20 ene 2009

La historia de Judith

MULTITUD: ¡No a la guerra! ¡Alto al terrorismo de Estado!

ANTONIO: Los entiendo, los apoyo, pero la embajada de Estados Unidos está muy lejos de mi casa.

MULTITUD: ¡El apático consciente se une al contingente!

JUDITH: La guerra es para la paz. La tranquilidad vale tanto que justifica el crimen. Que el griterío de muchos no ofusque la racionalidad política.

MULTITUD: ¡Alto al genocidio!

ANTONIO: Momento, a esta mujer tan guapa hay que dejarla hablar, aunque no escuchemos lo que vaya a decir.

JUDITH: Soy hija de Merarí, hijo de Ox, hijo de José, hija de…

MULTITUD: ¡Hija de la chingada!

ANTONIO: No te enojes, ya ves cómo es la multitud, no lo tomes a mal, pero no nos interesan esos detalles, mejor dinos, ¿eres soltera?

JUDITH: Soy viuda desde hace tres años y cuatro meses.

ANTONIO: Y tan joven y tan bonita, yo pienso que ya es tiempo, tú sabes, no me digas que algunas noches no extrañas, porque yo también sé cómo es la soledad, y me parece que sería muy bueno que tú y yo, ¿verdad? Aprovechando que estamos, como quien dice, pues…

JUDITH: Desde entonces mi vida se la dedico al Señor.

ANTONIO: ¿Cuál señor?

JUDITH: El Señor de los Cielos.

ANTONIO: (aparte) Uy, es narcotraficante, pero es tan hermosa.

JUDITH: El prepara todos los caminos y sus juicios están de antemano previstos.

ANTONIO: Conque dogmático.

JUDITH: Por su espada vengadora y con sus golpes cayeron muertos los esclavos con sus príncipes.

ANTONIO: ¿Y qué le habían hecho los pobres esclavos?

JUDITH: Gracias a Él las hijas de los enemigos sufrieron el pillaje y el cautiverio, y sus despojos fueron repartidos entre su pueblo predilecto,

ANTONIO: O sea que es de armas tomar.

JUDITH: Por eso le pedí que descargara su indignación contra nuestro enemigos, que hiciera perecer tanto al esclavo como al jefe de ellos.

ANTONIO: Eres medio agresiva pero así te quiero, qué tal si te olvidas de la guerra y nos vamos a cenar o al cine o a un…

JUDITH: Tengo que quitarme este vestido de luto.

ANTONIO: Apoyo esa idea.

JUDITH: Me voy a vestir para una fiesta, debo maquillarme, y me voy a depilar las piernas, también a peinar y a perfumar. (Hace todo eso)

ANTONIO: Así te ves encantadora, chiquita.

JUDITH: Vamos ahora a buscar a Holofernes.

ANTONIO: No es que yo sea celoso, pero no le veo el caso, mejor aquí nosotros dos solitos, sobre todo porque es la primera vez, ya después con el tiempo veremos si buscamos a alguien más, que sea de confianza, dime, ¿tienes amigas guapas?

GUARDIA: ¿Quién eres tú?

ANTONIO: Oye, ese tono como que no me gusta.

JUDITH: Soy una hebrea pero huyo de mi pueblo, porque está a punto de convertirse en presa de ustedes. Quiero ver a Holofernes para darle… (suspira seductoramente) informaciones.

ANTONIO: Oye, en eso no habíamos quedado.

HOLOFERNES: A ver, acércate, mira, no tengas miedo, que nosotros queremos entrar en negociaciones de paz, simplemente queremos que se nos reconozca como un Estado, que se respeten nuestras fronteras y que, por lo pronto, haya un cese al fuego.

JUDITH: Mira, todo lo que yo te diga será verdad, lo juro por Dios, eres muy atractivo.

ANTONIO: ¡Oye, delante de mí! ¡Después de haberme jurado tantas cosas!

JUDITH: ¿Cómo te diré? Los hebreos la tienen chiquita. Déjame quedarme contigo, y yo te diré cómo debes atacarlos para que no sufras ninguna baja en tu ejército.

HOLOFERNES: Bueno, de hecho, ahorita íbamos a tener una reunioncita, unos cuates trajeron tequilita, chelas y un vinito chileno muy bueno.

JUDITH: Ay, me encantaría brindar contigo (se amarra al brazo de Holofernes), ay, ¿vas al gimnasio, verdad? Me parece muy bien porque como yo no acostumbro tomar, a lo mejor me caigo con dos o tres caballitos y tú me debes llevar a mi camita, ¿sí? ¿me prometes cuidarme?

ANTONIO: ¡Caraifa! Todas son iguales. Nomás llega un rey extranjero y ahí van de putas. Ora, pa’ que se le quite, me voy a emborrachar. ¡Y me va a extrañar la desdichada!

II
JUDITH: Ah, más Holofernes, más, más.

HOLOFERNES: Ya no puedo más, es que con esta guerra, pero si pronto hay un acuerdo de paz, vas a ver. Pero déjame ir por un cafecito y ahorita vuelvo.

JUDITH: No, nada de café, mejor recuéstate y déjame consentirte, para que después puedas dormir tranquilito.

HOLOFERNES: Ay, Judith, tienes la boca más… ay, Judith, me gustas cuando… ¡Judith! Ah, muchas gracias, eres, qué buena eres…

JUDITH: Ahora descansa, relájate, duérmete, papi, ahora me toca a mí cuidarte.

HOLOFERNES: Sí, ya me dio sueño. (Se duerme enseguida como tronco)

JUDITH: Ahora sí, por cumplirme a medias, vas a ver (toma una espada y lo degolla).

ANTONIO: Ya ni me acuerdo de ti, Judith, pero dime cómo has estado.

JUDITH: Traigo la cabeza de Holofernes.

ANTONIO: Ándale, de la que me salvé. Oye, ¿pues qué te hizo?

JUDITH: Yo no fui, en realidad fue mi Señor.

ANTONIO: ¿Ya andas con otro, desvergonzada?

JUDITH: Todo mi pueblo se alegrará al ver la sangre derramada, se llenarán de júbilo ante la venganza, sin Holofernes podrán ir mis hermanos a matar a placer, niños y ancianas, violarán mujeres y todo será felicidad, ¡Dios está con nosotros!

OTRA MULTITUD: ¡Viva Santa Judit!

ANTONIO: ¡Pero si es una puta! ¿No vieron lo que me hizo?

TINTORETTO: Puta, pero hermosa, por ende, perdonable.

MULTITUD: Tú, Judith engañadora, eres la gloria de Jerusalén, tus mentiras son el orgullo de Israel, bendito sea tu crimen por todos los siglos de los siglos. Amen.

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