La confrontación de críticas al
gobierno tiende a crear confusiones y polarizaciones. He querido distinguir
estas posibles críticas, si bien no para eliminar las polarizaciones, sí para
disminuir la confusión.
Después de cierta reflexión
personal, con base en mi experiencia, me permito esquematizar cuatro tipos de
críticas que a continuación enumero:
1. La
crítica llana
2. La
crítica moral
3. La
crítica radical
4. La
crítica conservadora
La crítica que nombro llana es la
que se elabora sin segundas intenciones, sin una ideología clara que acote tal
crítica y que se enfoca en las invectivas contra la implementación de programas
gubernamentales, en aquellas áreas de oportunidad que considere el crítico.
Posiblemente este tipo de crítica
sea la que más cuestione las capacidades intelectuales de quienes ejercen el
poder. No suele ser un tipo de crítica ejercida por estudiosos de la ciencia
política ni de la economía, tampoco de la historia o de alguna otra disciplina
académica, sino por ciudadanos que de manera informal desean participar de los
debates públicos.
No incluyo como parte de este
tipo de crítica: el insulto, la calumnia ni la visceralidad. Porque dicho de
manera simplificada: lo que esta crítica dice es que el gobierno por falta de
buenas ideas, de inteligencia o de cuidado en su ejercicio de poder comete
errores. De lo anterior se puede suponer que cuando personas más inteligentes y
cuidadosas gobiernen el Estado funcionará mejor, aunque la llaneza misma que
constituye a esta crítica impide formular una utopía de la inteligencia, incluso
puede afirmarse que las proyecciones de futuro desde esta postura son mínimas o
inexistentes, en buena medida porque se carece de profundidad y sistematización.
Con respecto a la crítica moral es
la que elaboran quienes tradicionalmente se han considerado de izquierda. Es
moral en el sentido de que en su discurso se esquematizan dos polos que no representan
meramente ideas, sino intenciones y valores. Esta crítica se dirige casi por
completo hacia los gobiernos que se establecen en el marco de las repúblicas
democráticas, las cuales por supuesto reconocen los derechos humanos, por lo
cual resulta por lo menos inconsistente el contenido de las detracciones, a
saber, el gobierno es el enemigo del pueblo, que dicho con otras palabras
pudiera ser la corrupción generalizada, la clase explotadora, la mafia del
poder, etc.
En general, lo que la crítica
moral señala es que no hay ineptitudes en el gobierno, sino perversidades. Sostiene
que el plan implícito es aprovecharse del resto, el pueblo, que por contraste
posee esencialmente virtudes inagotables. De esta manera su visión del Estado
es maniquea, una confrontación del bien contra el mal, por ello este tipo de
crítica se aproxima a las acusaciones tanto generalizadas: “los que gobiernan
son corruptos y traidores del pueblo” como personalizadas: “el actual
gobernante se ha enriquecido a nuestra costa y es mentiroso”.
Al mismo tiempo, la crítica moral
es de tendencia colectivista. Tiene una base marxista indudablemente, pero no
se constriñe al marxismo. En gran parte por esta razón también implica una
proyección utópica: cuando los buenos alcancen el poder, cuando se establezca la
dictadura del proletariado, llegará la redención y el gobierno no criticable.
Como puede concluirse, la crítica
moral descansa en la noción de lucha de clases, esto es, la creencia de que un
grupo, cuyo nombre puede variar a conveniencia, se aprovecha del resto de la
sociedad, que necesita organizarse para defenderse mediante diversas
estrategias, entre las cuales bien podría estar los métodos violentos, pues
como se trata de un problema del bien contra el mal, está justificada la lucha
armada, el golpe de Estado, el secuestro, la protesta violenta, etc. La crítica
moral es la más revolucionaria, la que más promueve la violencia y la más
utópica.
En cuanto a la crítica radical,
lo es en tanto que el gobierno le parece innecesario, por lo tanto, no estima
indispensable conservarlo, por más inteligentes o buenos que sean los candidatos
a ejercer el poder del gobierno.
Las ideologías asociadas a la
crítica radical son el anarquismo y el liberalismo que pasa por la Escuela
Austriaca, y más aún el anarcocapitalismo.
En cierto sentido, la crítica
radical al gobierno puede interpretarse como una crítica pesimista, en cuyo
fondo se encuentra una concepción de los seres humanos como seres corruptibles
y ambiciosos. Por otro lado, su ideal utópico es la libertad negativa plena
para lo cual habría que adelgazar tanto al gobierno que terminara por
desaparecer. Por eso mismo, es muy difícil, cuando no imposible, que personas
de crítica radical se vuelvan gobernantes, pues en esencia están contra la
existencia misma del gobierno.
La cuarta crítica que llamo
conservadora puede asociarse con partidos de derecha, partidos católicos y
cristianos, que de antemano renuncian a la construcción de una utopía y bien
podrían considerarse a sí mismos escépticos con respecto a las capacidades
humanas para el progreso, la perfección y la paz perpetua.
La crítica conservadora, podría
decirse, coincide en porciones limitadas con las otras tres críticas: juzga de
falto de ideas al gobierno, le atribuye cierta perversidad, incluso mayor
amplitud de la saludable, pero a la vez le reconoce méritos: algunas buenas
ideas, beneficios a corto, mediano y largo plazo y, sobre todo, la cualidad de
necesario. Acaso en el fondo de la crítica conservadora subyace la fe en que la
perfección se encuentra en un plano divino y no humano, por lo que no vale
esmerarse en especulaciones utópicas. El gobierno sólo debe mantener cierto
nivel de orden e ir equilibrando sus imperfecciones.
Una vez revisadas estas cuatro
críticas, cabría la posibilidad de cuestionar si no hay espacio para alguna
otra, pero en general me parece que están bien representados cuatro polos del
plano político. La valoración de cada una, a mi juicio, conduce a una mejor
comprensión de la dificultad, si no es que a la imposibilidad, de superar el
malestar en la política.
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