Nuestra pequeña vida
Con
cierta prisa revisamos números:
el
viaje de los veloces relojes.
Nos
cansan las tareas y las postergaciones
y día
a día, fuera de agenda,
vivimos
algo pequeño.
Quizá
enderezamos un cuadro
justo
al lugar de la luz.
Quizá
acariciamos a un gato callejero
y
nos da sensación hogareña.
Quizá
a tiempo le sonreímos al señor Godínez
para
que tuviera una buena tarde.
Puede
ser poco dar la dirección correcta a quien busca una casa,
o
darle un sinónimo a quien anda destrabando una idea,
así
como es insuficiente un abrazo para quien llora la muerte.
También,
para quien espera en el pasillo del hospital
la
operación de su hijo, es un acto modesto
ofrecerle
un dulce…
Pero
si revisamos los números de nuevo:
esos
relojes veloces que en su viaje dicen incansablemente:
para
los héroes con capa ninguna alarma suena.
Sólo
el segundero frágil se escucha
el
de los actos pequeños
que
bien cumplidos
nunca
son insignificantes.
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