27 nov 2007

De las mejores novelas mexicanas

Para comprender verdaderamente el alcance de los actuales problemas políticos del país, yo recomendaría la lectura de la revista Proceso hace diez años. Porque cuando yo hice eso, tuve que reírme mucho ante el cúmulo de despropósitos y previsiones apocalípticas de sus columnistas. Me parece que uno no debe olvidar las muchas tonalidades del amarillismo ni que, antes que informar, los medios de comunicación buscan llamar la atención. Maximizar lo que ocurre en el presente es el mejor medio para ello, o al menos eso consideran. Si no es porque ellos hiperbolizan los hechos presentes difícilmente alguien creería que el mundo de verdad sigue girando. Pero si uno se niega a continuar con ese juego y se decide leer las noticias de hace un lustro o una década, resulta que las cosas en general permanecen igual, o acaso un poco más desgastadas, sólo un poco, ni siquiera lo suficiente para que uno haga con honestidad una apología del pasado, a menos que se abuse de ese tópico tan manoseado y se escriban atropellos retóricos.
Si me dieran a escoger entre estar al tanto de todo lo que ocurre en el mundo o en no enterarme de nada, preferiría no enterarme. Pero sucede que aun procurando esquivarlas, me llegan noticias. Y debo decir que unas despiertan al cocodrilo de la curiosidad que usualmente reposa en los pantanos de mi mente. Por ejemplo, hoy me interesé en el resultado de la encuesta que hubo hace seis meses en Nexos, aplicada a sesenta escritores, para saber cuál era la mejor novela mexicana de los últimos treinta años. Y no me importa comentarla tan trasnochadamente.
También prefiero ser un trasnochado a un madrugador que compre tres periódicos diarios y vea las noticias de las tarde y la noche. ¿Para que correr tras el viento de una nota superficial e intrascendente? La esencia del presente es su fragilidad, su aparecer efímero. La gente enterada para mí no es más que gente espantada con lo que no cambia, es decir, con el deterioro persistente de las cosas. Sé que las mujeres preocupadas por su cutis podrían tacharme de superficial, ya que serían capaces de asociar mi énfasis en el deterioro como desprecio por la piel que envejece. Pero yo no tengo ese desprecio, lo que digo es que no encuentro sentido a preocuparse por averiguar cómo estuvo el deterioro del día. Acepto que debamos detenernos ante el espejo todas las mañanas, ¿pero medir el avance de las arrugas a diario? ¡Por Dios! Por eso yo no veo noticiarios.
Me he desviado demasiado. Siempre me pasa. ¿Será que le tengo tan poco respeto a mis extraviados lectores? ¿Será que tomo de pretexto cualquier tema para volver a mis obsesiones? ¿Será que en realidad no sé qué decir? En fin. Basta de preguntas y de justificaciones innecesarias.
La estratagema de la encuesta de Nexos fue adecuada. Como en este país no le podemos preguntar a los lectores, pues estos están en peligro de extinción, los escritores fueron los votantes. ¿Cuántos habrán votado por sí mismos? Yo lo hubiera hecho. Cada uno debía escoger tres novelas. Las diez preferidas fueron trece, mal augurio:

1. Noticias del Imperio - Fernando del Paso
2. Las batallas en el desierto - José Emilio Pacheco
3. Crónica de la intervención - Juan García Ponce
4. Elsinore - Salvador Elizondo
4. El desfile del amor - Sergio Pitol
6. Porque parece mentira la verdad nunca se sabe - Daniel Sada
6. La guerra de Galio - Héctor Aguilar Camín
8. En busca de Klingsor - Jorge Volpi
9. Dos crímenes – Jorge Ibargüengoitia
9. Morir en el Golfo - Héctor Aguilar Camín
9. Lodo - Guillermo Fadanelli
9. El testigo - Juan Villoro
9. El seductor de la patria - Enrique Serna

Fernando del Paso, en mi opinión, tiene bien merecido el primer sitio, así como también bien merece el Premio Juan Rulfo que ha recibido en Guadalajara. Recuerdo que en cierta entrevista Rulfo declaró que acaso su único descendiente estilístico en México era justamente Fernando del Paso. A mí no me resultan estilos próximos. Además en México hubo más de un epígono rulfiano, Tomás Mojarro, por ejemplo. Pero la declaración de Rulfo, por eso mismo, fue una especie de certificación a Del Paso, señalando su valía. Yo, como buen rulfiófilo, considero que ése es uno de los mejores elogios que pudiera recibir el autor de Noticias del Imperio.
En segundo lugar veo al escritor más sobrevalorado de México: nuestro humildísimo JEP. No me parece que Las batallas en el desierto sea una gran novela. Peca de laconismo y el protagonista se me antoja forzadamente ingenuo. La infancia de un tartufito. Digna de una rola de Café Tacuba, pero no más. Sin embargo, hace años, cuando la leí, no recuerdo si aún era virgen, pero era como si lo fuera, y la disfruté mucho a lo lector romántico.
Sobre García Ponce, Elizondo y Pitol, mi opinión es un tanto indiferente. Son autores que no me entusiasman ni me desagradan. Son buenos, sin duda, quizá más cerebrales de lo que mi pobre cerebro sabe apreciar.
No he leído nunca a Sada. Supongo que merece su lugar por la influencia que ha ejercido sobre la actual ola norteña.
Y creo que se debe aceptar que la inclusión de dos novelas de Aguilar Camín en una encuesta de Nexos, aun cuando uno no sea malicioso, resulta sospechosa. Parece que de haber habido un consenso certero acerca de cuál es su mejor obra, habría llegado a las primeras posiciones. ¿En una encuesta no organizada por los Galios sería Aguilar Camín igualmente apreciado?
Si Ibargüengoitia está por debajo de Volpi y de los otros, según yo, es porque las respuestas fueron refinadas o fingidamente serias. Un escritor tan irónico como Ibargüengoitia nunca tendrá tanto prestigio como los amos del enredo faulkneriano o joyceano. Pero su influjo en la literatura mexicana es de los más notables. Volpi mismo algo debe al guanajuatense.
De Serna y Villoro son de quienes yo sospecho autovotos. ¿Quién más votaría por ellos? Yo, sin dudar, los botaría de la lista.
Y sobre Fadanalli reconozco que sentí gusto. Es un escritor que no fue reconocido en los noventas, Chafanelli le llegaron a decir, mas luego de Lodo la opinión generalizada de la crítica se modificó. Y aunque debo decir que yo estimo Lodo mucho más que esas otras cuatro novelas con las que está empatada en noveno lugar e, incluso, con esa que critiqué en segundo sitio, para mí la mejor novela de Guillermo Fadanelli es Clarisa ya tiene un muerto. Novela extraordinaria, plena de imágenes alternativamente poéticas y con una carga de humanismo asombroso, si se considera el marco, el telón de fondo, el ámbito sórdido en el que se desenvuelve. Sin embargo, ahí, entre putas de cabaret, ex-militares travestidos, burócratas miserables, se comprende la necesidad del humanismo. ¿Qué otro novelista mira tan de cerca a nuestros humillados y ofendidos?
Así como alguna vez se dijo que Arlt tradujo a Dostoievsky al lunfardo, pienso que Fadanelli trasladó al gran novelista ruso, no al español, como ya había hecho Pérez Galdós, sino al siglo XXI.
Antes de poner punto final, digo que me dio gusto que Carlos Fuentes no apareciera, es de los peores novelistas de México. Pero eché en falta la presencia de alguna escritora. ¿Obras de Glantz, Antaki o Sefchovich no están al mismo nivel que algunas de las enlistadas? También me pareció extraño que no estuvieran José Agustín ni Gustavo Sáinz, ¿en verdad envejecieron tan pronto? Tampoco estuvieron Gonzalo Celorio, Paco Ignacio Taibo II, Vicente Leñero, Luis Zapata, Rafael Bernal, Mario Bellatin.
De hecho ante tal cantidad de nombres ausentes, yo no puedo sino confirmar que en México hay más escritores que lectores.

26 nov 2007

Unos aforismos

¿Cómo es posible que la música de Vivaldi no sea como los árboles, los ríos o las montañas, una creación más de la naturaleza?

Platón jamás escuchó música sinfónica. Ésta me parece suficiente razón para desacreditar toda su filosofía.

Dios es sólo una conclusión demasiado imaginativa ante la certeza de que existe el alma.

No he visto a gente más convencida de poseer la verdad que a los relativistas.

Dar prioridad a lo simbólico por encima de lo real es enajenación. He ahí la grandeza de la poesía, con palabras simbólicas da prioridad a lo real, a lo verdaderamente real.

No me molestan las personas que se muestras orgullosas de sus virtudes, excepto cuando se enorgullecen de su humildad.

Vi a un optimista que se alegraba de cumplir 50 años, decía sentirse mejor que a los treinta. ¿Cómo no? Estaba más cerca de la tumba. Suficiente motivo para un festejo.

El enamoramiento, despojado de literatura, sólo es una anécdota tonta.

Dios no existe, pero es el único que me comprende.

Después de una mudanza, sin fuerza para acomodar mis libros, aventé pilas de ellos desordenamente a un librero, luego, viendo a Marx junto a Kempis y libros de vampiros a un lado de Cármenes de Catulo, comprendí que hace mucho tiempo mi mente es un librero desordenando en el que mis incongruencias tienen mucha razón de ser.

22 nov 2007

Un rostro (primera de dos partes)

Nació en marzo a mediados de los años treinta. Lo hizo en una casa amplia. Aunque para los ojos de los niños casi todas las casas son amplias. Estoy seguro de que si Adán pensó que el jardín del edén era paradisíaco fue porque él era sólo un niño. Los niños son capaces de vivir en vecindades a punto de derrumbarse, mal comiendo, sin zapatos y, pese a ello, sonreír mucho, platicar con insectos y cantar decorosamente. Si los revolucionarios solamente convivieran con niños pobres jamás se les ocurriría que hace falta una revolución. El deseo de justicia social no puede provenir de otro motivo que no sea el de sacarle las tripas a un prepotente rico, nuevo o viejo, lleno de soberbia. Bastaría que todos los ricos fueran humildes para que el verdadero fin de la historia comenzara.
Cuánto divago. Decía que en marzo solía recibir regalos. Aunque quizá los recibía en junio. Porque en el México viejo se celebraban más los santos que los cumpleaños. ¿En la ciudad de México actual quién se acuerda de que se tiene un santo?
Él pudo haber celebrado en varios días porque hay varios san Antonio, pero a él le gustaba el de junio. No sé por qué. Me lo imagino muy emocionado con una pelota de beisbol, corriendo a la calle a encontrarse con su pandilla, como él decía. Un montón de chamacos salidos de una novela de Agustín Yañez que disfrutaban de placeres extrañísimos a los ojos de nuestros cibermaniacos-niños-posmo: como los encantados, policías y ladrones, doña Blanca. También canicas, balero, trompo. Y por supuesto, beisbol y futbol, en ese orden, porque el deporte principal allá en Aguascalientes era la pelota caliente.
Ellos ni siquiera sabían de las batallas en el desierto. Mas, él debió imaginarse unas aventuras asombrosas, cuando un locutor mencionaba al escuadrón 201, aquellos mexicanos que participaron en la Segunda Guerra Mundial. Me lo imagino con ojos muy abiertos sentado frente al radio. ¿Por qué se sentaba alrededor del radio la gente de antes? Ahora prendemos la televisión como si fuera nuestra obligación diaria y nos ponemos a hacer otras cosas mientras oímos, como música de fondo, la estúpida palabrería de algún programa, y si acaso prestamos atención será durante los comerciales.
También me imagino a su madre, una joven que aún no cumplía los veinte años, delgada y con una fina mirada de ojos negros. Y a su padre, hombre serio, con bigote y lentes obscuros. También a una hermana mayor con la que apenas jugaba. Pero sí discutían y peleaban como buenos hermanos. Ella era seguidora de los Tigres y él de los Diablos, ella apoyaba al Club España y él al Club América.
Pasó sus primeros años, como todos, entre la escuela, los amigos, las anécdotas familiares. Los fines de semana solían ir a las haciendas cercanas, a veces iban a Celaya o a Guadalajara a visitar familiares. En las noches oía relatos de fantasmas y de brujas que lo impresionaban. Era un niño fantasioso, ya que fue educado más por su abuela que por sus padres. Y las abuelas tienden a llenar la cabeza de sus nietos con más quimeras que como lo hacen los padres. Estos ya han tenido tiempo de decepcionarse de ciertas ensoñaciones e, incluso, tiempo de echarle en cara a sus propios padres el hecho de que aquellas imaginaciones, sembradas en la infancia no les ha permitido cosechar sino decepciones. En cambio, las abuelas como vuelven de esas decepciones, se dan cuenta de que es mejor vivir ciertas fantasías, mientras duren, que atolondrarse de realismo, que en el fondo también es un engaño.
La abuela, además, era religiosa. Y lo acostumbró a desmañanar, a levantarse para ir a la misa de cinco. ¿Cómo es posible una misa a tales deshoras? Así cualquiera cree en cualquier cosa. Estoy seguro de que si yo dejara de despertarme después de las diez de la mañana, también dejaría de ser escéptico. Sin modorra resulta muy sencillo desconfiar de cuanto se nos presenta.
Cuando murió su padre. Cuando cambió su vida, él estaba estudiando comercio. También servía de mesero en el restaurante de la familia que devino en deuda gigantesca. Su padre se había sentido capaz de volverse un empresario. Creyó que un restaurante al lado de la estación de trenes sería un gran éxito. En aquella década, los trenes de pasajeros, aún iban por las vías como aguinaldos de jugueterías. ¡Qué verso aquel de López Velarde tan puntual! Perdón por el extravío. ¿Pero por qué yo no podría extraviarme y hacer un ensayo joyceano? ¿Acaso sólo los novelistas y poetas tienen derecho a experimentar?
Efectivamente, el restaurante se llenó de gente. Un montón de platos y ruido. Y vales, porque los maquinistas pedían fiado y nunca pagaban. Así que pronto aparecieron los números rojos. Quebró el lugar y el frustrado empresario sin fuerza para empezar de cero otra vez, tomó una botella, se la acabó y le encargó a su hijo otra más y luego otra. La última botella llegó inesperadamente. A la edad de Cristo. Otra vez recuerdo a López Velarde. Esa edad que se acongoja tanto. Muerto aquel hombre, mi abuelo, su par de hijos y su viuda emprendieron otra vida, tuvieron que dejar la antigua casa y, no mucho tiempo después, la ciudad.

Si no fuera

Si no fuera
por la ilusión de estar en la calle
viendo el todavía
en los tantos caminos
en la calle cualquiera
con los perros que buscan
nuestro pan de cada día
y los sucios locos que anhelan
el alcohol, esa divina sangre
yo moriría de miedo
encerrado en mi pequeña mente
dando vueltas de ogro
sobre mi propio eje hostilizado
si no fuera porque hay árboles
raíces del instinto que me sacan
de mi sótano silente
si no fuera
por el aire soleado
yo golpearía las paredes
cada vez más opresivas
de mi corazón

si no fuera por el gusto
de pasear mis ojos
por las aún vivas
rosaledas del viento
como el vago que soy
me quedaría aquí
quieto y callado
acostumbrándome a la tumba.

¿Será tan difícil?

¿Será tan difícil un lugar habitable?
algo como un cueva
mas con una sutil ventana
para defenestrar oscuras ideas
y con esas otras ventanas
que pintaron los impresionistas
y con una puerta tan como la A
de un niño en un columpio
abierta
quiero servirle a Dios y al diablo
a ver si nos reconciliamos
en una mesa redonda
luego de un buche de café
ínferos y paraíso se contagian
y si blanco y negro conviven
sería posible convivir
con el diario del mes pasado
para creer leyendo que va lenta
la disolución del mundo
el fraude de los trabajosos días
también se disfruta
porque las radios cantan
y hay tiempo para el rock
y tiempo para el jazz
y tiempo para el blues
la música siempre
corre tras el viento
hermosamente
yo no quiero ya correr sino estar
en un espacio donde despacio
las conversaciones vayan
sedimentando las amargas
marcas de que uno está vivo
¿cuánta renta pagaría
por una ciudadela personal
por un par de vicios en la noche?
creo que yo sí daría mi vida
por vivir en un lugar habitable.

7 nov 2007

¿Otro canto a la vida?

el albedrío de negar la vida es casi divino.
Ramón López Velarde


¿Cómo es que fornicas con la muerte?
esta daga inquiriste, y yo no sé
ella me invita a veces
tiene una tierra de íntimo retiro
mas reclama si no la busco
si no ve mi esfuerzo, se me oculta
ella es también mujer celosa
se ha encelado de ti y tú lo ignoras
ella entre mis sueños me pregunta
y me brinda también una cama
del sigilo asegurando la puerta
y oscuramente mi piel queda
esperándola
sólo las velas murmuran mantras
si su breve ropa negra se desliza
en mí la siento con tenue timidez
me habla sin juventud, cual madre
con lenta ansiedad
me forja un báculo de rígido fuego
un dolor de pequeña eternidad

Trato de no pensar en ti si la beso
de no extrañar tu carne si toco
sus telas de olores densos
trato de no mirarte cuando la miro
de no soñar tu sabor, intento
cuando estira sus uñas
y me pide el rostro
para que mire de frente tu ausencia
yo voy ciego con mi báculo
acariciando la cara de la tierra
Ay, la boca de la tierra me sonríe
y me mira también con ojos ciegos

Es tan dulce su piel desgarradora
su ansiedad pausada envolvente
su desnudez oculta
una belleza que me duele
cuando me llama
¿de qué rincón brota su voz?
dice vente conmigo
yo lo intento y no puedo, yo fracaso
ella comprende, ella sabe que te veo
siempre, vida
y que me quedo contenido
pensándote, sin terminar, estéril.

Ella viene y se me va
sin que pueda seguirla
Aun de cerca me es ajena
aun si ciñe mis pensamientos
me es lejana su voz
su inmensa luz sofocada
su bramido susurrante
ese eco triste de aurora antigua
eco nebuloso y extranjero
sin palabras
espejo saturado de silencio
donde mis cuencas me miran
y miran la mentira del cuerpo que habito
de esta carne que tú tocas cada día
y que cada día realzas y flagelas

estoy condenado a ti por ahora
mujer hermosa, vida mía
Mas yo he de terminar con ella
con quien sí me será fiel
perennemente, no sé cuándo
ya no tendré ojos para ti
nada tendré para ti
y mi semen, mi vida
será para ella
para mi buena muerte.

La agenda del FAP

Yo no tengo idea de si la Iglesia Católica tiene una agenda. Pero acabo de leer un artículo así titulado del coordinador de la Comisión para la Defensa del Estado Laico del Frente Amplio Progresista (FAP), un tal Héctor Vasconcelos. La comisión de tan rimbobante nombre le da a ese personajillo un título cuasi nobiliario, seguramente, también le da de comer y le ofrece una vida holgada, gracias a nuestros impuestos, recibidos, por supuesto, a través de los diputados bajo el yugo voluntario del FAP, ¿si no de qué otro lugar se mantiene ese gobierno pirata encabezado por AMLO?
Para la existencia de tal comisión debe suponerse la existencia de una amenaza grave contra el Estado laico. ¿Y eso existe fuera de la mente paranoica de estos convenencieros cuentachiles del gobierno pirata?
Para mí quienes tienen una mayor mentalidad religiosa son los anticlericales. Este señor es un ejemplo, no le voy a decir Vasconcelos, por respeto a José. Hay ciertos apellidos que uno tiene que merecerse. Don Hectorcito, pues, sostiene unas ideas excesivamente polarizadoras, falsas e intolerantes con respecto a la Iglesia Católica. Sobre el clero en el siglo XIX apunta lo siguiente: "Actuaron como lo que son: súbditos de un poder extranjero y supranacional. Estuvieron siempre al lado del anti-México, mientras el otro bando, el de nuestra tradición liberal, forjó lo que hoy llamamos México. Ésa es la historia que monseñor o desconoce o conoce demasiado bien, pero pretende negar."
Desde ese verbo en plural puesto cobardemente sin sujeto, ¿quiénes actuaron, los clérigos, los católicos, los obispos, ? Pero mucho peor resulta eso de que sólo un bando forjó México. ¿O sea que en un país con el 90 por ciento de católicos sólo los liberales hicieron México? Qué locura. La identidad del mexicano es inconcebible sin el catolicismo, ¡y lo digo yo, que soy ateo!
La visión descaradamente maníquea de la historia mexicana, me parece no sólo absurda sino violenta. Pretende eliminar al otro, negarlo hasta su desaparición. ¿Esto es una defensa del Estado laico o un ataque contra la Iglesia?
Por otra parte, qué hay de todas las críticas contra el neoliberalismo por parte del FAP y su reivindicación del liberalismo. ¿No es una llamativa contradicción? Sobre todo si tenemos en cuenta que la diferencia entre el neoliberalismo y el liberalismo del XIX, es que el actual cuenta con una mayor preocupación social, un mayor proteccionismo de las clases bajas, eso que se podría conocer vulgarmente como "más de izquierda". El PAN es un partido liberal en términos generales. Un partido que ni es católico ni democristiano. Aunque les pese, inclusive a unos cuantos panistas.
Otra perla de intolerancia, más que de ignorancia, del buen Hectorcito es la siguiente: "La Iglesia enfrenta una batalla irresoluble contra la modernidad, es decir, contra los valores que surgen con la Ilustración o, si se quiere, desde la revolución de Copérnico y Galileo: la concepción de la vida basada en la razón, la información, la ciencia, el humanismo, la tolerancia y la libertad".
Por principio no sé si debamos todavía continuar hablando de modernidad en este mundo posmoderno. Sobre los valores de la Ilustración se podría debatir tendidamente, pero ya desde el romanticismo fueron descubiertas sus resquebrajaduras. Pero sí me interesa señalar que eso que llama la revolución de Copérnico y Galileo, no es tal como en ese texto pudiera inferirse. La concepción de la vida basada en la razón no algo propio de la Ilustración ni de la modernidad. La racionalidad moderna es un tipo de racionalidad, pero no es la única racionalidad. Las concepciones de la antigüedad clásica y de la Edad Media también estuvieron basadas en sus propias racionalidades. La creencia en Dios no es irracional. Aunque les pese, inclusive, a unos cuantos religiosos.
La ciencia no es atea ni, mucho menos, antirreligiosa. De hecho, es posible dedicarse a Dios y a la ciencia, pienso, por ejemplo en Joseph Priestley, en Lázzaro Spallanzani. Si ellos u otros científicos tuvieron confrontaciones no fue con la Iglesia, sino con algunos miembros del clero. Es necesaria la distinción para no caer en explicaciones simplonas de la realidad.
Y si el catolicismo no está confrontado con la ciencia, mucho menos con el humanismo. Por el contrario, hay que aceptar que el cristianismo es un humanismo. Esas personas que aprenden lenguas muertas y vivas para mejor comulgar, comunicarse, con Dios y con los otros, son indudablemente humanistas.
Los análisis políticos en blanco y negro se tambalean por sí mismos, pero también suelen arrastrar muchedumbres violentas. A eso le temo. Me nausean quienes gustan de polarizar a las masas como estrategia para ganar puestos de poder público. Por eso he escrito, para decir que no, que se equivoca el FAP. En México no está amenazado el Estado laico, y si lo está es por aquellos ateos fundamentalistas, ya que el jacobinismo es también una religión.

Fundamentalismo ateo

Michel Onfray es un fundamentalista del ateísmo. Odia los monoteísmos, los ataca sin piedad y sin objetividad. Por lo cual, me parece muy difícil considerarlo como un filósofo. La filosofía debe combatir las opiniones viscerales y lo que hizo Onfray en su Tratado de ateología fue elaborar un libro lleno de opiniones viscerales haciéndolo pasar por ensayo filosófico.
De tanto que atacó las contradicciones del cristianismo, del judaísmo y del Islam, no se detuvo a realizar una autocrítica de sus propias contradicciones ni de sus juicios mal fundamentados. Entre sus múltiples fallas, me parece que está el considerar tajantemente que la religión en general es dañina. Así como agrupar con un solo nombre diferentes religiones, porque no son una sola el protestantismo, el catolicismo, el calvinismo, el luteranismo. Tampoco el Islam ni la religión judía son una sola. Tienen sus variantes; englobarlas implica necesariamente la realización de un análisis superficial y demagógico.
También me llama la atención que este francés, muy pagado de sí mismo, en sus críticas hacia el monoteísmo las enfatice principalmente contra los musulmanes y los cristianos. Evita criticar a los judíos, sin duda, porque hubiera sido políticamente incorrecto. Por eso considero su supuesta actitud subversiva más bien como la de un francés con ínfulas de superioridad racial e intelectual, jacobino y retrógrada, que busca un apoyo racionalista para justificar el ataque a una cultura diferente a la suya.
Y es que considero un sumo error no considerar que el racionalismo radical es religioso y que las supuestas luces de la ilustración francesa degeneraron en un imperialismo cruel y asesino, que justificaba la esclavitud de los no franceses. ¿Y sobre esa religión que dice Onfray? Nada.
Por otra parte no se limita a desear el fin de la religión, sino a desear el fin de todos los valores cristianos. No concede ni un solo matiz de bondad a la ética judeocristiana. ¿No es eso una prueba irrefutable de su fundamentalismo y de su insensatez?
Y yo digo esto que soy ateo, que no creo en ningún Dios pero sí en los valores judeocristianos y musulmanes. Y, sobre todo, creo que propugnar por la desaparición de estos, implica un ataque grave contra la libertad de culto y la libertad de conciencia.
Onfray comete un craso error, al considerar que si la gente tiene religión es exclusivamente por ignorancia y que si no fueran ignorantes serían ateos y serían libres. Lo cual es mentira. Isaiah Berlin ha mostrado que esta concepción de libertad genera totalitarismos y resulta de hecho una agresión en contra de las libertades. La gente tiene religión porque así lo ha elegido. Y eso no debe combatirse a menos que se tenga un nulo respeto por las libertades civiles. El Estado debe ser laico, pero no ateo.
Pese a mis críticas, el libro no es totalmente malo. Contiene alguna información interesante. Además, como pudo observarse, se trata de un libro provocador, que ha tenido mucho éxito en librerías, y ya también hay otro par de libros que lo refutan, pero creo que son deficientes refutaciones, hechas desde la perspectiva religiosa. Desde el laicismo o desde el ateísmo creo que se pueden encontrar mejores propuestas como la filosofía de Comte-Sponville que se declara ateo fiel, o en Fernando Savater que casi idénticamente plantea la posibilidad de una fe sin Dios.