5 feb 2009

Vals para Yocasta

Ojos de juventud
donaron a tu rostro
los dioses de las islas.
Eran consentidos jardines
para el juego de los soles.
Tus ojos de juventud
con la armonía por herencia
y de linaje letrado
fueron asediados aún
cuando la infancia tu faz cubría.
Sin nostalgia insular partiste
sin festivo himeneo
y con el vientre
como blanca mar durmiendo.
Siguiendo al celoso Layo
que conducía caballos
de Corinto a Tebas
con la oculta hamartia a cuestas.

Ah, nuestros malos oídos que no escuchan
cuando las flechas erradas de los padres
llegan al futuro pecho de los hijos,
y nuestra mirada tropieza
en el ciego túnel del tiempo.

Ojos de juventud
atacados por rencorosas
adoradoras del Vino.
Inocente Yocasta, ay
tuviste que llorar por tu vientre
un hijo desterrado
en el monte de la musas.
Y tuviste que ver
casi un espejo y no viste
por las cegueras que el tiempo inflige
cuando mis ojos frente a ti
se presentaron, sobre ti, dentro de ti.
Estos ojos que besan
y que asesinan
y que heredarán de nuevo
otros ojos de juventud
para que prosiga la tragedia
con tanto y tan hermoso dolor.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me pregunto si hay dolores hermosos y tragedias divinas. Quizás el dolor sólo es hermoso en la poesía y en la visión del poeta, o del místico, que van un poco de la mano en el camino de la vida. Por ejemplo los dolores de la ausencia o el que produce el amar aquello inalcanzable o imposible o prohibido, aquello que uno ama desde lo más íntimo y que está vedado, son dolores, como el de Yocasta, que a los ojos del poeta pueden parecer hermosos pero si el poeta pudiera calzar del mismo número quizás cambiaría la visión y se arrancaría los ojos para que ya no dolieran cansados de tanto llanto doloroso.

De todas maneras esta estrofa es un hermoso lamento, aunque en sí el lamento no me parece que pueda ser hermoso.


Ah, nuestros malos oídos que no escuchan
cuando las flechas erradas de los padres
llegan al futuro pecho de los hijos.
y nuestra mirada tropieza
en el ciego túnel del tiempo

Antonio Rangel dijo...

El dolor que está incrustado en la vida misma no le merma a ésta su belleza, antes al contrario, la vida se goza porque duele. Decimos vale la pena, porque siempre hay pena. No se puede apartar la pena sin apartar la vida. Es cierto, Yocasta no pudo con la pena, que es como decir no pudo con la vida. Por eso, para ella, por si revive, escribí.