28 may 2013

De qué hablamos cuando hablamos de futbol

Veía imágenes de personas, animales, colores, edificios, sillones, una tras otra se reducían a una línea en el centro de la pantalla y luego aparecían otras. Finalmente Susana dejó el control de la televisión.

-¿Quién juega? -Preguntó Alberto sin mucho interés.
-No sé. -Dijo ella y retomó el control para callar al aparato por completo.
-Es el Ayax y el Feyenoord. -Dijo Gala, que de reojo había visto los uniformes.

Puse de cabeza y sacudí un frasquito de chile piquín encima de unas rodajas de manzana. Miren... les dije, no proseguí la frase porque no se me ocurrió cómo; luego les pregunté si nos quedaríamos allí. Los sillones de nuestra sala no son muy cómodos. Gala desea comprar unos nuevos.

-Me sorprende cuánto sabes. -Le dijo Alberto galanteando levemente.
-He gastado mi vida viendo muchos uniformes.

Gala contestó eso tratando de ser amable, pero se notó que le había caído mal el comentario de Alberto, sintió que la criticaba indirectamente, y solía tomar a pecho esas cosas, sin embargo, añadió una sonrisa para ocultarlo.

-Yo podría ver un partido sin saber los nombres de los equipos. -Dijo Susana.
-Es porque eres una mujer especial. -Dijo él dándole un beso.
-Sin duda, Susana es muy especial, pero extrapolando esa idea de ignorar los nombres, me parece que podríamos llegar a situaciones inmorales.
-¿Cómo a qué? -Pregunté para darle a Gala la oportunidad de que se explayara: le había visto intenciones de lucirse.
-Por ejemplo, en la literatura leer libros sin saber el autor o en un bar besar a un desconocido.
-Por favor, abunda, Gala. -Dijo Alberto como si de verdad quisiera oír una perorata, al mismo tiempo se rellenó el vaso de tequila.
-Bueno, es una idea, como saben, extensa, no los quiero aburrir, tampoco puedo plantearlo de una manera muy sencilla, pero me parece que el desinterés en los nombres es un desinterés en la cosa en sí.
-¿Y si lo que te interesa no tiene nombre? -Preguntó Susana, luego extrajo un cigarro de mi cajetilla que había quedado al lado de las manzanas enchiladas.
-Creo que el interés te llevaría a crear un nombre.

Susana engrandeció sus ojos, sonrió con emoción y asintió. Tenía un gusto que pocas veces le había visto.

-Yo no entiendo tu idea. -Dijo con seriedad Alberto.

El equipo de la playera blanca con rojo estuvo a punto de anotar.

-Imaginemos que ninguno de nosotros sabe del Ayax, pero nos gusta cómo juega, si no podemos averiguar su nombre verídico, le inventaremos cualquier nombre: Los Güeritos, con tal de mantenerlos en la memoria. Ahora, en el caso contrario, si no nos gusta su modo de jugar, si nos aburren, no los nombraríamos o los olvidaríamos.
-Ya. -Dijo Alberto, como si no hubiera podido seguir la idea.
-El nombre es un interés. Nombrar es desear. -Dijo Susana.
-¿Tú qué piensas? -Me preguntó Alberto para ocultar su indolencia por el giro que había tomado la plática.
-Me impresiona que les guste el futbol.
-Hay pocas mujeres como ellas, ¿verdad?

No sé por qué dijo eso. Yo empecé a sentirme incómodo y solo quedaban cuatro cigarros en mi cajetilla.

-A veces pienso que a mí ya no me gusta el futbol. -Dijo Gala, y encendió un cigarro de los suyos.
-¿Ni los güeritos? -Preguntó con media risa Susana.
-Aunque las mujeres futboleras no dejamos de ver las piernas de los jugadores, creo que podemos concentrarnos mucho más en el partido que los hombres cuando ven gimnasia artística, por ejemplo.
-Eso dices, pero... ¿cómo se llamaba el uruguayo calvo que te gustaba tanto?

Gala no me respondió porque el Ayax anotó y se perdió el hilo de la conversación. Fumé un cigarro más pensando que sería el último del día. Esperaba que Susana y Alberto no se quedaran más tiempo, a pesar de que los estimo, me sentía muy cansado y por extrañas razones nervioso.

-¿Y qué pasa si no sabes qué nombre poner? -Preguntó de la nada Alberto. -Estoy pensando en los personajes de una novela o en el título de un poema, ustedes saben que hay historias: escritores atorados en un nombre o el caso contrario, que todo fluye a partir de un nombre, bueno, el punto es que si nombrar es desear, antes de nombrar, ¿qué hay?
-¿Dices que el deseo de nombrar no basta o que debe haber algo anterior? -Le preguntó Susana, pero no fue Alberto, sino Gala quien decidió responder.
-Es como preguntarnos si fue primero el nombre o la gallina. En el caso del futbol para entenderlo hay que saber muchos conceptos. Para no dar risa como esas personas que no saben qué es un tiro de esquina, un saque de meta, un fuera de lugar. ¿Pero qué hizo nacer a tantos nombres? ¿De dónde vienen tantas palabras? El deseo de nombrar es como el chorro de semen.

Todos reímos y después fueron arrancados los últimos cigarros. El partido estaba por terminar. Si ellos no se iban, pensé que el tema del futbol debía ser sustituido. Pero como no nos gusta la misma música ni deseaba hablar de nuestras relaciones o trabajos, no se me ocurría nada. Tal vez callar. Gala continuó:

-Irle a un equipo es amar una palabra. Sabemos que los jugadores son transitorios, van de un equipo a otro, y los equipos cambian los uniformes, sus estadios y hasta las ciudades donde juegan, nuestra afición en el fondo es por una palabra, por un nombre nada más.
-¿Y si cambian de nombre? -Preguntó Alberto. -Ha habido casos: el Potros Neza cambió de nombre varias veces, no recuerdo bien, pero sé que hubo algunos casos.

Me dio la impresión de que Gala no lo escuchó. Miró la cajetilla vacía, las cenizas alrededor del cenicero. Tomó el control de la televisión, había comenzado un programa sobre polo acuático.

-A veces creo que le voy al Cruz Azul por la misma razón que sigo creyendo que soy la de mis fotografías de hace quince años. Se trata de un nombre. Todo ha cambiado, hasta las reglas del juego.
-Antes los porteros no podían correr con el balón en las manos. -Dije, para no quedarme dormido.

-Yo no le voy a nadie ya. Tal vez ya no tengo un nombre. Recuerdo que había antes otras palabras. Alguien de ustedes me dijo que los idiomas como los ríos pueden llegar a un desierto y volverse nada. Algunos equipos son campeones, juegan maravillosamente, luego nada, quizá por cansancio, por renovarse o por no renovarse, por cualquier cosa, como si todo causara el fin, dejan de brillar. Los nombres se transforman por más precisos que sean. El minuto noventa llega. A veces hay tiempos extra. Pero el estadio y la cancha se vacían. ¿A qué equipo le vamos si ese equipo ya es otro y nosotros somos también otros? ¿Con qué persona estamos? ¿A quién podemos nombrar por siempre?

Después dejó su pulgar sobre el botón que cambia los canales: automóviles, caballos, estrellas, músicos, agua... todo pasó muy rápidamente.