23 jun 2011

El minimizador

-Extraño a mi novio. Es el amor de mi vida y tengo meses sin verlo. Creo que me voy a morir de nostalgia.
-No te preocupes, así es esto.

-No tengo dinero, vivo de pedir prestado, no puedo dejar de burlarme de los demás y de querer dormir permanentemente.
-Échale ganas, así es esto.

-Estoy feliz, tengo un nuevo novio, nos iremos de vacaciones tres días y dos noches a un balneario cercano.
-Qué bien, así es esto.

-Tengo un trabajo estable pero estoy lejos de mis amigas y de mi familia. Si no me compro un perro, creo que me suicido.
-No te preocupes, así es esto.

-Mi hermano está en la cárcel porque asaltó y casi mató a una vieja en la calle para comprarse cocaína. Todo es mi culpa, creo que me suicidaré, ¿o mejor me emborracho?
-Échale ganas, así es esto.

-Ya me dieron la base en mi chamba, ahora sí nadie me podrá correr jamás porque ya también me sindicalicé. Voy a comenzar por tomarme unas vacaciones, me quedaré viendo cómo se secan las plantas de los vecinos.
-Qué bien, así es esto.

-¿Cómo que así es esto? Sin mi novio la vida es imposible de disfrutar. No puede ser que yo deba vivir sin él, mejor vendo todas mis cosas y me escapo de mi casa.
-Tú, échale ganas.

-No, yo ya me esforcé por años y sólo porque no tengo buenos contactos no me reconocen, no me admiran, no me aprecian en todo lo que valgo, no me queda más que dormirme el día entero.
-Haces bien.

-Mi nuevo novio es muy guapo, muy inteligente, muy simpático, muy buena persona. Me complementa a la perfección. Desde que lo conozco he pasado los tres días más felices de mi vida.
-No te preocupes, ya pasará.

-No conozco a nuevas personas, vivo del trabajo a mi casa, de una monotonía a otra y a quién engaño: no soporto a los perros. Iré a bar e insultaré a los soldados o a los narcos.
-Haces bien.

-Ya me estoy emborrachando, ya no me importa que mi hermano se un criminal y un drogadicto.
-Así es esto.

-¿Cómo que ya pasará? El amor que siento es real, muy intenso: no lo puedes comprender.
-Tú, no te preocupes.

Las ventanas virtuales siguieron parpadeando, las palabras prosiguieron su danza en busca de que lloviera una carga de sensaciones auténticas. Todos continuaron con sus nostalgias y sus gozos. Igual que otras veces,  fueron domesticando sus emociones. Nada fue trascendental. Al rato ya no sentían aquello que los zarandeaba o sentían lo contrario o algo muy distinto. Ninguno se suicidó, salvo el hombre que minimizaba cada una de las ventanas de diálogo, que no era un amigo, sino uno más de muchos contactos.

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