15 sept 2008

Sin mañanas

De nuevo he perdido la mañana
apenas la luz extendía sus brazos
yo ya no podía quitarme el cansancio
otra vez debí dedicarme al encierro
con los ojos como pozos exhaustos
con los ojos por varias horas mudos
queriendo soñar que mi encierro
no es sino jaula de sueño
y no debo preguntarle a los extraños
ni a mi familia ni a las iglesias
si vivir sin mañanas, sin sol ni azul
es condena, y si lo es, ¿por qué a mí?
¿quién me escogió la prisión lluviosa de la tarde?
¿quién me encarcela en las celdas de la noche?
Y hace que estos pozos exhaustos de mis ojos
derramen gotas de extrañeza y agotamiento
gotas que son protesta de las húmedas piedras
que deben blindar la ciénega del alma
gotas que cristalizan de pena adormecida
las llaman lagañas y bostezos los infames
ruidos que no alcanzan categoría de voces
porque sin rostro dan órdenes y burlas
capataces de la puntualidad y del abismo
y de los castigos por llegar tarde
¿llegar tarde? ¿yo que sólo vivo la tarde
que tengo vedada la mañana
detrás del espejuelo de la pesadilla?
Allí donde la gente quiere fugarse
largamente, largamente, largarmente
Pero solo se van a trabajos, a calles y casas
igual de solas, igual de cansadas
y se van con prisa
como si les apurara morirse
o vivir que es lo mismo que morirse
Resulta que es lo mismo estar aquí
perdiendo todas las mañanas
andar sin azul ni sol por la vida
sin recordar al viejo y renovado viento
de los días que extravío
y que otros pierden corriendo
como si fueran a alcanzarlo alguna vez
Ellos corren y yo me quedo
casi sin piernas tras una ventanilla
que tampoco funciona para habitar
¿cómo va a funcionar una ventanilla
para ver la vida desaparecer?
sin mañanas
¡y sin soles!

2 comentarios:

Lata dijo...

Finales... esos seguros sí te gustan. Aunque me mates, te prefiero poeta o prosista que teatrista.

O como se diga.

Zape.

Antonio Rangel dijo...

¿Finales?
A veces me gustan unos finales, pero hay tantas cosas que se acaban que no, que no me gustan muchos finales...
¿Aunque te mate? Yo por lo general no mato a la gente, y no me siento ni poeta ni prosita ni teatrista (o teatralista), más bien, siento que yo soy yo, nomás.
Gracias... abrazo