8 nov 2008

El perrito que leía y las ruinas de Troya

Seguramente es mentira lo que escribió Bukowski en el prólogo de Pregúntale al polvo, acerca de que alguna vez discutiendo con una mujer, él gritó: ¡Yo soy Arturo Bandini! Pero no importa que sea mentira, gracias a Dios, sólo los científicos y las mujeres celosas se preocupan por la verdad. Afanarse por la verdad es una vulgaridad y una presunción de seres mediocres hacer ostentación de la verdad.

En esa fregona novela, John Fante describe el entusiasmo candoroso con el que su alter ego, Arturo Bandini quiere dar a conocer a toda persona el único texto que ha podido publicar, las breves cuartillas que lo acreditan como escritor, un cuentito llamado: El perrito que leía.

Ahora que aparecieron unos poemas míos en El Financiero, yo tuve la tentación de ser como Arturo Bandini, es decir, quise limosnear un poco de atención presumiendo una presunta condición de poeta.

Fadanelli, en cambio, en lo que seguramente también es una mentira, dice que publicar significa para él una íntima vergüenza. Insistir en la producción de símbolos y signos en una época que no tiene respeto por la inteligencia le parece descabellado.

La verdad es que sí resulta vergonzoso presentarse como poeta o como escritor. No sé por qué. Cuando una amiga me presenta como tal, yo quisiera de inmediato agregar algo como: pero no soy maricón, o pero también trabajo, o en realidad lo que me gusta es el futbol.

La culpa la tuvo Jaime Augusto Shelley. En su taller de poesía me dijo que convertirse en poeta es un anhelo de vedettes, lo valioso es escribir poemas. Quizá no lo dijo así. El punto es ése. No se trata de andar en las pasarelas buscando reflectores, sino de trabajar en las madrugadas, tachando palabras, dando vueltas en torno a una obsesión, procurando exprimir ese instante iluminado en el que un esbozo de poema atravesó nuestra mente enferma.

No que te reconozcan, sino que sea posible transmitir un sentimiento. Y los sentimientos nunca son totalmente nuestros, o en todo caso, sólo son nuestros en la medida que alguien más los siente. Por eso se escribe, para compartir lo más íntimo y no andar con las experiencias como con costales de piedras tristes atoradas en la garganta.

O poeta é um fingidor, dijo Pessoa. Sí, el objetivo de fingir el propio dolor consiste en que el otro pueda identificarse con tal dolor y sentir las palabras del poema como suyas. Para ello el poeta necesita extraer desde las entrañas del lenguaje los vocablos precisos, no los suyos, sino los de todos, que al mismo tiempo serán oraciones que nadie ha pronunciado.

Por otra parte, creo que si me avergüenza autonombrarme poeta es porque yo considero que tal oficio no es del todo indigno. Recuerdo a Ovidio que en su Arte de Amar decía que a la mujeres no se les podía conquistar con poemas, ¡si lo sabré yo que soy poeta! Exclamaba, y si exclamaba era porque asumía tal condición como un oficio más, por cierto, poco prestigioso.

Acabo de leer por primera vez a un extraordinario poeta español, Roger Wolfe, lean nada más:

Es inútil, le dije.
Escribir.
Escribir es inútil.
Ya, me contestó.
Ya lo estaba yo pensando
el otro día.
¿Y a qué conclusión llegaste?
Pues eso. Lo que dices
tú. Que carece por completo
de sentido. Sólo que...; bueno,
también poner ladrillos
es inútil...

¿Se dan cuenta de lo que quiero decir? Bueno, bien a bien no sé qué decir. Cuando Rulfo ganó el Premio Cervantes dijo que se sentía una pura nada, no algo ni un poco, sino pura nada. Aunque yo sé que también soy pura nada, disfruto ver mis poemas publicados, así como disfruto perder el tiempo en You Tube y así como sufro todos los días ignorando qué pasó con el nuevo número de Replicante, en el cual posiblemente apareciera un texto mío, soy una pura nada muy vanidosa...

Así que dejo el enlace para que busquen esos poemas el día 6 de noviembre:
http://impreso.elfinanciero.com.mx/pages/Ejemplar.aspx

¡No me llames hijo de puta! ¡Yo soy Bandini, Arturo Bandini!

4 comentarios:

Anónimo dijo...
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Eduardo Olivares dijo...

Bueno Toño, ya sabes cómo es esto de la condición humana. . .

Tomando en cuenta aquello de que todo 'lugar común' es una verdad neciamente repetida, paso a celebrar con gusto que tus textos poéticos hayan cruzado de lo virtual-frágil al papel-volátil.

Es decir, qué chido se siente publicar y que vacíos son sus postrimerías; qué suave se ven las líneas ágatas con ese nombre que tanta gente ha usado para llamarnos y qué triste es que ni eso ni nada nos arranque esta nada interconstruida desde el nacimiento, la fuente de todas las desdichas.

Pinche Cioran, maldito Fante, jodido Buk, ¡cómo me han hecho arrepentirme de cada cosa que he hecho y también de cada cosa que no he hecho! ¡Cómo he disfrutado su corrosión a cada una de mis insulsas ilusiones! ¡Cómo les agradezco que me hayan hecho más fuerte, más violento y que al mismo tiempo me sea más nítida la orina que vierto sobre mis pantalones del terror puro que me producen las cosas impuras!

(¿Qué chingaos quise decir con lo anterior?)

Pero allí sigue el filo, Toño, en escribir y escribir y aguantar que, de vez en vez, alguien voltee sus ojos hacia lo creado por nuestras neuronas escribientes y diga:

"Me gusta cómo escribe este perro".

Guau y salud, que entre árboles asesinados para hacer más periódicos y aviones que se caen de pura vida, la escritura es algo que da fuerzas a propios y extraños en medio de lo que sospechamos que es eso que no queremos aceptar.

En fin...


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Eduardo Olivares dijo...

líneas ágata quise decir... me disculpo porque son las 12 de la noche de este miércoles ... y además he bebido de más, otra vez...

Antonio Rangel dijo...

¿Qué puedo decir? Es verdad que leer buena literatura da fuerzas. Sobre todo, creo, cuando quien escribe se atreve a mostrar sus flaquezas.
Y bueno, pobres árboles asesinados...
Muchas gracias, como siempre y no olvides los caguamones...