14 sept 2010

No somos hijos de la chingada


Es difícil tener fe en la historia, especialmente cuando los siglos han echado brumas sobre senderos poco transitados por los historiadores, sin embargo, yo creo que los primeros españoles que pisaron el territorio mexicano fueron capturados, esclavizados y quizá hasta convertidos en carne de ofrenda.

Aquellos españoles habían sido pateados por un huracán del Caribe hacia las costas de Yucatán: no todos resistieron el asedio de los tiburones ni las canciones de desesperación que canta la sed entre las olas. Un puñado maltrecho de hombres, ocho apenas, alcanzaron tierra firme cargando el hambre de varios días, cierta vergüenza y todavía un poco de orgullo.

Los cocomes, unos mayas aguerridos, encontraron y se enfrentaron contra estos españoles, según relató uno de los cuatro sobrevivientes. Lo cual resulta bastante extraño. ¿Cómo conservaron espadas los náufragos y cómo consiguieron escapar a las flechas y a las veloces piernas indígenas? Para responder esto el historiador debe convertirse en poeta, en creador.

Me imagino que se internaron en una noche tórrida, exuberante de ruidos. Tenían la idea de que existía un mar hacia el oriente, pero yo creo que caminaron sólo guiados por el ciego miedo. Llegaron a Maní, ciudad de los virtuosos Tutul Xiúes. Allí fueron esclavizados. Allí por los trabajos o por las nostalgias o por la dureza misma de la vida, dos más fallecieron.

Sólo sobrevivió un sacerdote y un soldado. La cruz y la espada, lo primero que México recibió de España. ¿México? ¿Ya existía México?

Para responder a la pregunta de si ya existía México, se necesita previamente saber qué es México y yo no sé qué es México. Pero, las múltiples tribus, las variadas etnias que habitaban, y aún hoy habitan, el territorio mexicano, tenían ciertos vasos comunicantes. Kukulcán y Quetzacóatl son el mismo dios, como Júpiter y Zeus. Los que hablaban maya y los que hablaban náhuatl se conocían, comerciaban, se influían culturalmente. Que hayan quedado bajo el mismo virreinato todos los pueblos que basaban su alimentación en el maíz no fue un hecho arbitrario.

El sacerdote, hombre manso, casi un Don Perfecto, según él mismo refiere, prosiguió en la esclavitud varios años. Habría que imaginarse a un hombre letrado, por lo mismo, poco atlético, por lo mismo, su esclavitud debió ser más fácil de llevar que muchos empleos de nuestra época capitalista y globalizada.

El soldado, en cambio, participó en guerras floridas. Seguramente fue notorio su talento. Como era un desperdicio conservarlo como cargador de leña y agua, fue ascendido, por decirlo de algún modo, a guerrero y aún más a jefe militar, incluso se casó con la princesa Zazil Há, con quien tuvo unos hijos muy bonicos.

Unos años después, un grupo más numeroso de españoles desembarcó en Yucatán y también fue mal recibido por flechazos indígenas. El capitán de los europeos se quedó pensando después del primer fracaso en una palabra que escuchó en boca de los mayas: “castelan, castelan”.

Supuso, razonablemente, que si decían tal palabra era porque debía haber entre ellos algún español. Averiguó que estaba en lo correcto y pagó el rescate por los dos castellanos. Así que una tarde llegaron tres indígenas a la nave española. ¿Dónde está el español? Preguntó un soldado. ¿Dónde está el español? Preguntó el capitán. Entonces, uno de los indígenas rezó un padrenuestro y un avemaría y se soltó hablando en romance: era el sacerdote, Jerónimo de Aguilar, quien traduciría el maya de doña Marina, la Malinche, a nuestra lengua.

Aguilar había querido convencer al soldado, Gonzalo Guerrero, de que se uniera a Cortés, pero éste lo había rechazado. ¿Cómo iba a abandonar sus aretes y sus plumas de quetzal, las tortillas y el pozol, a sus tres hijos y a su nueva patria? Había encontrado un lugar habitable y estaba dispuesto a defenderlo. En esa defensa, termina trágicamente esta historia.

A pesar de los varios libros, sobre todo de literatura, que se han escrito sobre Gonzalo Guerrero, es un personaje poco conocido. Se dice que nació en Palos, un pueblo muy cerca de Portugal. Aquello del “castelan, castelan” me hizo pensar que pudo ser gallego, pero era hombre de mar, es decir, nació con una patria errante; lo importante, en verdad, es que se volvió mexicano.

Quiero decir, lo importante es que notemos que la Conquista no se trató solamente de españoles conquistando indígenas, también hubo españoles conquistados por las culturas mexicanas, en otras palabras, ese otro modo de habitar el mundo, de tener humanidad, que existía en México, fue colmando el espíritu de los hispanos hasta transformarlos en mexicanos. Somos los mexicanos actuales hijos de culturas riquísimas, somos hijos de algo, de un mestizaje valioso, no somos hijos de la chingada.

3 comentarios:

Anthony dijo...

Reconozco que me encuentro entre los gachupines ignorantes que nunca oímos hablar de Gonzalo Guerrero, y de su genuinamente heroico gesto de autoinmolación cultural. A una escala más chiquita la ‘mexicanización’ de Luis Buñuel‘ ha suscitado algunas reacciones bien chirigoteras entre mis compatriotas. Un saludo.

nlvazgonz♠ dijo...

Me encantó tu ensayo. Tus textos son siempre alusivos a lo que estamos viviendo. Me gusta leerte por tu estilo; apasionado e irónico, sencillo pero correcto. Y es cierto, no somos unos hijos de la chingada...Los mexicanos hemos creído que lo somos...Me gustaría que hicieras masivo este ensayo..bueno, no quiero cansar con palabras...Ya nos hace falta un sucesor de los grandes escritores, tienes nombre de escritor...

Melba :) dijo...

Somos una nación que debemos aceptar nuestro origen , mestizos, raza nacida de españoles e indígenas; y apoyo la idea México no solo fue conquistado, si no que la frescura y riqueza de su cultura han conquistado atreves de los años.
Me gusto