*Nota* Publico este texto, que mandé a Siriusfem hace más de un año porque acabo, apenas, de ver Ágora de A. Amenábar que trata sobre Hipatia y quiero que este ensayo también se encuentre aquí.
Cuando pienso en la pasión quisiera tener muy libre mi mente. Pero no, termino recordando la Pasión de Jesucristo. Luego pienso en las películas pornográficas. ¿Cómo llegó esa palabra a significar cosas tan distantes? No sé.
Lamentablemente el diccionario ofrece, si no es para pisapapeles, muy poca ayuda. ¿Por qué se le dice pasión a la de Jesucristo? Lo más probable es que “pasión” designara un tormento que conduce a la muerte. El de Jesucristo es ejemplar. Un Dios que se vuelve hombre para ser susceptible de todas las pasiones. Ya que lo propio del humano es vivir apasionadamente, esto es, sufriendo. La pasión implica sufrimiento porque sólo nos puede apasionar aquello por lo que uno debe esforzarse, luchar y padecer.
Quizá actualmente usemos la palabra “pasión” para pasioncillas. Decimos que alguien se apasiona cuando en realidad sólo se entusiasma o sólo acumula un pequeño odio o un pequeño amor. Yo diría: si no te mata, no es pasión. Pero no pienso decirle a nadie que lo mata y que no. Hay muchos tipos de muerte, por ende, muchos tipos de pasión.
A mí me gustan las pequeñas muertes dichosas que ocurren en la cama (en otros lugares también). En esa pasión deben observarse las gesticulaciones sufrientes. Como si el placer doliera. El gemido, el grito, el labio mordido, todo pareciera señal de dolor y no. O sí, pero incomparablemente menor al goce. Los tormentos de la pasión sexual, por llamar de algún modo a esos impulsos de violencia erótica, no necesariamente sádicos, buscan la muerte, el instante de paz y disfrute supremos para que venga, después del orgasmo, la resurrección.
Pero creo yo que hay pasiones más importantes e imponentes que las sexuales. A las que les dedicamos más tiempo. Quién sabe si algún freudiano me diría que les dedicamos más tiempo porque lamentablemente no podemos dedicarle más tiempo al sexo. Piénsese que si Leonardo da Vinci fue pintor, arquitecto, científico y etc., también fue célibe.
Como sea, los placeres del conocimiento son múltiples y más perdurables. E incluso diría que la curiosidad científica, la sensibilidad artística y el gusto de aprender son cualidades de un buen amante. Podría decir más…
Imagino a una mujer culta, que ha estudiado bien a Platón, curiosa, que atiende y entiende por las noches los movimientos de las estrellas, hábil para las matemáticas y la lógica, además, bella, con una cara dulce de griega. La pasión de una mujer así debe ser impresionante, maravillosa. Para un hombre no sería fácil conquistarla. Esa palabra, “conquista”, conlleva algo de dominación. Y una mujer así sería apasionada de la libertad.
Cuando pienso en una mujer que fue así me siento triste. Porque conozco su pasión, es decir, su muerte. Pero antes de su muerte, lo poco que sé de su vida:
Debió nacer a finales del siglo IV d. c. en Alejandría, que era una gran ciudad para los estudiosos, una urbe universal. Habitaban allí: judíos, galos, eslavos, egipcios; literatos, científicos, mercaderes. Era la ciudad de las musas. Una ciudad de tolerancia y la de la mayor biblioteca, el mayor universo del mundo antiguo. Las sabidurías y las memorias de muchos pueblos allí se traducían y cohabitaban pacíficamente. Un faro intelectual en un tiempo de oscura barbarie. Hasta que la barbarie también destruyó Alejandría.
Hipatia era su nombre. A pesar de que no había igualdad entre sexos, su inteligencia la hizo destacar y logró dar clases en una academia. Escribió sobre matemáticas, filosofía y astronomía. Todos sus libros fueron destruidos. Fue la primera filósofa y científica de Occidente; murió por su pasión. O quizá murió por la locura, por el salvajismo, por la bestialidad de esos fanáticos feligreses de San Cirilo que un día la interceptaron, le quitaron las ropas y con afiladas conchas de mar, la desollaron, la quemaron después y prosiguieron luego a destruir la gran biblioteca y a imponer una sola religión, un solo modo de ver el mundo, el pensamiento único. ¿Cómo podían llamarse cristianos esos asesinos? Las palabras son traicioneras. Pueden significar cualquier cosa de un día para otro.
Hipatia no resucitó. Pero acaso en las mujeres que se apasionan por algún arte, en alguna profesión o ciencia, seguramente hoy no hay una, sino muchas Hipatias.
3 comentarios:
Antonio, me gusta mucho como escribes...Espero verte pronto..
La pasión en los que haces por mínima que sea debe ser aquello que te impulse a vivir, si el amor es el sentimiento hacia algo, una profesión, un trabajo, el arte; entonces pasión en la magnifica emoción con que realizas eso que amas.
cuando te apasionas por algo, luchas por hacerlo mejor y cuando llegas a ver los resultados, se encuentra una satisfacción que es poco comparable con cualquier otro sentimiento.
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