4 ago 2007

Impotencia

Se lee poesía porque uno no puede con la rabia
quiero decir, yo no puedo
ni con mi rabia ni con mi ternura
no puedo con el impulso
de tocar la cabeza de un niño
de acariciarme la mano rozando la inocencia
la ilusa inocencia que no existe
más que en sueños platónicos
y en sueños revolucionarios y en sueños
tontos de mis insomnios.

Quiero decir, leo poesía porque no puedo escribirla
porque me enloquezco de impotencia
me enloquezco de silencio
del silencio jadeante, deslucido,
de ojos en la oscuridad abiertos
henchido silencio de eufonías
que motiva un grito a medianoche
me motiva a mí y a nadie más
en el mar de las deshoras
soy una isla en espera
de una frase calmante.

Leo como un náufrago que desea ser rescatado
como un suicida que se hunde tranquilamente

no soy más que un lector
un ciego, un desvelado
por más que cierro los ojos
sigo mal mirando recuerdos
y por más que los abro
sigo sin ver nada claro

lleno de rabia contra un cuerpo de sombra
contra la carne y los huesos del inasible
tiempo que hacia la nada se evapora
lleno de rabia contra mi ternura reprimida

solo, algo triste, detenido en la vigilia,
muy solo, por de más está decirlo
leo poesía porque no puedo
confesarme lo que siento, lo tanto que siento
a veces lo bien, lo increíblemente bien que me siento

reclino la cabeza en un poema
porque no puedo descansar
cierro los ojos de nuevo
y acomodo el cuerpo al cansancio
trato de cobijarme con versos,
trato de estar dormido, leo
…la madrugada de brazos fríos
el delgado aliento del alba…

Quiero estallar mi ternura
zarandear de cariño al silencio
que amuralló mis palabras
que tantos años me ha embozado
y me impide ser franco y fácil
sin contraseñas ni resguardos

quiero dar puñetazos de cursilería
destrozarme en el pecho muros
dar abrazos como miradas
abrazar este instante,
esta fugacidad, este
día ordinario
que se me abran los brazos
de la vida y de los mundos
de los que duermen apacibles

Quiero dejar de leer y escribir, escribirme
contarme que aún mis latidos laten
y que son capaces de acelerarse
por unos labios
porque las sombras se encarnen
cálidamente junto a mi cuerpo
a pedirme: ya no leas, ya no escribas
si el aire tuviera voz femenil
y la escritura placenteras humedades
y la lectura ojos sonrientes
que me apresaran entero…

Pero cierro los oídos y los libros
no quiero oír ya nada
no quiero huir ya nada
apago la oscuridad de mis pensamientos
empiezo a sentir la tímida ola de la calma
la callada cadencia del silencio
tal vez muero
o sueño, duermo
o germino.

1 comentario:

Lata dijo...

je
te robé
de cumpleaños