretel estaba concentrada gritando instrucciones a los jugadores azules, los cementeros, los conejitos chemos, la Máquina Celeste, ¿quién chingados inventó esos nombres?
-Hace 24 años en la última final que disputaron nuestros equipos, yo era un niño angustiado por el resultado porque habíamos salido de vacaciones a un pueblo aislado y nos quedamos en un hotel sin televisión. No comprendía que ahí, junto a mis padres, sin más preocupaciones que el futbol, era feliz o podía serlo fácilmente.
-¿Ya se te subió la chela?
-No, no.

Faltan dieciocho minutos, dijo ella muy preocupada. Ya ganaron, le dije, dos goles en tan poco tiempo no van a anotar. En eso la defensa americanista salió a destiempo, no hubo fuera de lugar y llegó de frente contra el portero el Chaco Jiménez, su tiro pegó en el poste, otro azul no alcanzó a detener el balón que milagrosamente no besó las redes. Gretel, de pie, dijo: eso marcará el final.

Yo ya tenía más bien ganas de irme. Para salir del estadio, por lo menos tardaríamos una hora. Era el minuto 88 y ocurrió lo que ya todo el mundo sabe. Después del primer gol del América, un señor atrás de nosotros no paraba de decir: «no, no, no». Cuando cayó el segundo gol, el del empate, unos muchachos bailotearon con gran euforia, «a güevo, a güevo», parecían decir con su danza frenética. Gretel no dijo nada, pero no dejaba de ver al portero americanista que había anotado el segundo gol en los últimos segundos.

-Ya ganó el América, me dijo ella, ya ni quiero ver el final.
-Todo puede pasar en los tiempos extras.
-No, dijo, no, esto ya se acabó.

Al día siguiente hizo una maleta y se fue.

28 may 2013

De qué hablamos cuando hablamos de futbol

Veía imágenes de personas, animales, colores, edificios, sillones, una tras otra se reducían a una línea en el centro de la pantalla y luego aparecían otras. Finalmente Susana dejó el control de la televisión.

-¿Quién juega? -Preguntó Alberto sin mucho interés.
-No sé. -Dijo ella y retomó el control para callar al aparato por completo.
-Es el Ayax y el Feyenoord. -Dijo Gala, que de reojo había visto los uniformes.

Puse de cabeza y sacudí un frasquito de chile piquín encima de unas rodajas de manzana. Miren... les dije, no proseguí la frase porque no se me ocurrió cómo; luego les pregunté si nos quedaríamos allí. Los sillones de nuestra sala no son muy cómodos. Gala desea comprar unos nuevos.

-Me sorprende cuánto sabes. -Le dijo Alberto galanteando levemente.
-He gastado mi vida viendo muchos uniformes.

Gala contestó eso tratando de ser amable, pero se notó que le había caído mal el comentario de Alberto, sintió que la criticaba indirectamente, y solía tomar a pecho esas cosas, sin embargo, añadió una sonrisa para ocultarlo.

-Yo podría ver un partido sin saber los nombres de los equipos. -Dijo Susana.
-Es porque eres una mujer especial. -Dijo él dándole un beso.
-Sin duda, Susana es muy especial, pero extrapolando esa idea de ignorar los nombres, me parece que podríamos llegar a situaciones inmorales.
-¿Cómo a qué? -Pregunté para darle a Gala la oportunidad de que se explayara: le había visto intenciones de lucirse.
-Por ejemplo, en la literatura leer libros sin saber el autor o en un bar besar a un desconocido.
-Por favor, abunda, Gala. -Dijo Alberto como si de verdad quisiera oír una perorata, al mismo tiempo se rellenó el vaso de tequila.
-Bueno, es una idea, como saben, extensa, no los quiero aburrir, tampoco puedo plantearlo de una manera muy sencilla, pero me parece que el desinterés en los nombres es un desinterés en la cosa en sí.
-¿Y si lo que te interesa no tiene nombre? -Preguntó Susana, luego extrajo un cigarro de mi cajetilla que había quedado al lado de las manzanas enchiladas.
-Creo que el interés te llevaría a crear un nombre.

Susana engrandeció sus ojos, sonrió con emoción y asintió. Tenía un gusto que pocas veces le había visto.

-Yo no entiendo tu idea. -Dijo con seriedad Alberto.

El equipo de la playera blanca con rojo estuvo a punto de anotar.

-Imaginemos que ninguno de nosotros sabe del Ayax, pero nos gusta cómo juega, si no podemos averiguar su nombre verídico, le inventaremos cualquier nombre: Los Güeritos, con tal de mantenerlos en la memoria. Ahora, en el caso contrario, si no nos gusta su modo de jugar, si nos aburren, no los nombraríamos o los olvidaríamos.
-Ya. -Dijo Alberto, como si no hubiera podido seguir la idea.
-El nombre es un interés. Nombrar es desear. -Dijo Susana.
-¿Tú qué piensas? -Me preguntó Alberto para ocultar su indolencia por el giro que había tomado la plática.
-Me impresiona que les guste el futbol.
-Hay pocas mujeres como ellas, ¿verdad?

No sé por qué dijo eso. Yo empecé a sentirme incómodo y solo quedaban cuatro cigarros en mi cajetilla.

-A veces pienso que a mí ya no me gusta el futbol. -Dijo Gala, y encendió un cigarro de los suyos.
-¿Ni los güeritos? -Preguntó con media risa Susana.
-Aunque las mujeres futboleras no dejamos de ver las piernas de los jugadores, creo que podemos concentrarnos mucho más en el partido que los hombres cuando ven gimnasia artística, por ejemplo.
-Eso dices, pero... ¿cómo se llamaba el uruguayo calvo que te gustaba tanto?

Gala no me respondió porque el Ayax anotó y se perdió el hilo de la conversación. Fumé un cigarro más pensando que sería el último del día. Esperaba que Susana y Alberto no se quedaran más tiempo, a pesar de que los estimo, me sentía muy cansado y por extrañas razones nervioso.

-¿Y qué pasa si no sabes qué nombre poner? -Preguntó de la nada Alberto. -Estoy pensando en los personajes de una novela o en el título de un poema, ustedes saben que hay historias: escritores atorados en un nombre o el caso contrario, que todo fluye a partir de un nombre, bueno, el punto es que si nombrar es desear, antes de nombrar, ¿qué hay?
-¿Dices que el deseo de nombrar no basta o que debe haber algo anterior? -Le preguntó Susana, pero no fue Alberto, sino Gala quien decidió responder.
-Es como preguntarnos si fue primero el nombre o la gallina. En el caso del futbol para entenderlo hay que saber muchos conceptos. Para no dar risa como esas personas que no saben qué es un tiro de esquina, un saque de meta, un fuera de lugar. ¿Pero qué hizo nacer a tantos nombres? ¿De dónde vienen tantas palabras? El deseo de nombrar es como el chorro de semen.

Todos reímos y después fueron arrancados los últimos cigarros. El partido estaba por terminar. Si ellos no se iban, pensé que el tema del futbol debía ser sustituido. Pero como no nos gusta la misma música ni deseaba hablar de nuestras relaciones o trabajos, no se me ocurría nada. Tal vez callar. Gala continuó:

-Irle a un equipo es amar una palabra. Sabemos que los jugadores son transitorios, van de un equipo a otro, y los equipos cambian los uniformes, sus estadios y hasta las ciudades donde juegan, nuestra afición en el fondo es por una palabra, por un nombre nada más.
-¿Y si cambian de nombre? -Preguntó Alberto. -Ha habido casos: el Potros Neza cambió de nombre varias veces, no recuerdo bien, pero sé que hubo algunos casos.

Me dio la impresión de que Gala no lo escuchó. Miró la cajetilla vacía, las cenizas alrededor del cenicero. Tomó el control de la televisión, había comenzado un programa sobre polo acuático.

-A veces creo que le voy al Cruz Azul por la misma razón que sigo creyendo que soy la de mis fotografías de hace quince años. Se trata de un nombre. Todo ha cambiado, hasta las reglas del juego.
-Antes los porteros no podían correr con el balón en las manos. -Dije, para no quedarme dormido.

-Yo no le voy a nadie ya. Tal vez ya no tengo un nombre. Recuerdo que había antes otras palabras. Alguien de ustedes me dijo que los idiomas como los ríos pueden llegar a un desierto y volverse nada. Algunos equipos son campeones, juegan maravillosamente, luego nada, quizá por cansancio, por renovarse o por no renovarse, por cualquier cosa, como si todo causara el fin, dejan de brillar. Los nombres se transforman por más precisos que sean. El minuto noventa llega. A veces hay tiempos extra. Pero el estadio y la cancha se vacían. ¿A qué equipo le vamos si ese equipo ya es otro y nosotros somos también otros? ¿Con qué persona estamos? ¿A quién podemos nombrar por siempre?

Después dejó su pulgar sobre el botón que cambia los canales: automóviles, caballos, estrellas, músicos, agua... todo pasó muy rápidamente.

6 abr 2013

El teatralismo de la alegría


PRIMAVERA: Escribe palabras sobre la alegría

FILÓSOFO: ¿Por qué escribir sobre la alegría en lugar de simplemente disfrutarla?

BARRENDERO: La alegría me recuerda a esa rola de Juanga.

JUANGA: ¡Buenos días, alegría, buenos días, señor sol!

HOMOFÓBICO MODERADO: Hoy seguiré siendo jotolón, hoy seguiré siendo jotolón.

POLICÍA LÉXICO: Eso amerita una multa, oríllese a la orilla de lo políticamente correcto.

ANTONIO: Yo desconfío de la alegría.

FILÓSOFO: Creo con Bergson, que la alegría es el acento triunfal de la vida. La recompensa que obtiene la creatividad.

ELUARD: Bonjour, tristesse, tu es inscrite dans les lignes du plafond.

BARRENDERO: No te agüites, carnalito, estamos chupando tranquilos.

ANTONIO: Sí, la creatividad y la alegría podrían estar relacionadas, pero también la alegría y la crueldad, y la destrucción y un montón de cosas terribles.

FILÓSOFO: Probablemente desconfías de la alegría por influencia del cristianismo.

KEMPIS: Si hubiera algo más útil que el sufrimiento, Jesucristo nos lo hubiera enseñado. Serás dichoso cuando ames el sufrimiento.

BARRENDERO: Yo entiendo lo que dice este cuate porque cuando me pongo a chiflar canciones, limpiando acá, contento, disfruto mi chamba, aunque es pesada, pero le termino agarrando el gusto.

ANTONIO: No niego ni la posibilidad de alegría, aún entre circunstancias desfavorables, ni su valor intrínseco como dadora de placer. Lo que digo es que me parece un bien sospechoso.

TEÓLOGO: Es posible una espiritualidad de la alegría, ya que Dios se ha fundido con lo humano, debemos superar la visión del valle de lágrimas e identificar la fe con la experiencia de gozo.

PABLO DE TARSO: Que el Dios de la esperanza colme vuestra fe de alegría.

ANTONIO: Ok, pero a ver, ¿para qué hemos inventado, pues, las cárceles? ¿Por qué ha sido creada la disciplina escolar?

FILÓSOFO: Es cierto que las cárceles no son meras formas de aislar a ciertos individuos, sino que son instituciones edificadas para la destrucción de la alegría, sin embargo…

BARRENDERO: Sí, como mi cuate, el Greñas, estuvo un rato allá en el Reclusorio. Salió peor, más maleado, antes era muy alegre, orita ya está bien amargado, ni fuma ni chupa, según se metió en un grupo de esos contra las adicciones, aunque ya no sea alegre pero al menos se reformó siquiera.

ANTONIO: ¿Y qué me dicen de esa pequeña cárcel que es la escuela?

BARRENDERO: De eso yo no sé, porque me salí de la escuela. Ya estaba cansado de que me estuvieran chingando. No hagas esto, no hagas lo otro; y ni me pagaban. Luego uno se arrepiente, pero pues ya qué.

FILÓSOFO: ¿Sugieres que la disciplina escolar es un conjunto de normas para destruir el comportamiento alegre?

ANTONIO: Veamos por una ventanita, en una jornada escolar, ¿cuántas veces se carcajean los alumnos más aplicados y cuántas quienes sacan las peores calificaciones? Con esa estadística veríamos que la alegría en la escuela es inversamente proporcional a las notas.

PROFESTRICTO: Es que así debe de ser. La disciplina es lo que los va a ayudar en la vida, eso es lo que tienen que aprender. ¿Qué quieres? Que hagan lo que quieran. Eso no puede ser. Además ¿qué es esto: una obrita de teatro, un artículo, un ensayo dialogado? No, no es nada, esto no vale, esto no existe. Disciplínate y escribe algo serio.

PROFEBARCO: Si yo que era disciplinado y cumplía con todas las tareas de la escuela, fracasé en la vida: le doy clases a una generación limítrofe, si consiguen escribir su nombre sin faltas de ortografía, les subo dos puntos, si aprenden a decir “buenos días” otros dos puntos; aun así la mayoría reprueba. Pero heredan los negocios de sus padres y su alegría les abre puertas; me parece que su falta de seriedad, de disciplina y de compromiso sólo les cierra la puerta de los estudios especializados.

BARRENDERO: Bueno, sí, pero quienes no tuvimos padres, o si eso de los negocios, pues, uy, cuándo, ni un puestecito de chicles, que yo con eso me conformaba, como doña Meche, la que está aquí afuerita en las escaleras del Metro, sí está todo el día, ¿verdad?, pero me contó que acaba de ir por una pantalla de plasma, de las chiquitas, ¿no?, de todos modos le va bien.

FILÓSOFO: No se trata de negar las problemáticas sociales, por el contrario, para combatirlas también es indispensable una buena dosis de alegría, por eso me propongo construir una ética de la alegría, no de un optimismo ramplón, sino de una actitud vital, una vida enamorada de la vida, finalmente lo peor ya ha pasado…

BARRENDERO: ¿La llegada de Peña Nieto al poder?

ANTONIO: El haber nacido.

BARRENDERO: Ah, pues sí, yo ya pasé lo peor, me tiraron al mundo, a la calle como si yo apestara, de a gratis no tuve ningún cariño, tuve que ganármelo todo, ahí poco a poco, hice amigos, luego aprendí a hablarles a las mujeres, convencí a una de que me ayudara a construir un cuartito. No anda tan perdido don Filósofo, lo peor ya ha pasado, ora viene lo bueno.

ANTONIO: Todos tenemos que agarrar nuestra escoba alguna vez, darnos la oportunidad de ver limpio lo que nos rodea aunque sea brevemente. Dirán que soy necio, pero no me pidan que además de barrer conserve la alegría.

CAMUS: A Sísifo hay que imaginarlo alegre.

ANTONIO: A él, a mí no.

BARRENDERO: ¿Sísifo es el don que metieron al tambo por echarse a unos malandros que entraron a su cantón, no?

ANTONIO: No, no, es otro.

BARRENDERO: No, sí es él, ¿pus cómo va a estar alegre ahí enjaulado? Nel, a mí sí me da lástima, si viéndolo bien, yo hubiera hecho lo mismo, pa’mí que no es un delincuente.

FILÓSOFO: El delito de Sísifo, como el de Segismundo y el de cualquiera es haber nacido. Lo dichoso es que se puede afrontar el castigo por tal delito sin que la alegría nos sea vedada.

BARRENDERO: El Segismundo también me suena, pero no me acuerdo ahorita.

FILÓSOFO: Somos capaces de afrontar el absurdo de la vida con el rostro contento. Podemos experimentar el nihilismo sonriendo.

ANTONIO: Eso me parece que nos convierte en maridos engañados. La trascendencia espiritual es la ingrata Colombina que nos ha traicionado, y ahora nos queda ser payasos metafísicos.

CANIO: Reír, actuar, la gente paga para reír y escuchar a otros reírse. Debo renunciar a mis sentimientos de hombre porque yo no soy libre delante del público. Estoy obligado a la risa. He perdido el amor, me han engañado y me he desengañado, y aunque ahora tenga ganas de matar, debo contenerme y reír.

JUAN CRISÓSTOMO: Jesús jamás reía.

BARRENDERO: Mejor llora, Canio, como dice Chente, como lloran los hombres, llora hasta que se te caigan las ganas de vengarte; desahógate, hermano, no hay fijón.

ANTONIO: Sí, llora en serio, sin ninguna vergüenza, experimenta tu tristeza, que es la de todas las personas conscientes en este mundo azaroso y lleno de crueldades. Sufre pero no mates arlequines.

(Canio mata a Colombina y al Arlequín)

BARRENDERO: Te digo: ¡su problema es que no se deja guiar!

CANIO: La commedia è finita!