Introducción
A Andrea no le gustaba la clase
de español porque debía leer demasiado. Lo peor era cuando al leer todas las
palabras pronto éstas le parecían extravagantes, insospechadas y hurañas,
entonces debía visitar una y otra vez el diccionario, lo cual, francamente, se
le hacía de hueva.
Pero una noche, quizá durante una
pesadilla, Andrea conoció al Diablo de las Palabras, que a regañadientes la
inició en las artes de la escritura y la lectura, de esa forma descubrió que
las letras pueden cobrar vida. Sí, halló expresiones bailarinas, vocablos gesticulantes,
ancianitas locuciones y voces recién nacidas, todas vivas, bien vivas.
Mas, vayamos poco a poquito, a la
primera noche, quizá el primero sueño, o la primera pesadilla.
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